Si tuviéramos que escribir un libro titulado “Vivir del cuento” para reseñar las ficticias historias y carreras políticas de muchos de los personajes de la vida pública del estado, la enciclopedia británica sería un libro de bolsillo frente a esta obra sui géneris.

Son muchas las razones por las que el PRI en Veracruz ha dejado de ser una organización política electoralmente competitiva y socialmente reconocida. A la serie de gobiernos marcados por una corrupción inimaginable, se suma el deterioro del trabajo partidista, dando prioridad al posicionamiento de corrientes sin ninguna base social. El trabajo y la disciplina se sustituyeron por la simulación y el frívolo empoderamiento de quien nada representa.

Con el ánimo de (de)formar una nueva clase política, Fidel Herrera fraguó el desplazamiento de los políticos tradicionales, dando lugar a una nueva generación que sólo aprendió a hacer política con dinero y llenando de selfies sus redes sociales, posando con políticos de talla nacional. Se olvidaron del Partido y se dedicaron a depredar la administración pública.

Surgieron cofradías que controlaban el dinero y la estructura electoral, y con ello, las candidaturas. En este escenario surgieron las expresiones sexistas y discriminatorias -pero fomentadas por ellas mismas- de las “Barbies” y “Reinis”, que se empoderaron sin ninguna experiencia ni trabajo político; bastaba con participar de los placeres del “pinche poder”.

Esta nueva generación fue de todo sin haber trabajado para ello. Llenaron las cámaras locales y federales, las presidencias municipales, los cargos de la administración pública estatal y cientos de espacios administrativos que antes eran destinados a quien el partido debía reconocer su trabajo. En ello radicaba su fortaleza de la clase política, porque el partido estaba en deuda con ellos y ellos con el partido.

Pero esta generación ya no debía nada al partido, ni siquiera lo conocía. La única lealtad estaba dirigida a quienes les empoderaron como una muestra caprichosa de su influencia y su debilidad humana. El PRI veracruzano se extravió y empezó a perder elecciones irremediablemente, hasta convertirse en el edificio en ruinas que hoy intenta recuperar el poder con muchos de quienes aún viven del cuento.

En el estado de México, por ejemplo, existe un pragmatismo muy particular. Por supuesto que hay disputas internas, desencuentros, deserciones y pelea por las posiciones de elección popular. Pero allá han mantenido el pragmatismo de la lealtad y la disciplina en beneficio de todas las corrientes.

Los espacios se entregan en función de lo que representan, de su peso político, de su base social. Por ello, aún frente a la crítica y el malestar de la clase política de otros estados, trabajan por conservar el poder a toda costa. Quien desea una posición, debe garantizar votos –ganar un seccional, un municipio o el sufragio efectivo de un sector u organización- para ser tomado en cuenta. Si cumple con su misión, su futuro es entonces un cargo de elección o un espacio relevante en el gobierno estatal y federal.

Por supuesto que hay simulación, pero esta se ataja y se castiga. En nuestra aldea, en cambio, esta se premia y se justifica como un acto de inclusión. Sectores y organizaciones exigen y presionan, pero sus estructuras no existen; son líderes sin liderazgos. Quienes han hecho carrera política sólo en las columnas de los diarios exigen que les sean reconocidos “sus méritos”, cuando no son capaces de ganar ni su casilla.

Vivir del cuento no es algo que vaya a servir al candidato a Gobernador. Es necesario que Pepe Yunes haga una objetiva evaluación de los perfiles y el capital político de quienes lo acompañarán en la campaña, y eventualmente, en el gobierno. Para ganar la elección no necesita de selfies sino de trabajo de campo; todos le presumirán que “tienen a la gente”, pero muy pocos le aportarán los votos que necesita para ser Gobernador.

No sobraría que Pepe exija resultados. Que asigne tareas específicas, y que quien las cumpla, tenga un espacio asegurado en su gobierno. La prioridad debe ser ganar la elección, y para ello, debe rodearse de quienes lo ayuden a ganar –aunque no sean sus amigos- y no quien exija acompañarlo en la camioneta como simple dama de compañía.

La Convención que se realizó este sábado en Orizaba fue una pequeña muestra. Muchos muy cerca de él pero muy lejos de sus bases. Muchos peleando por las fotos, pero no por los votos. Muchos pidiendo que se les “reconozca y se les recompense” cuando a nadie representan, acaso a una corriente cuyo hedor aún recorre Veracruz.

Pero no sólo en el PRI viven del cuento. También lo hacen en el gobierno estatal y en muchos municipios que ni siquiera soñaban gobernar algún día, donde la complicidad pesa más que la lealtad. De eso hablaremos luego…

La del estribo…

  1. Hace algunos meses, todos apostaban a que la disputa por la senaduría del estado sería entre dos jóvenes funcionarias públicas dedicadas a tareas de desarrollo social: Anilú e Indira. Cuando coincidían en eventos, el comentario era inevitable. Hoy la delegada federal de Sedesol lucha por sobrevivir, mientras que Indira llegará a la Cámara de Senadores sin quebrarse una uña. El hombre –y la mujer- es su circunstancia.
  2. Andrés Manuel ha dicho que venderá el avión presidencial en caso de llegar a Los Pinos. Una puntada más de frivolidad e ignorancia. Lo que deben hacer desde ahora es renovar la flota del gobierno federal. Una nueva tragedia sacudió al gobierno federal con la muerte de trece personas por la caída de un helicóptero. Los Secretarios de Gobernación mejor deberían de viajar en taxi, es más seguro.