De la obra de Salvador Novo
El tercer Fausto
Alberto en bata y pantuflas, parece nervioso. Detrás de él, el diablo, en actitud humilde. Alberto no lo ha visto. Fuma y mira la hora en su reloj de pulsera. Se vuelve y se sorprende al percibir al diablo. Con gesto nervioso se levanta, da algunos pasos. Se adueña por fin de si y le indica al diablo un asiento.
Alberto
Tenga la bondad de sentarse.
Diablo
Muchas gracias. No me siento nunca. Prefiero escucharle de pie. Supongo que será cuestión de dinero.
Para proporcionárselo, no necesito tomar asiento. ¿Cuánto necesita?
Alberto
No. No es dinero lo que necesito. Para procurármelo no habría acudido al extremo terrible de invocarle a usted con todas las fuerzas de mi alma; de esta alma atormentada que le ofrezco.
Diablo
Entonces no sé…Muy pocas cosas más esta en mi mano disponer. Los siete pecados capitales, ustedes se arreglan muy bien para cometerlos sin mi intervención.
Alberto
Pero usted es omnipotente. La prueba es que a entrado aquí sin anunciarse.
Diablo
También lo es Dios, y hace muy pocas cosas, que yo sepa. Tan pocas, que yo me veo precisado, a veces, a suplantarlo. Los hombres le rezan constantemente y le piden esto, y aquello. Él tiene santos, especializados en determinados milagros.
Ustedes les piden a los santos que se encarguen de sus asuntos, y les ofrecen pequeñas remuneraciones tarifadas. Y sus asuntos se arreglan. Pero no son los santos quienes lo hacen. Por razón de su especialidad, los santos tienen un sentido mortal muy estrecho, y sus peticiones les ofenden.
¡Qué quiere usted! ¡Ellos viven en una atmósfera tan distinta de la tierra! Y luego, no les gusta este agradecimiento en especie que les testimonian los hombres. Lo que los santos quieren, es una nutrida inmigración en masa a su reino.
¿Y qué mejor medio de obtenerla, que el de frustrar precisamente los deseos más caros de los hombres; de todos esos bienes que ellos les piden constantemente, y que obtienen a veces; no de los santos, sino de mí?
Soy quien atiende las solicitudes que los hombres formulan a los santos.
Esto no lo saben, por supuesto, y no me agradecen nunca. No importa. Me queda la vaga esperanza de que estas condiciones injustas se alteren, y de que un día, algún lejano día, se me canonice.
Locuciones
De un observador: Del tamaño de las ostentaciones…es la pequeñez de su pensamiento.
De Froylán Flores Cancela, en una charla en corto: Aplico el silencio a alguna cosa…y luego le encuentro su finalidad.
Del violinista y compositor Maestro Emmanuel Arias y Luna, en una tarde de café y té en su casa, a un alumno: En el piso por doquier, hay muchas ganas tiradas…levántate algunas.
De la película del director Abdellatif Kechiche, Vénus Noir (Venus negra), sobre la vida de Saartjie Baartmann ( Gamtoos ,Cabo,Sudáfrica 1790 – París 1815)
No podemos deshacer el daño que se le hizo…pero al menos podemos contar la verdad, que, aunque cruda…también puede curar.
* Saartjie Baartmann, nació en la tribu sudafricana en la etnia Khoikhoi o hotentotes, en dónde es común la Esteatopigia.