Beijing, 17 feb (Xinhua) — Beijing, una urbe donde moran más de 22 millones de personas, tiene un ambiente especial durante la víspera del Año Nuevo Lunar chino, o el Festival de la Primavera.
Las concurridas calles se vacían, los restaurantes donde había que hacer cola, ahora tienen mesas libres y el metro, donde en ocasiones pareces más una sardina en lata que un usuario, transita con vagones vacíos con poca gente.
El Año Nuevo Lunar chino es un descanso para el urbanita de Beijing que, durante unos pocos días, puede disfrutar de las comodidades de una gran ciudad sin ninguno de sus inconvenientes.
Este año, Zhang Hao, Vicente para los amigos españoles, nos ha invitado a cenar a su casa con sus padres, que han venido desde su provincia natal, Anhui, en el centro de China, para pasar con él estas fechas tan especiales.
Para ir a su casa decidimos ir en metro, porque encontrar un taxi libre estos días es una proeza. Durante el paseo vemos las calles adornadas con farolillos chinos junto a pequeños carteles con la palaba «Fu», que en chino significan felicidad, y banderas por todos los lados.
Camino al metro, pasamos por Guijie, una popular calle del centro de Beijing que cuenta con decenas de restaurantes abiertos las 24 horas del día, y donde la iluminación invita al paseante a entrar en sus restaurantes.
«Fíjate si se queda vacía la ciudad», le digo a mi mujer, «que ni el Huda tiene cola». Para cualquier extranjero que lleve unos años en Beijing, el que escribe lleva siete, el nombre Huda solo invoca una cosa: colas eternas. Este restaurante, famoso por sus deliciosos cangrejos, abre casi 24 horas al día y siempre puedes estar seguro de una cosa: vayas a la hora que vayas, siempre, como una ley de la física, hay gente esperando.
Al llegar a casa de Zhang, que vive al lado del cuarto anillo, como se denominan a las circunvalaciones de la capital china, la tranquilidad es la misma. La habitual sinfonía de fondo de cientos de coches circulando ha desaparecido. Apenas se escuchan unos pocos autos y un par de motos. Y nada de petardos ni fuegos artificiales por la prohibición gubernamental.
«¡Feliz Año Nuevo!», nos recibe en español Zhang, que lleva estudiando nuestro idioma desde hace un año viviendo en Beijing más de 15 años.
Los padres, que apenas chapurrean unas palabras en inglés, también nos reciben muy amables. En los últimos años se han acostumbrado a que un extranjero comparta con ellos la cena de Año Nuevo, porque a Zhang, una de las personas más sociables que he conocido en la vida, le encanta compartir este momento especial con sus amigos de fuera y mostrarles la vida de una familia china. Un gran embajador informal de China.
En la mesa ya hay desplegados una quincena de platos listos para comer: verduras con carne, tomate dulce, piña, fresa, estofado de ternera…Todos han sido cocinados por el padre de Zhang, que se ha pasado horas en la cocina para tenerlo todo listo y preparado para cuando llegue el momento.
«Mi plato favorito es el pollo. Es una receta secreta de mi padre. Le he pedido miles de veces que me diga cómo se hace, pero nada…», me confiesa Zhang. En la mesa también hay un pequeño homenaje a la cocina española: un plato de jamón serrano y chorizo, traídos desde España por Zhang en uno de sus múltiples viajes a tierras españolas.
Los progenitores de Zhang, ya retirados, tienen mucha curiosidad por España. «¿Qué tiempo hace? ¿Cómo se vive?», nos preguntan. Ahora se plantean hacer un viaje, pero siempre cerca de China. «Somos mayores para viajes largos», se lamentan.
La cena está coronada con dos platos estrella: los típicos jiaozi, las famosas empanadillas chinas que no pueden faltar en una mesa que se precie, y una sopa de pollo particularmente exquisita. «El secreto es que está hecha con un pollo que ha sido criado en un granja, por eso tiene ese sabor tan auténtico», recalca orgullosa la madre.
Tras la cena, que estuvo regada con una botella de vino español y otra de cava, toca el turno a otro de los clásicos de estas fechas: la Gala del Festival de la Primavera de la CCTV.
El evento, que empezó a emitirse en 1983, pocos años después del inicio del proceso de reforma y apertura, dura cuatro horas y tiene una audiencia de casi 1.000 millones de personas. «Recuerdo las primeras veces que la vi, es un espectáculo del que todo mundo hablaba de ella durante días», comenta Zhang Hao.
En este programa aparecen las estrellas más conocidas de China. Hay multitud de números cómicos, que son muy difíciles de seguir para los extranjeros, ya que se basan en juegos de palabras que requieren un dominio magistral de la lengua, y una miríada de actuaciones musicales.
Este año, uno de los momentos estelares fue el dúo entre las cantantes Faye Wong y Na Ying, que interpretaron la canción «Años», una vieja canción romántica muy conocida en China. Faye Wong es una de las artistas más eclécticas de China. Se atrevió a versionar en mandarín y cantonés la canción «Dreams» de la banda irlandesa The Cranberries para la película «Chunking Express» y comenzó a ser conocida en Occidente como la «Madonna de Asia». Na Ying es otra celebridad en China. Con grandes éxitos como «Conquistar», una de las canciones románticas más populares en el país asiático, últimamente se la conoce por ser jurado de uno de los múltiples concursos televisivos de talentos que pueblan la parrilla de la televisión china.
La ocasión era especial, ambas protagonizaron hace 20 años otro de los momentos más memorables de esta gala, como se encargaron de recordar sus seguidores en las redes sociales chinas, como Weibo, que llenaron la red social con miles de mensajes sobre el dueto.
«No quiero ni mirar los mensajes que he recibido en el móvil», comenta Zhang. «Mira, mira… tengo más de 200 mensajes de contactos deseándome feliz Año Nuevo…», se congratula. Zhang Hao, que es el director de comunicación y mercadotecnia de una start-up centrada en la domótica, no oculta la pasión por su nuevo trabajo: «Queremos utilizar robots para todo. De momento, hemos empezado por unos productos tecnológicos, como un proyector que crear un teclado virtual en cualquier sitio», explica.
Su firma es una de esas miles de pequeñas compañías que emergen en el ecosistema empresarial chino y que buscan su hueco mediante la búsqueda de novedosos aparatos o servicios que nos hagan la vida más fácil. Es la vanguardia de la nueva generación empresarial china: en los últimos años el país asiático se ha convertido en el nuevo Eldorado para las pequeñas firmas tecnológicas. Cientos de firmas buscan convertirse en el nuevo Tencent o Baidu, dos de los gigantes chinos de internet, y lo tienen claro: China es el sitio donde hay que estar.
Cuando llega la hora de la despedida, ya que es muy tarde para los estándares chinos y a los españoles no nos gusta ser descorteses, volvemos en metro y aprovechamos para bajarnos en Yonghegong, que es la parada del mayor templo budista de Beijing: el Templo Lama.
En la puerta, cuando todavía no es ni medianoche, ya hay un grupo de personas esperando. Los operarios están empezando a colocar vallas ante la previsible avalancha de personas que se esperan para el día siguiente, la jornada más concurrida del año para el centro, y cuando miles de personas, tras entrar en las instalaciones, dan una vuelta al templo pidiendo buena suerte en el año nuevo.
«Hay mucha gente que hace cola durante horas para ser los primeros que prenden incienso», me contó hace un par de días un compañero de trabajo, «porque dicen que trae buena suerte».