Nehuián Anaya ha recorrido el mundo en busca su sueño, la danza. Comenzó en la danza clásica, sigió con la contemporánea, pasó a la moderna y a la posmoderna. Ese peregrinar en busca de sí misma la ha llevado a los Estados Unidos y a varios lugares de Europa, su reciente regreso a Xalapa marca el camino a la consolidación de su prpuesta personal a través de todo lo colectado en el camino. Ella misma nos lo narra.
Peace and love
Yo tengo un contexto familiar particular porque mis papás son muy de su voluntad, Nehuián quiere decir «mi voluntad» en náhuatl antiguo. Mi papá nació en el DF, pero es mitad chino porque mi abuela es de una familia de herencia china muy cerrada, ella también nació en México pero ya sabes que los chinos son muy de su cultura, muy de ellos y no se mezclan casi nunca. Mi abuela se casó con un mexicano del norte, los dos estudiaron medicina. Mi papá y mis tíos crecieron en una familia privilegiada, con buena educación y todo eso, pero mi papá decidió ser muy jipi y casarse con mi mamá, que es artista; ella nació en Torreón pero creció en Los Ángeles, California. Se conocieron aquí en Xalapa, compraron un rancho y se fueron a hacer su casa en el bosque [en el municipio de Tlanehuayocan] y yo digo que son muy jipis porque se aferraron mucho a la idea de cambiar la manera en que se hacían las cosas.
Somos cuatro hermanas y un hermano más pequeño. Te digo que mis papás son muy particulares porque hacen todo sin ayuda de nadie y decidieron que querían tener un modelo de familia con ideologías diferentes a las familias tradicionales, entonces crecimos en contacto con la tierra, con animales, aprendiendo a hacer todo -desde los muebles hasta la comida-, siempre ayudando en la casa, y fuimos a escuelas alternativas.
Mi mamá es artista, trabaja para el Instituto de Artes Plásticas, es investigadora y su especialidad son los textiles, entonces, trabaja mucho con culturas del mundo, sobre todo la mexicana -que es su gran orgullo-, estudia todo lo que tiene que ver con lo nativo, con las raíces, con los tintes, los colores, ¿de qué están hechas las telas?, las fibras -desde cero, desde las plantas hasta los tejidos-, y los símbolos que lleva cada textil.
Mi papá es antropólogo social y ha sido maestro en la UV por 20 años, también tiene una especialidad en cultura china: en medicina china, en artes marciales -kung-fu, chi kung, todas esas cosas.
Por vivir en el bosque, desde pequeña tenía un cuerpo muy ágil y me gustaba jugar con los niños porque las niñas eran muy extrañas para mí, tenían modos que yo no entendía. Yo creo que porque crecí en un círculo tan aislado de los vestidos y de las princesas, escarbando, jugando con los perros, corriendo y trepando árboles, cuando entré a la primaria, las niñas me costaban mucho trabajo porque tenían muchas mañas y eso me sacaba de onda porque no entendía cuál era el chiste de esos juegos, entonces, yo siempre estaba jugando deportes con los niños, fútbol o lo que fuera porque me encantaba lo físico.
Go together
Cuando yo tenía como 10 años, mi mamá empezó un doctorado en Londres y mi hermano y yo nos fuimos con ella porque éramos los más chiquitos y no querían separarnos de ella. Estuvimos cuatro años en Londres.
Yo había entrado al CIMI [Centro de Iniciación Musical UV] a estudiar violín y seguí esos estudios en Londres, además seguí con los deportes: rugby, básquetbol, natación. El violín me gustaba mucho pero también me costaba mucho trabajo, hasta hoy en día no sé si aprendí algo realmente o se quedó a la mitad el proceso de educación musical de tan complejo que es, puedo leer partituras y puedo agarrar el violín, pero no estoy segura de entender realmente la estructura de las reglas musicales, realmente me parece demasiado complejo, aunque me dicen que no, que la música es accesible para todo mundo.
Primeros trazos de los sueños
«La danza es un arte,
dibuja tu sueño y síguelo»
Steven Thompson
Cuando regresamos de Londres, yo estaba a punto de cumplir 15 años y entré a tercer año de secundaria. Después de siete años seguidos de educación musical, estuve medio año sin tocar porque el violín es un instrumento que vas cambiando conforme vas creciendo y yo ya necesitaba un violín normal, de cuatro cuartos, y no habíamos tenido dinero para comprarme uno. En ese tiempo, una maestra que se llama Emmanuelle Lecomte -que también vive en Rancho Viejo y la conozco desde que nací-, abrió una academia y les ofreció a mis papás que me llevaran a tomar clases.
Entré a tomar clases de ballet con ella, tiene una técnica muy fiel a la escuela de ballet cubana porque llegó a ser primera bailarina de la Compañía Nacional de México y el ballet ha sido su vida. Estuve tomando clases con ella y a los dos meses ya estaba picada, ya no podía soltar eso, había algo en el ballet que me llevó a querer saber absolutamente todo sobre esa técnica. Hasta hoy en día, el ballet es la cosa más difícil que conozco, es prácticamente imposible, desafía todas las leyes y toda la estructura humana: va contra la gravedad, contra tu forma corporal, y aun así tiene una idea de fantasía y magia, pero es muy complejo. Yo digo que asocio mi gran interés por el ballet por lo físico porque, realmente, era un reto que nunca iba a terminar de agarrar y decir ya lo controlo y es mío.
Al medio año de que regresó, mi mamá me compró un violín nuevo, pero yo ya estaba muy picada con el ballet. Me dijo ¿qué onda?, llevas la mitad de tu corta vida estudiando esto, ¿ya no quieres seguir?, y le dije que no, que ya había encontrado una nueva pasión y que no quería soltarla en ese momento.
Para ser bailarina de ballet tienes que empezar como a los seis o a los ocho años, a más tardar a los 12, a mí ya se me había pasado ese tren y aun así seguí ilusionada, todavía era muy pequeña para entenderlo. Seguí un año y medio más con Emmanuelle con la idea de comprender por dentro el ballet y no soltarlo.
Había cosas en el ballet que a mis papás no les convencían: hay mucho rigor, es caro, la disciplina es muy fuerte y puede ser violento, pues violentas tu cuerpo para cambiarlo y llegar a ser extraordinario, pero ellos, para no romperme ilusiones me dijeron prueba otras cosas, les hice caso y cuando estaba en segundo de prepa, hice el examen para el propedéutico de la Facultad de Danza.
Facultad de Danza
Me salí de la prepa escolarizada y entré a la semiescolarizada, iba en las mañanas al propedéutico de la facultad y en las tardes a la academia de ballet. Fue una época muy confusa porque escuchaba puras cosas horribles de la facultad por todos lados: no es buena, son carentes técnicamente, realmente no saben qué están haciendo y son feos pero ahí están, y a los de la academia de ballet todos los rechazaban y los repudiaban, pero yo estaba en las dos porque ambas eran información y buenos retos para mí.
Recuerdo que no me encantaba ir a la facultad por todo lo que había escuchado, pero era lo que quería y, aunque en Xalapa no hubiera visto obras de danza ni bailarines que me conmovieran como me habían motivado videos o funciones en otros lados como el DF, yo sabía que había algo ahí que estaba esperando que llegara.
Terminé los dos años del propedéutico a la par de que terminé la prepa, tenía 17 años. Hice una audición por video para una escuela de Nueva York que se llama Alvin Ailey, es una escuela que tiene una gran historia en la danza moderna de Estados Unidos porque se formó a partir de una compañía de puros negros, solo hay dos blancos y fue nombrada patrimonio de la humanidad por la manera en que defienden su raza. Son bellísimos y yo creo que es la compañía mejor pagada en todo el mundo.
Crecimiento y celebración
«La danza es un acto de progreso,
un acto de crecimiento, un acto de música,
un acto de enseñanza, un acto de celebración,
un acto de alegría».
Alvin Ailey
Me aceptaron en esa escuela. Tienen muchos programas, desde licenciatura hasta unos semestres nada más, su lema es que la danza es para todos, entonces, cualquiera puede tomar una clase en esa escuela con los alumnos y con la gente que la tome, que puede ser el primer bailarín del ballet Ópera de Nueva York, todo el mundo puede ir a bailar ahí. Estuve tres años en esa escuela y fue una experiencia que me tomó por sorpresa porque no tenía idea de la magnitud de la danza, de lo grande que es en el mundo. Hasta que salí de Xalapa, yo conocía la Facultad de Danza y las academias de ballet, que casi todas manejan técnica cubana, pero cuando llegué a Nueva York me di cuenta de que la técnica cubana es de Cuba, o sea, en ningún lado en el mundo, aparte de Latinoamérica y Cuba, te hablan de Cuba, en otros lados te hablan de Rusia, de Italia, de Francia y de la escuela americana.
El moderno, es un periodo de la danza que abarca desde 1920 hasta los 60, la escuela Alvin Ailey se especializa en ese periodo, en las técnicas de Martha Graham y Lester Horton, y también hay mucho ballet, ahí están unidas las técnicas de una forma muy orgánica. Es una escuela de virtuosismo técnico, lo cual me encantó, me encantó ver a gente súper talentosa a cada momento en cada esquina, súper competitiva, siempre más, siempre más, todos están buscando ser el mejor, pero en Nueva York nunca puedes ser el mejor porque siempre hay mil más (risas). Fue muy duro pero fue mucho aprendizaje.
Cuando terminé mi tercer año de formación ahí, me gradué con una obra mía que le dediqué a mis papás y fue una revelación porque en el último año me di cuenta de que me gustaba la composición y que no quería hacer moderno, había tenido una educación muy fuerte de moderno entre Xalapa y Nueva York, mi cuerpo ya estaba hecho a eso, pero sentí que mi estilo personal no iba por ahí.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: An-danzas
TERCERA PARTE: El camino al paraíso
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