Los comienzos del programa espacial de la NASA no fueron fáciles. Después de los increíbles éxitos soviéticos logrados por el Sputnik y el cosmonauta Yuri Gagarin, el astronauta John Glenn estuvo a punto de morir cuando su pequeña nave atravesaba la atmósfera de la Tierra, y de quedar, tal como dijo: «calcinado y crujiente». Pero incluso aunque no ocurrió nada catastrófico en aquellas primeras etapas, los pioneros de la NASA tenían que apañarse con una comida que no le habrían dado ni a sus competidores soviéticos.

Los hombres del programa Mercury, que debía llevar a un americano al espacio, se alimentaban con cubos masticables, polvo liofilizado que debían rehidratar con agua fría, y papillas envasadas en tubos de aluminio. Con el programa Gemini, el panorama cambió un poco, y la comida comenzó a envasarse en envoltorios de plástico. Por entonces, llegaron los cócteles de gambas, el pollo, las verduras, el «pudding» de mantequilla o la salsa de manzana. A pesar de todo, uno de los astronautas de Gemini decidió saltarse todos los controles de la NASA y colar en la nave un auténtico sándwich de «roast beef» (rosbif, según el DRAE), tal como ha contado Space.com.

El 23 de marzo de 1965 el astronauta John Young, fallecido recientemente, y famoso por caminar por la Luna durante la misión Apollo 16 y por comandar la primera misión en transbordador, logró colar un sándwich en su bolsillo. El polizón acompañaba a Young y a Gus Grissom en una misión que debía enviar al espacio la primera nave estadounidense con dos tripulantes, y que se lanzó una semana después de que los soviéticos lograran este hito con la misión Voskhod 2: la Gemini 3.

Los astronautas John Young (izquierda) y Gus Grissom (derecha) en un simulador de vuelo.

Un sándwich en órbita

En medio de la tensión de la Guerra Fría y antes de que los motores del cohete Titan II rugieran para llevarlos a las alturas, Young y Grissom mantuvieron una conversación (que se puede leer aquí) sobre el polizón de pan y carne.

«¿Qué es eso?», preguntó Grissom. «Un sándwich de rosbif», contestó Young. «¿De dónde ha salido?», respondió el compañero. «Lo he traído conmigo. A ver cómo sabe. Huele bien, ¿no?».

Grissom le dio un bocado para comprobarlo, pero enseguida lo guardó porque el pan empezó a desmenuzarse y a soltar migas por la cabina. «Estaría bastante bien sobre todo si se mantuviera entero». Young, divertido, le preguntó si prefería un muslo de pollo.

Después de cumplir con éxito la misión, la revista Life le preguntó a Grissom por el sabor del sándwich, y este recordó cómo las migas flotaron por la cabina en la órbita de la Tierra. Para Young esto fue la oportunidad de que los americanos por fin hicieran algo en el espacio por primera vez, después de los éxitos soviéticos: poner en órbita un sándwich.

A la caza del sándwich

Las chanzas no hicieron mucha gracia en la NASA. Un congresista dijo de este sándwich que era el panecillo de los 30 millones de dólares, y varios asesores alertaron del riesgo para la seguridad que habían supuesto las migas de pan. El administrador de la NASA, James Webb, tuvo que testificar.

Después de un proceso de investigación interna, George Mueller, un alto cargo de las misiones tripuladas de la NASA aseguró: «Hemos dado pasos para evitar la recurrencia de los sándwiches de rosbif en las próximas misiones».

Según escribió John Young en sus memorias, aquella historia se exageró demasiado. En gran parte porque al principio del programa espacial era común llevarse sándwiches a las misiones: «De hecho, este sándwich era el tercero en subir a una nave».

Sea como sea, el culpable provenía de un lugar llamado «Wolfie’s Restaurant and Sandwich Shop», un local situado en la playa de Cocoa, en Florida. Al parecer, un compinche de Young llamado Wally Schirra se lo dio a Young, quien lo coló en el cohete y le llevó al estrellato, nunca mejor dicho.

Hoy en día, una réplica recuerda la historia del sándwich en el Museo Memorial de Grissom, en Mitchell, Indiana (EE.UU.), y los tripulantes de la Estación Espacial Internacional se hacen sándwiches y pizzas en la órbita de la Tierra. Chris Kraft, director del vuelo de la misión Gemini 3 defendió en sus memorias el acto de Young: «No importa lo valiente o centrado que sea un astronauta, siempre hay una tensión en los vuelos espaciales que nadie de tierra puede realmente apreciar. Un momento de diversión ahí arriba es muy necesario». Young, que en paz descanse, solo lamentó que el sándwich no era muy sabroso porque no tenía mostaza ni escabeche.

Con información de ABC.es