Andrés Manuel López Obrador, quien probable y posiblemente sea el próximo Presidente de México, ha planteado una idea muy interesante, la de hacer una Cartilla (Constitución le llamó) Moral. Me parece que la palabra que debería usarse aquí es “ética”. La moral es una distinción cambiante, hay muchas morales, cada quien tiene una moral. La moral cambia en tiempo y en espacio. Lo que se considera moral en un lugar o para alguien, puede ser que no lo sea en otro logar o para otra persona. La moral tiene que ver con nuestra condición social y con las ideas sociales que la acompañan.

En cambio la ética es un concepto que no cambia en tiempo y en espacio. La ética tiene que ver con nuestra condición humana, con principios básicos de convivencia desde nuestra condición de seres humanos. Y aun así la palabra ética suena desfasada del debate contemporáneo sobre lo que abarca los derechos humanos de las personas y los esfuerzos de vivir en espacios de convivencia social.

Sin embargo, pensando desde el amor fati, el amor que ve en un otro lo mejor, me parece una idea extraordinaria empezar a hablar, en un momento como el que vivimos como sociedad, sobre la idea de crear un consenso sobre cómo queremos vivir los mexicanos hacia el futuro y en mejores formas de convivencia social, que desde luego no se pueden imponer, sólo se pueden aprender.

Karen Armstrong, quien fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias en 2017 y es ya un referente mundial en estudios sobre religiones comparadas, ha propuesto la Carta de la Compasión, que incluso la misma Organización de las Naciones Unidas ha promovido como un instrumento de consenso ético en la convivencia mundial y humana. En sus estudios y en esta cartilla para la compasión, Armstrong afirma que todas las morales y religiones del mundo tienen una regla de oro: no hagas a otro lo que no quisieras que te hagan a ti; o en su versión positiva, haz a otro lo que quisieras que te hagan a ti o trata a otro como quieres que te traten a ti. Bajo este principio gira la propuesta de una ética universal humana.

En 1944 Alfonso Reyes escribió su Cartilla Moral, una reflexión original y lúcida para cualquier intento de renovación moral y ética. Rescato aquí unas partes del resumen que hace Reyes sobre esta Cartilla, habla de los respetos: el respeto a nuestra persona, en cuerpo y alma; el respeto a la familia; el respeto a la sociedad humana en general, y a la sociedad particular en que nos toca vivir; el respeto a la patria; el respeto a la especie humana. Cada persona es como nosotros. No hagamos a los demás lo que no queremos que nos hagan. El respeto a la naturaleza que nos rodea.

Humberto Maturana, uno de los pensadores latinoamericanos más importantes a nivel mundial, igualmente nos habla de la convivencia como ese respeto a nosotros mismos, al otro y al entorno.

Desde luego nadie puede imponer al otro o a los demás una concepción única de lo que debe ser el amor, o la moral, o el bien o la verdad. Esto está fuera de discusión y es un gran logro de las sociedades modernas liberales y democráticas. Sin embargo, tiene razón López Obrador en que necesitamos un replanteamiento de nuestras formas de convivencia basadas en principios básicos compartidos como constitución de una sociedad que mire diferente su futuro. Y esos principios no pueden estar alejados de los que proponen personas como Karen Armstrong o Humberto Maturana.

Todo ello no tiene que ver con la Constitución Política o las leyes del país, aunque pueden estar interconectados si pensamos que la Constitución y las leyes también son una aspiración de convivencia social. Pero la paz y la convivencia no sólo se logran con leyes, se logran con una visión compartida de reglas básicas de convivencia social. Pero esto no es el trabajo de un hombre, o de un Presidente, es el trabajo de todos. Tampoco se necesita una cartilla y menos promovida desde un gobierno.

Nuestros espacios de convivencia social, en los ámbitos laborales, en los espacios políticos, en las competencias electorales, están llenos de celos, envidias,  zancadillas, “grillas”, de conversaciones no claras ni directas, de profundas incapacidades para coordinar acciones, de doble moral y de dobles discursos. Así aprendemos todos y todas en la vida cotidiana, y así aprenden nuestros hijos al observarnos y escucharnos. Ya no digamos de lo que ven y escuchan en los medios y redes sociales tanto lo ficticio como lo no ficticio.

Coincido con López Obrador sobre la idea de un cambio de narrativa y de reconversión ética de nuestra convivencia. Desde joven he creído en la política, me parece que es la actividad humana más importante en cuanto a lo público y a lo social se refiere. La política es la preocupación por la ciudad, por lo común, por lo público. El poder es solamente el resultado de los que pudieron ser más efectivos en sus acciones. Si el dinero es más efectivo, el dinero tendrá el poder. Si la corrupción y la impunidad son más efectivos, los corruptos y los impunes tendrán el poder. La pregunta será para todos cómo hacemos para que el respeto, la dignidad humana, y el amor fati sean más efectivos y tengan el poder.