A decir de los actos de inicio de campaña de los candidatos al gobierno de Veracruz y la forma en que estos se han reflejado este domingo en medios, redes sociales y columnas políticas, no cabe duda que Veracruz vivirá -el menos desde la comunicación- una elección en blanco y negro.

Los escenarios interesados –es saludable que medios y periodistas muestren sus afinidades para que sus lectores saquen sus propias conclusiones- apuntan a que la elección está prácticamente decidida, lo mismo para quien se asume va en tercer lugar y continuará creciendo hasta lograr el triunfo, como para quien se ha mantenido en la pirámide de las encuestas y se apresta a reforzar su activismo para confirmar esa tendencia. Hasta ahora de quien pocos hablan es del segundo lugar.

Pero lo cierto es que las campañas arrancaron ayer y nada está decidido, por más loables parabienes y optimistas escenarios que se formen alrededor de cualquiera de los candidatos; a fin y al cabo, ni las encuestas, ni los periódicos, ni las columnas votan, por lo que la real intención del voto de los electores sólo la conocen ellos mismos… y eso si ya lo decidieron, cosa que tampoco se sabe.

Curiosamente, aunque los tres principales aspirantes –Miguel Ángel Yunes, Cuitláhuac García y José Yunes Zorrilla, según el orden que dictan las últimas encuestas-, presentaron líneas generales de lo que será su propuesta de gobierno, lo cierto es que todos ellos están apostando a capitalizar el enfado de los veracruzanos, lo mismo contra el duartismo fiel que contra la presente administración. Y en ello, tal vez el más beneficiado sea el aspirante de Morena.

Sólo que en esta estrategia hay un pequeño detalle que no se puede pasar por alto. En efecto, hay enfado y frustración de los veracruzanos, pero aún es exponencialmente mayor respecto de las rapaces administraciones de Fidel Herrera y Javier Duarte que de los saldos pendientes del gobierno de Miguel Ángel Yunes. En todo caso, podría pesar más el parentesco –que en algunos sectores en realidad es una fortaleza- que la imagen que se tenga del gobierno actual.

En este momento, las preferencias electorales están determinadas más por los negativos de los candidatos que por sus propuestas y fortalezas personales. La campaña apenas inicia y es difícil saber cuál será el  discurso más efectivo, más convincente, capaz de hacer cambiar de opinión. Así que sin adentrarnos en los discursos –de lo que ya se encargaron profusamente los medios-, debemos poner atención a esos negativos con que inician sus respectivas campañas.

El problema de Pepe Yunes no es convencer de sus atributos personales. Esos ya los conocemos; nadie le regatea capacidad, honestidad y experiencia. Su principal conflicto es persuadir que efectivamente ha sepultado la herencia duartista –muchas piezas de su equipo de campaña hacen pensar lo contrario-, y detener el antipriismo, el peso de una marca que podría hacer que el PRI pierda la mayoría de las elecciones locales en el país. Al menos eso dicen las encuestas.

En el caso de Miguel Ángel Yunes Márquez, su principal déficit será precisamente los pendientes del gobierno actual. El tema de la inseguridad sigue pegando muy duro en el ánimo de los veracruzanos, aunque hay la percepción de que se trata de una herencia de los gobiernos anteriores; no se acusa de complicidad –aunque el diario Reforma haya sembrado la duda- sino que no se ha resuelto en la forma y el tiempo que se prometió.

Su fortaleza, como la del actual mandatario, seguirá siendo su discurso antiduartista y la obra pública que realizó en Boca del Río, la cual la reconocen tirios y troyanos, aun cuando en las colonias populares puedan tener otra opinión.

En el caso de Cuitláhuac, los veracruzanos lo ven hasta con cierta benevolencia. Sin presencia, capacidad ni experiencia política y administrativa alguna –su papel como diputado federal ha sido lastimoso- es el beneficiario del enfado y el encono entre los grupos políticos tradicionales. Su lugar en las encuestas sólo es una consecuencia del fenómeno que significa Andrés Manuel López Obrador, un fenómeno capaz de disimular las pésimas administraciones municipales en ciudades donde gobierna Morena, lo que se podría repetir, de manera exponencial, en el gobierno estatal.

Los discursos de ayer, a pesar de elocuencia, poco nos dicen. Nadie se acordará de ellos en una semana. Son textos para recoger el aplauso. Lo que cuentan son las campañas, las estructuras políticas y territoriales, la operación en campo. Lo demás sólo  es para ganar portadas.

Por desgracia, desde hace algunos años a los veracruzanos nos han querido convertir en unos daltónicos políticos.

Las del estribo…

  1. Una buena decisión de los candidatos al gobierno de Veracruz sería conocer quienes los acompañan en sus campañas políticas. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, decían las abuelas. Al menos sabríamos quienes son sus hombres de confianza, quienes los acompañarían en el gobierno y de qué tamaño y con quien son sus compromisos políticos. ¿Quién dice yo?
  2. Este lunes inicia la serie documental “El populismo”, en el que se abordará la vida y obra de diferentes líderes políticos, entre ellos, López Obrador. Muchos se han desgarrado las vestiduras de que es una treta para detener al tabasqueño. ¿Pero acaso él mismo no ha acusado de todo a sus adversarios con el mismo propósito? ¿Qué de malo hay en que sus adversarios lo acusen a él de populista? ¿Desde cuándo la opinión se volvió una franquicia que sólo pueden explotar unos cuántos? Hay que verla.