Sobra decir que el acta de nacimiento es el documento más importante de nuestra vida. Nos otorga identidad y pertenencia. Y lo es, no por la ponderación individual que cada persona le dé –habrá quien valore más su acta matrimonial, un título académico o un reconocimiento internacional-, sino porque de nuestro registro original resultan todos los demás.
Basta recordar que en términos jurídicos, sin un acta de nacimiento, una persona prácticamente no existe. Es por ello que siempre ha sido motivo de debate, lo mismo por la potestad que tiene el Estado de reconocer a sus connacionales, como por la información que se incluye en este documento.
El acta de nacimiento ha evolucionado conforme lo ha hecho la sociedad misma. En México, los primeros indicios sobre el reconocimiento del parentesco por sangre y por afinidad se dan frente a autoridades que al mismo tiempo tenían carácter de religioso y estatal en las instituciones prehispánicas.
Los mayas, una de las culturas más desarrolladas de su época, expidieron disposiciones relativas al estado civil de las personas, a las herencias, al matrimonio e incluso sobre contratos. Más tarde, luego de la conquista, se impusieron usos y costumbres del viejo continente; las partidas parroquiales constituyen el antecedente inmediato del registro del estado civil de las personas.
El origen religioso del registro de las personas –no siempre se hace al momento del nacimiento, por lo que no podemos referirnos exclusivamente a los niños-, ha provocado que la iglesia siga manteniendo una gran influencia en la forma y contenido de nuestro primer documento de identidad. El acta de nacimiento es hoy un documento maleable, que ya no requiere tantos trámites para hacer posible un cambio de nombre o de género.
Los cambios han sido muchos. Uno de los más importantes fue haber excluido la condición de “hijo natural” o “ilegítimo” a aquéllas personas que no fueron registradas por ambos padres o que nacieron fuera del matrimonio. Desde el código civil de 1928 hasta la reforma del año 2 mil, millones de personas en todo el país han tenido que cargar con este estigma discriminatorio.
Otro muy importante se refiere al orden de los apellidos. En octubre de 2016, la Suprema Corte de Justicia concedió por primera vez un amparo que permitió invertir el orden tradicional de los apellidos, para que el materno pueda ir primero. «Tradicionalmente el orden y uso de los apellidos ha denotado una posición de poder y estatus. Así, puede sostenerse que el privilegiar el apellido paterno persigue mantener concepciones y prácticas discriminatorias en contra de la mujer», dice el fallo elaborado por el Ministro Arturo Zaldívar.
Desde entonces, el Estado de México, Yucatán y Morelos ya permiten a los padres escoger el orden de los apellidos de sus hijos, mientras que en las demás hay reglas variables que en general favorecen la tradición de poner primero el apellido paterno, pero para ahorrarse litigios futuros, el Registro Civil simplemente puede aceptar las peticiones de familias que quieren registrar a sus hijos sin seguir el orden tradicional de los apellidos.
Ahora se ha dado un nuevo debate por un cambio al formato de este documento para dar sentido a lo que ya está establecido en el Código Civil. El nuevo formato de las actas de nacimiento presentado el pasado 11 de enero –evento que sirvió para anunciar la renuncia del Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong- retira las palabras ‘nombre de la madre’ y ‘nombre del padre’ para poner solamente ‘datos de filiación’, así como el cambio de la referencia de los nombres de los abuelos a las anotaciones marginales.
De hecho, ninguno de estos datos de excluye. Los nombres de nuestros padres y nuestros abuelos seguirán apareciendo, siempre y cuando estos se aporten al momento del registro. El debate es otro.
De manera tardía, -estos cambios se anunciaron desde marzo de 2017, aunque el nuevo formato se dio a conocer apenas hace una semana- el pasado domingo, desde Xalapa, la iglesia católica revivió el debate respecto del nuevo formato del acta de nacimiento que tendría cambios sustanciales, como consecuencia de la serie de reformas que se han dado en materia de equidad y reconocimiento de género.
En su comunicado dominical, dijo que al eliminar las palabras ‘madre’, ‘padre’, así como la condición de ‘paterno’ y ‘materno’ a los apellidos, se dio un duro golpe a la estructura familiar en México. “Ahora los mexicanos no tendremos “papá” ni “mamá” en las nuevas actas de nacimiento. Se trata de un golpe duro a la institución familiar ya que se desvincula a la persona de sus orígenes naturales”, reclama la iglesia.
Por lo pronto, como ha sucedido con los anteriores cambios al acta de nacimiento, no pasará de un ex abrupto. Ahora será una verdadera lotería identificar la identidad de una persona a partir de su acta: los matrimonios igualitarios, la adopción por personas del mismo sexo, el cambio en el orden de los apellidos, hermanos con distintos padres y madres, no es más que el reflejo de una sociedad cambiante que revalora la identidad en la diversidad.
Atrás quedó el agrio linaje del apellido.
La del estribo…
- Luego de un violentísimo fin de semana –donde se registraron al menos 23 ejecuciones-, el gobernador Yunes espera que “el crimen no se meta con los inocentes”. Por si no se lo han dicho, señor Gobernador, eso sucede todos los días: los secuestros, el cobro de piso, las extorsiones, entre otros delitos, se cometen contra gente productiva, no contra delincuentes. ¿Qué no permitirá que Veracruz sea la puerta de entrada a la droga? Vaya usted a cualquier antro del la zona Veracruz-Boca del Río y nos platica.
- Urge que en la farmacia legislativa suministren un dramamine al diputado Sebastián Reyes Arellano para que detenga el vómito declarativo que padece desde hace varios días. Para los medios no es molestia escuchar barbaridades de funcionarios públicos que llegan al cargo a pesar de su evidente incapacidad e ignorancia. Estamos acostumbrados. Los molestos son los ciudadanos que deben pagar muy caro a estos efímeros y deleznables personajes públicos.