Desde antes de llegar a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump ha tenido que enfrentar a los medios de comunicación más importantes de su país, acusándolos de difundir fake news respecto a su persona, su trabajo y sus negocios. Pero como en Estadios Unidos si algo valoran y defienden es la libertad, la expresión del Presidente no deja de ser sólo una anécdota.

En México también es común ver en redes sociales fotografías de niños a los que les han sido extraídos órganos para su venta, personas que están desaparecidas, la muerte de personalidades de la política, el deporte o el espectáculo o simplemente noticias que buscan divertir y saciar el morbo de sus autores. Hasta ahora, ante lo evidentemente falso, tampoco ha habido censura.

Luego de revisar varios textos, podríamos definir las fake news como información “falsamente descriptiva que busca manipular a la audiencia sin importar su propósito”. Por eso podemos decir que las fake news no son un invento de la era digital; las noticias falsas han existido siempre, y en la mayoría de los casos, han sido difundidas por el propio Estado. Y dada la naturaleza chismosa del mexicano, hacer correr estas noticias falsas es muy sencillo.

Esto viene a cuento por el reciente convenio firmado por el INE y la red social Facebook para contribuir a la cultura democrática de este país de analfabetas políticos –los políticos analfabetas también los hay-.

Nuestro máximo órgano electoral y la empresa de Mark Zuckerberg han firmado un convenio de colaboración, con la intención –habrá que ver si lo logran- de combatir la propagación de noticias falsas y promover la detección de contenidos de baja calidad, así como alentar la participación ciudadana en las votaciones del próximo mes de julio.

Además se pactó la difusión de materiales desarrollados por Facebook y otras organizaciones civiles «para ayudar a las personas a detectar contenido de baja calidad en internet y poder tomar decisiones más informadas sobre las noticias que consumen». ¡Bendito! Se abre la convocatoria para analfabetas funcionales de contenidos.

Lo que en realidad se quiere establecer son criterios unipersonales sobre la información que puede obtener un ciudadano cualquiera, pero considerando que ese cualquiera tiene una capacidad de análisis inferior a la de un menor de edad, pues el INE y el Facebook se tomarán la molestia de escoger lo que podemos leer, al menos en lo que a partidos políticos, candidatos y el proceso electoral se refiere.

Lo curioso es que esos filtros no aplican ni a las propias autoridades del INE, ni a los partidos políticos y candidatos, quienes tienen la incontenible necesidad de utilizar las fake news. Las “guerras sucias” forman parte fundamental de las campañas electorales y hasta ahora –ni en México ni en ningún otro lugar del mundo- se ha prescindido de ellas; menos en países como el nuestro donde los chismes corren con una velocidad vertiginosa.

Es cierto que muchas de las cosas que se han publicado en esta red social resultan falsas. En múltiples ocasiones han ocasionado pánico colectivo y en otras, solamente el mal gusto de amedrentar a los cibernautas sobre hechos trágicamente falsos. Pero lo que debemos hacer es informar a los usuarios de la red a detectar este tipo de noticias y no censurar los contenidos a partir de un criterio a priori.

Tratar a los electores como menores de edad a los que hay que escogerles que cosas pueden leer y otras que no –refiriéndonos en el caso específico del convenio mencionado-, no fortalece la cultura democrática y en cambio sí alimenta la censura oficial. ¿Por qué se sanciona a quien lee tales noticias y no a quien las dispersa? ¿En un acto de objetividad y transparencia harán público cuando un partido o algún candidato emitan una información falsa?

Matar al mensajero es una frase metafórica que se refiere al acto de culpar a una persona que trae malas noticias en vez del autor de las mismas. Una versión moderna de la expresión se puede apreciar cuando las personas culpan a los medios de comunicación por traer malas noticias sobre una causa o persona. (Bruce W. Sanford, Don’t Shoot the Messenger, 2001). La culpa de las “fake news” no es de las redes sino de quienes las dispersan.

Al parecer, la opinión de Lorenzo Córdova sobre los indígenas –de quienes se burló durante una conversación privada en 2015- es la misma que tiene sobre el resto de los mexicanos. Lástima que Facebook se haya prestado a ello.

La del estribo…

  1. Durante meses, José Nabor Nava realizaba sus actividades con normalidad y acudía a lugares públicos como un ciudadano cualquiera. ¿Cómo explicar entonces que con una investigación en marcha y con órdenes de aprehensión listas no se haya podido dar con su paradero y hoy se ofrezca un millón de pesos por su localización? ¿Alguien le filtró la información o simplemente fue una cortesía al Ejército?
  2. Julen Rementería dedicó más de hora y media para hacer un autoelogio de su gestión, refiriéndose a 269 obras construidas en el último año. Sin embargo, no se escuchó decir que prácticamente todas estas obras se realizaron con recursos del gobierno federal –como ya lo explicó Pepe Yunes-, ni lo que sucedió con la carretera a Misantla, una de las joyas del ajuar de la SIOP.