El viernes 16 de la enero de 2015, me despertó una amiga con un mensaje que decía: Luis, falleció Aleph. Eran las seis de la mañana, yo estaba medio dormido y pensé que se trataba de una pregunta. Le respondí que no, que había mejorado mucho y pronto lo darían de alta. Me aclaró que me estaba informando, acababa de leerlo en su muro de FB. Muy consternado, me levanté, lloré bajo la regadera, viví mi día y en la noche fui al velorio. Estuve en la funeraria desde las ocho u ocho y media de la noche, hasta cerca de las tres de la madrugada, en todo ese tiempo, solo hubo una pausa en la música, el momento en el que el pastor dio su mensaje. El pleno de la comunidad musical xalapeña estaba ahí, jazzistas, soneros, músicos populares, integrantes de la Sinfónica, gente de la Facultad de Música y del ISMEV. Todos mostraban su admiración, su amor y su dolor mediante el mejor de los vínculos que tuvieron con el bajista, tocando y cantando.

Al otro día intenté hacer una crónica del velorio pero la carga emocional aún estaba a flor de piel y no pude seguir escribiendo. Al día siguiente retomé la escritura y brotaron, como salidos de la nada, un par de sonetos. En uno de ellos, a manera de epígrafe puse un fragmento de El Aleph, la ficción de Jorge Luis Borges:

«Un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos (…), el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos». (J. L. Borges. El Aleph)

Tras la transcripción del texto, salió a borbotones el primer cuarteto.

¿En un aleph, Aleph, te has convertido
continente absoluto de las cosas,
jardín en donde están todas las rosas,
laúd de polifónico sonido?*

A tres años de distancia, vuelvo a valerme de la estructura de los 14 endecasílabos para dirigirle una carta al extrañado amigo.

¿En un aleph, Aleph, te has convertido?
te pregunté aquella noche fría,
hoy intuyo que sigues todavía
habitando la tierra del sonido.

En un ignoto mundo habrás nacido
y celebras tres años este día
sin vana pena, sin melancolía,
porque sabes que todo lo vivido

ha quedado indeleble en nuestra mente.
Nosotros, entre logros y fracasos,
andamos los caminos del presente

riendo amaneceres, llorando ocasos,
mirando cómo inicias el siguiente
del cúmulo infinito de tus pasos.

 

 

*El texto completo puede leerse aquí: Love Supreme for Aleph

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