Desde Miguel Alemán Velasco, los veracruzanos no tenemos un gobernador responsable, comprometido, de tiempo completo, que se encargue de conducir la nave por buen rumbo. Don Miguelito, como le dicen sus cuates, fue un gobernador de lujo; durante el sexenio para el que lo contratamos como Gobernador del Estado se dedicó a viajar por el mundo en compañía de su elegante esposa, la ex Miss Universo, Cristian Magnani, así como de un séquito de holgazanes que se dieron vuelo gastando los recursos públicos. Fidel Herrera Beltrán dedicó su sexenio a orquestar nuevas y diversas formas de atracar, de saquear las arcas y a tener sexo con cuanta muchachita le conseguían sus jóvenes “colaboradores” o conseguidores. Pudiendo hacer mucho por Veracruz, Fidel Herrera prefirió superar traumas de miseria y rechazo social llenándose las bolsas de dinero y disponiendo de jovencitas paisanas, lo que nunca pudo hacer antes de ser Gobernador. De Javier Duarte, qué podemos agregar a todo lo que sabemos de él, de su familia y de sus cómplices. Robar, comer y satisfacer sus placeres carnales fue su objetivo. Duarte, junto con los pillos que lo acompañaron en ese fatídico sexenio, acabaron con todo: con el dinero público, con la economía de los empresarios veracruzanos, con las instituciones, con los bienes propiedad del estado, de la forma más cínica y perversa de que se tenga memoria. Y hoy, para desgracia de los habitantes de este estado, el Gobernador dedica su tiempo, las 24 horas, a construir la plataforma electoral que le permita a su hijo heredar el poder, mientras sus gobernados nos debatimos en la peor inseguridad que jamás hayamos padecido en toda nuestra historia: Por favor, que alguien gobierne.