“Tiene mayor credibilidad Ramsés Yunes, que López Dóriga” Miguel A. Sánchez de Armas
Los incidentes de violencia y la incertidumbre no cesan en Veracruz. La reciente desaparición del reportero Fabián Hipólito, denunciada por sus familiares, ponen una vez más, a las autoridades estatales contra las cuerdas, que no salen de la pesadilla funesta que significó el motín de La Toma, y que no logran enderezar los negativos saldos que traen en seguridad pública. Habrá que citar al exprocurador general de la República, Ignacio Morales Lechuga, quien en su cuenta de twitter mantiene una presencia y referencia de lo que sucede en Veracruz, y apenas el 24 de marzo pasado escribió: “El gobernador @YoconYunes ha resultado impotente para devolver la paz y seguridad a Veracruz.” Y es cierto, esa es la definición exacta, sin filias ni fobias hacia el gobernante o su persona, quien se muestra más ocupado en promover la imagen de su hijo desde Chachalacas, o mostrarse por el parque Juárez, importunando a los peatones para sacarse una foto. Mientras tanto, que la violencia crezca, eso no deja votos.
Gobernar para saquear
El concepto de gobernar con justicia ha desaparecido de nuestro léxico, lo mismo que hacer política como sinónimo de usar como herramienta esa práctica para buscar el bien común. Hoy casi todos los personajes que se dedican a la política y que logran cargos de gobierno, lo hacen por un solo objetivo: robar.
En tiempos de campañas electorales, como los que estamos viviendo, lo que con más frecuencia escuchamos son arengas contra el adversario político porque es más rata, porque es más corrupto, porque ha robado más, porque se ha visto involucrado en actos de pillaje y hasta se le asocia con bandas de la delincuencia organizada.
Hace tiempo escuchamos un pensamiento, que al parecer pertenece a Joseph de Maistre (1753-1821), quien sostuvo “que cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”, y más tarde, el francés André Malraux (1901-1976), la modificó y dijo que no es que “…los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”
México, este pueblo noble pero no pendejo, consintió por mucho tiempo la presencia de un solo partido en el poder, del PRI. Los mexicanos que parecían conformistas con que el tricolor permaneciera en el poder, lo hacían porque eran beneficiarios de los apoyos de los gobiernos emanados del PRI. Había paz y tranquilidad social, éramos un país libre, quien se proponía prosperar a base de trabajo lo conseguía, los aumentos salariales anuales iban acordes con el deterioro salarial, los funcionarios públicos tenían vocación de servicio y vivían del salario que devengaban como servidores lo que para ellos además era motivo de orgullo; la competencia entre políticos era por ver quién dejaba la mejor obra política, pública y social, por eso es que los ciudadanos estaban contentos con su gobierno.
Cuando aparecen los primeros síntomas de corrupción dentro de la administración pública aparecen los grupos de inconformes. Hay un movimiento obrero, los ferrocarrileros se rebelan contra prácticas caciquiles de dirigencia sindical, nacen los grupos de la izquierda mexicana, se crea el PCM, surge el PAN, y otras organizaciones políticas que no están de acuerdo con las prácticas de un gobierno emanado del PRI. Viene el movimiento del 68 que toma como centro de operación a las universidades del país, comenzando por la UNAM y el Politécnico Nacional, y luego la masacre.
Tras ese movimiento y la necedad de políticos corruptos por permanecer en el poder, comienza una terrible descomposición al interior de las instituciones.
Fraudes electorales, matanzas de campesinos organizados y grupos estudiantiles, y el gobierno comienza a perder el control del país. Se consolidan los cacicazgos sindicales, surge el llamado voto corporativo, comienzan a surgir las “comaladas de nuevos millonarios” al término de cada administración sexenal. La corrupción avanza y con ella se simulan formas para combatirla con la creación de nuevas instituciones que más bien sirven como mecanismo de protección; los cargos de gobierno se comienzan a convertir en minas de oro, se pierden los valores más elementales de una convivencia social, se pierde la autoridad, surgen las primeras bandas delincuenciales que se coluden con el gobierno por asociación y se pierde el rumbo del gobierno.
Pero el pueblo ya no aguantó más, en 2000, el panista Vicente Fox Quesada, tras una campaña de promesas consistente en terminar con la corrupción, saca al PRI del poder presidencial y se instala. Fueron seis años de pesadilla; en vez de mejorar, el país empeoró; luego vino otro panista, el briago Felipe Calderón Hinojosa, el que inició la guerra frontal del ejército contra las bandas de la delincuencia organizada, lleva al país al precipicio, y los mexicanos vuelven a dar la oportunidad al PRI de que regrese al poder a través de Enrique Peña Nieto.
Pensamos que a los mexicanos, como a cualquier habitante de este mundo, mientras la vaya bien, mientras tenga en su gobierno a gente responsable, cumplida, comprometida, con vocación de servicio, honesta y con afanes de imponer justicia, no tiene porqué andar cambiando de partido político. Es cierto, por pasarnos de tolerantes nos ha ido mal, pero también es cierto que hemos sabido reaccionar.
En Veracruz, por ejemplo, tras dos sexenios terribles dimos la oportunidad, en las urnas por supuesto, a otro partido; que nos fue peor, ni modo, son los riesgos de la democracia, pero no hay mal que dure dos años, y si quienes están en el poder piensan que es eterno, que volteen a ver quiénes eran apenas hace poco más de 16 meses, una bola de inconformes que formaban parte de una lucha por terminar con la corrupción y los abusos del poder, y qué son ahora, a ocho meses de que concluya su permanencia en el poder, una punta de títeres corrompidos, manipulados por un dictador que se siente dueño del estado, y no solo del territorio sino de la vida y los bienes de más de siete millones de veracruzanos…
A esta pesadilla solo le quedan ocho meses.
Las mentirillas del góber
Los veracruzanos ya nos acostumbramos a escuchar, en voz del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, las mentiras que nos receta cada domingo al término de su reunión dominical sobre seguridad. Es la misma perorata de siempre: esta semana bajó sensiblemente la inseguridad, resultado de los operativos que hemos instrumentado y de las acciones coordinadas del Ejército, la Marina y la Policía Estatal.
Pero detrás de esas declaraciones hay montones de cadáveres regados a lo largo y ancho del territorio veracruzano, despedazados, ejecutados; de veracruzanos privados de su libertad o desaparecidos, de enfrentamientos trágicos entre miembros de bandas delictivas con saldo de civiles muertos, periodistas asesinados y todo un infierno.
A los desmentidos que los medios hacen sobre las mentiras que dice el gobernante, él responde que se trata de ataques políticos de sus adversarios, de medios que quieren convenios y no se los dan y reta a los ciudadanos afectados por la delincuencia a que denuncien ante el Ministerio Público todo acto que se cometa en su contra, algo que obviamente jamás sucederá pues la delincuencia o está coludida con las autoridades y no les hacen nada o dejan amenazadas de muerte a sus víctimas para que no los denuncian, con lo que logran con facilidad que los ciudadanos prefieran callar que denunciar.
Pero el secretario general de la sección 32 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Lázaro Medina Barragán, acaba de afirmar, contra los dichos del mentiroso gobernador, que los casos de “levantones”, secuestros y robos a docentes en el estado no han disminuido. “Los levantan, los asaltan, les roban sus automóviles y les hacen cosas como a cualquier elemento de la sociedad. No tenemos un reporte específico porque hay quienes no se atreven a denunciar”.
Así o más claro señor gobernador.
Deantes, más rentable
Cuando ya todo estaba listo para presentar el show de la detención de uno de los exsecretarios de Finanzas del duartismo, Antonio Gómez Pelegrín, durante su traslado hacia el penal de Pacho que se les pone mal, su salud resintió el impacto de lo que estaba pasando, los encargados de custodiarlo informaron a sus superiores y, tras un ligero análisis del caso, tomaron la decisión de abortar el asunto porque amenazaba con revertirse.
Si con el simple hecho de haber filtrado su posible detención hubo reacciones muy fuertes en contra de la medida, toda vez que don Antonio Gómez Pelegrín es un profesionista respetable, estimado en los más altos círculos sociales, si eso terminaba en tragedia el yunismo no se la iba a acabar.
En este espacio hicimos una breve reseña del paso de Gómez Pelegrín por la función pública, a lo largo de toda su carrera, lo que habla de un hombre responsable, honesto y leal. Nunca ha llevado una vida fuera de lo normal, fuera de lo que sus ingresos devengados como salario se lo han permitido.
Por qué, entonces, esta canallada del gobierno panista a cambio de simular que se está combatiendo la corrupción, para que el hijo del gobernador, candidato a sucederlo, tenga herramientas que apoyen un discurso de moralizar la administración pública, como su padre lo ha venido haciendo, cuando hay una veintena de rateros que sí saquearon las arcas con miles de millones, a quienes nadie los molesta y que, extrañamente, trabajan para el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, pese a ser unos verdaderos peces gordos del desmadre duartista.
Dieron marcha atrás con Gómez Pelegrín y, al parecer, van por Gabriel Deantes Ramos, antes de que la PGR se los gane… si no es que ya lo hizo para bajarle a un operador político de peso y muchos pesos.
Reflexión
Un encolerizado lector nos manda esto: “Estimado amigo: Durante el chirinato fui parte de la Dirección de Seguridad Pública del Estado y te puedo asegurar que había una tremenda corrupción en donde los «cerebros» eran Juan Herrera Marín y el ahora desgobernador Miguel Ángel Yunes Linares, quien desde siempre ha sido corrupto y loco”. Escríbanos a mrossete@nullyahoo.com.mx formatosiete@nullgmail.com www.formato7.com/columnistas