La Habana, 25 feb (Xinhua) — Perdido en la bruma de la historia ha quedado aquel día de noviembre de 1492 cuando el español Rodrigo de Xeréz y el judío converso Luis de Torres vieron a los indígenas fumando «unas hojas secas que desprendían una peculiar fragancia».

n el territorio que después sería conocido como la isla de Cuba, los dos fisgones aprendieron y adquirieron de los nativos del Nuevo Mundo aquel hábito de absorber la «cohíba», una costumbre que increíblemente se expandiría por todo el planeta y serviría para darle mayor relumbre a este pequeño país.

Amigo cercano de Cristóbal Colón, el marino jerezano regresó a España en la carabela La Niña y llevó de vuelta el hábito de fumar, algo que asustó a sus vecinos, quienes lo acusaron ante la Inquisición que lo encarceló por sus hábitos «paganos y diabólicos».

De Xerez fue acusado de brujería, ya que «sólo el diablo podía dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca», pero cuando fue liberado de la cárcel, siete años después, la costumbre de fumar se había extendido.

Esa es la historia pura y simple del renombrado tabaco cubano, ese que a partir de mañana lunes y hasta el viernes protagonizará el XX Festival del Habano, el evento de más lujo y glamour de cuantos se hacen hoy en la isla.

A pesar de que en Cuba se cosecha tabaco en varias provincias, es en la más occidental, Pinar del Río, donde se dan las mejores hojas, en especial en la zona de Vueltabajo, considerada por muchos como el corazón de la región tabaquera de la isla, pues de sus tierras sale casi el 70 por ciento de la producción nacional.

Los vegueros viven en las plantaciones, como el fallecido Alejandro Robaina (1919-2010), único cubano con ese oficio que en vida puso su nombre, en 1997, a una de las prestigiosas marcas de habanos Premium, que son los torcidos a mano.

Para Robaina, quien dedicó su vida a ese sector, el secreto de la fama alcanzada por el tabaco cubano radicaba en «tener una buena tierra y mimarla. Cuando se termina la cosecha, ni a los animales dejamos entrar».

Sin embargo, para tener un buen habano no basta con poseer las mejores tierras, el agua ideal y una estirpe de experimentados campesinos, sino que además se necesitan las manos expertas de los torcedores, verdaderos artesanos que fabrican uno a uno los puros más famosos del mundo.

Es una creación colectiva y centenaria que transita desde la siembra hasta sumar varios millones de unidades elaboradas cada año.

En la actualidad, el habano es considerado como elegante e histórico por sus «aristocráticos» precios y por las personalidades que le rindieron culto, como el primer ministro británico Winston Churchill (1874-1965) o uno de los presidentes más famosos de Estados Unidos, John F. Kennedy (1917-1963).

Nadie discute hoy la excelencia de los apreciados y caros puros que comercializa en el mundo la corporación Habanos S.A., una exitosa empresa mixta entre la estatal Cubatabaco y Altadis, filial franco-alemana de la multinacional británica Imperial Tobacco.

Líder mundial en la venta de puros Premium, Habanos S.A., está presente en los cinco continentes, en más de 150 naciones, mediante sus distribuidores, cuya facturación global de más de 400 millones de dólares proviene en más de 90 por ciento de la actividad internacional.

Esas cifras se alcanzan a pesar de que los habanos cubanos no pueden comercializarse en el codiciado mercado de Estados Unidos, por el bloqueo impuesto a Cuba por la Casa Blanca desde hace más de medio siglo.

La empresa tabacalera cuenta con una red mundial de distribución exclusiva presente en los cinco continentes y en más de 150 países, entre ellos China, donde venden los habanos, convertidos en el más global de los productos cubanos.