Entre Messi y Metheny, entre el sol ardiente de Tabasco y el soul vehemente de los himnos cristianos, entre las estridencias del rock y los malabares del jazz, fue forjándose un guitarrista que encontró en Xalapa el camino que buscaba. Una afección epidérmica y la llegada de un Ángel a su iglesia se confabularon para formar un jazzista: Abel Aranda. Esta es su versión de los hechos.
El sol ardiente, la luna bella
Ven a Tabasco, que aquí te espera
el sol ardiente, la luna bella,
el agua fresca y la tierra buena
(Pepe del Rivero)
Nací en Villahermosa, Tabasco, el 1 de marzo de 1990, cuando tenía dos años, mis padres se separan y mi mamá me llevó a Comalcalco, una ciudad que está a una hora de Villahermosa, cercana a Paraíso y a Cárdenas, ahí viví hasta los 20 años. Mi mamá asistía a la iglesia cristiana y desde que era muy pequeño me llevaba. No hubo músicos en la familia, pero cada miércoles y cada domingo, durante toda mi infancia y toda mi adolescencia, hubo música, en la casa nunca hubo instrumentos musicales, pero había música cristiana y esa era casi la única música que mi mamá me dejaba escuchar.
Estar en la iglesia fue lo más importante para mi formación, creo. A los 13 años, tenía unos amigos que tocaban en el grupo de la iglesia, comencé a interesarme y me prestaban la guitarra y me decían este acorde es así, esta otra forma es así. Esa fue mi primera aproximación a la música.
¡No era penal!
En la primaria comenzó mi primera pasión: el fútbol soccer. Desde los siete años entrené en un equipo de fútbol, mi aspiración era ser futbolista. Jugué en la tercera división en Tabasco y ahí aprendí lo que es la disciplina, porque me di cuenta de que el entrenamiento era lo más importante, mi pasión era jugar, pero el entrenamiento era lo que me permitía estar en los partidos. Después lo apliqué en la música.
Yo era muy muy bueno para el futbol, era de los mejores, estuve en la liga nacional jugando para el equipo de Tabasco, pero en un momento se me manchó la cara de negro muy oscuro y un dermatólogo me dijo que era el exceso de sol -que en Tabasco es muy fuerte-, porque entrenaba muchísimo.
El Ángel de la guarda
A la par, llegó el maestro Ángel César Pavón a dar clases a la iglesia. Empecé a ir a clases sin saber nada de guitarra, alguna vez había intentado poner un do mayor, pero no tenía nada de conocimiento previo. Comencé a tomar clases con él el primero de marzo de 2005, cuando cumplí 15 años. Recuerdo muy bien que ese día, que era sábado, fui en la mañana a un partido de futbol y en la tarde me fui a la escuela, ahí empezó todo.
Estuve estudiando guitarra como un año, empezó como hobby, pero me puse a estudiar y a estudiar y me atrapó. Un día le dije a mi mamá ¿sabes qué?, quiero ser músico. No tenía nada de experiencia, nunca había trabajado ni había ganado un solo peso como músico.
Fueron cinco años de estudiar con este maestro que fue muy importante para mí, él me mostró el mundo de la música porque para mí la música era Marcos Witt, Marcos Barrientos, Marcos Vidal, todos los Marcos cristianos y él me enseñó a Joe Satriani, Steve Vai, Sting, entonces, me abrió un mundo que para mí era nuevo y tuve mi época de rockero. Dream Theater, una banda de metal progresivo, era mi máximo. De los 15 a los 18 años estudié rock con él, me enseñó armonía, me enseñó a escribir música, me enseñó todo lo referente a la guitarra.
No me dejes estar solo esta noche
Un día estábamos desayunando huevos con frijoles y me dijo imagínate que estamos desayunando en el Hilton, y me puso el disco The Ballad Book, de Michael Brecker, me puso Don’t Let Me Be Lonely Tonight, están Herbie Hancock en el piano, James Taylor cantando, Pat Metheny en la guitarra, Charlie Haden en el bajo y Jack DeJohnette en la batería. Esa fue la primera canción de jazz que oí y dije wow, me pareció muy fino ese disco. Esa fue mi primera aproximación al jazz.
El maestro era amigo de Nissiel Ceballos, tabasqueño también, y hace 10 años vino al primer seminario de JazzUV. Yo tenía tres años estudiando con él y me dijo oye, en Xalapa van a abrir una escuela de jazz.
Él viajaba cada 15 días para el tomar diplomado y me decía estudia jazz, pero yo estaba de rockero, me gustaba mucho Metallica. La primera banda que formé fue de funk, no me acuerdo cómo se llamaba, pero para ese entonces ya tenía una banda de rock que se llamaba La azotea.
Yo estaba en mi modo rock y él me decía tienes que estudiar jazz, tienes que estudiar jazz. Una vez leí una entrevista de Mike Stern en la que decía que entró al jazz porque pensaba que eso lo haría mejor músico, yo ya había decidido ser músico, entonces dije bueno, me parece que el jazz me hará mejor músico, y pensé irme a estudiar a la Academia Fermatta, pero nunca me fui.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: Donde se vuela sin alas
TERCERA PARTE: Conexión con la tradición
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