Mientras en Veracruz los políticos en el gobierno, en la cárcel y en el exilio se siguen repartiendo culpas sobre una cantidad atroz de personas que un día se ausentaron y no se ha vuelto a saber de ellas, a la fecha siguen desapareciendo jóvenes en nuestro estado, en las mismas zonas, en las mismas circunstancias, a manos de los mismos responsables.

Lo que ayer reveló el portal de noticias “Al Calor Político” sobre el destino de algunas víctimas de desaparición forzada por parte de la policía del estado debe ser demostrado. Tal atrocidad –servir de alimento a leones y cocodrilos- no merece quedar en el morbo de la gente, en la pesadilla de una familia o en una denuncia sin rostro, sino que debe llegarse a la verdad, de lo contrario esa herida jamás será sanada.

En un estado donde según la autoridad la violencia no es más que una vendetta informativa de medios y comunicadores, los casos de desapariciones forzadas siguen registrándose de una manera brutal, aún en el puerto de Veracruz, municipio gobernado por el hijo del Gobernador del Estado.

En los últimos días, familiares de Julieta Gómez Güemes –originaria de la Ciudad de México-, de Maricela Sarmiento Villalobos y de su esposo Julián Antonio León Guzmán; y del nutriólogo Julio César Hermido Viñas, denunciaron su desaparición y aseguran que la última vez que tuvieron una noticia, habrían sido detenidos por una patrulla de la policía en el centro del Puerto de Veracruz.

El caso que sucedió hace ya más de nueve días se dio a conocer a través de redes sociales. Así, mientras la fiesta del carnaval abraza a los turistas, el fantasma de más desapariciones recorre el puerto de Veracruz, ante el silencio de las autoridades. Los familiares ya presentaron las denuncias correspondientes.

Según se ha dicho, el pasado sábado 3 de febrero, Julieta Gómez viajó desde la Ciudad de México a la ciudad de Veracruz para visitar al matrimonio de Maricela Sarmiento Villalobos y Julián Antonio León Guzmán, con quienes acudiría a una fiesta, acompañados de Julio César Hermido Viñas.

Ese mismo día, Gómez Güemes envió dos mensajes de texto a su esposo para avisarle que había llegado sin contratiempos. Las cuatro personas se dirigieron a una fiesta, sin embargo, alrededor de las 9 de la noche fueron detenidos por una patrulla en la zona centro de la ciudad, según informó un amigo que recibió una llamada, donde le avisaban de la presencia de elementos de la policía. Hasta ahora no se sabe nada de ellos.

Esta tragedia que aún no conocemos –de dimensiones incluso mayores a las muertas de Juárez, aquél infierno que cambió el rostro de la justicia en México y que dio lugar al surgimiento de un gran movimiento de activistas por los derechos de la mujer-, se sigue escribiendo desde hace más de una década.

En marzo de 2016, el ex presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Sergio García Ramírez, aseguró que este organismo internacional podría atraer casos de desapariciones forzadas en Veracruz. Sin embargo, hasta la fecha no ha sucedido a pesar de que los delitos de lesa humanidad penden sobre la cabeza de muchas autoridades del gobierno anterior. Lo que sucede en Veracruz es motivo de preocupación internacional.

En este mismo espacio, en mayo del año pasado, ante la desaparición de un grupo de jóvenes como cientos más, escribí:

“Desde hace varios años, cada día, muchas personas desaparecen en Veracruz. La mayoría de ellas son jóvenes, padres o madres de familia, hijas e hijos, hermanos que dejan una huella profunda en su familia. A pesar de que sobre ellas se han escrito muchas historias –algunas para honrar su recuerdo, otras para sembrar la perversa duda sobre la responsabilidad de su ausencia-, para las autoridades siguen siendo cifras ocultas en una carpeta de investigación.”

Y cité algunas cifras: “Durante los últimos años, una de cada cuatro desapariciones en México se registró en territorio veracruzano, según ha documentado la Procuraduría General de la República (PGR). Entre 2014 y 2016, la Procu registró la desaparición de más de 350 personas en Veracruz; entre las víctimas hay de todo, no se responde a un patrón: lo mismo ha sucedido con comerciantes, agentes de viajes, amas casa, estudiantes, policías y marinos, profesores, ingenieros o taxistas.

De todas estas personas menos del 5% han sido localizadas, casi la mitad de ellas sin vida. Además cerca del 40% de las víctimas ni siquiera son buscados por la Fiscalía Especializada de Búsqueda de Personas Desaparecidas (Fiscalía).

Nada ha cambiado.

La del estribo…

  1. Será en la plaza de Toros de la Concordia en Orizaba y no en el WTC de Boca del Río donde se realice este sábado la Convención para elegir a Pepe Yunes como candidato del PRI a Gobernador del Estado. Los Yunes azules negaron el permiso que ya habían dado las autoridades del recinto. Empiezan a mostrar nerviosismo luego de que no tuvieron crecimiento en estas semanas de pre campaña.
  2. No ganamos pa’ vergüenzas. Resulta que el vehículo que acompañó al candidato presidencial del PAN-PRD, Ricardo Anaya, y en el que viajaba un agente del CISEN –lo que en este país es sinónimo de espionaje-, tenía placas de Veracruz. La torpeza sigue dándole oxígeno artificial a un candidato que sólo sabe trepar templetes.