El primero que está consciente que no se pueden echar las campanas al vuelo es el ex presidente municipal de Xalapa -y desde mañana presidente del CDE del PRI- Américo Zúñiga Martínez. Salvo su elección, Américo no ganó una sola en Xalapa durante el tiempo que fue alcalde; los logros de su administración nunca se reflejaron en los resultados electorales, lo que implica que deberá trabajar de cero, principalmente en el municipio que gobernó hasta hace poco más de una semana.
Es evidente que su llegada a la dirigencia estatal del PRI no es por sus resultados, sino por la estrecha cercanía que mantiene con Pepe Yunes desde hace décadas. Así como se decía que si Pepe Meade era el candidato a la Presidencia, Pepe Yunes lo sería a la gubernatura, así mismo se auguró que Américo llegaría al PRI una vez que Pepe iniciara su pre campaña. Y así sucedió.
La conclusión de su gobierno municipal está muy reciente. La llegada de un gobierno de oposición podría minar el capital político ganado; además, no se descarta que el nuevo alcalde haga públicas una serie de eventuales irregularidades. Temas como el gasoducto, de concesiones de última hora como el servicio de limpia pública y el relleno sanitario, y muchos otros, podrían salir a la luz pública conforme los vaya conociendo la nueva administración municipal y se empiecen a calentar las campañas.
Por lo pronto, ayer mismo el próximo dirigente estatal acompañó al pre candidato Pepe Yunes durante un encuentro con cenopistas. Visita que debe haber tomado por sorpresa a muchos, ya que el edificio no tenía actividad desde hace meses, luego de que su dirigente, la efímera senadora Erika Ayala, abandonó la plaza en busca de mejores derroteros y para pelear por su posición en el sindicato de COBAEV ante el acoso del nuevo gobierno. Como muchas otras organizaciones, la CNOP tiene a un dirigente sin liderazgo.
Esa será una de las primeras tareas de Américo: decidir qué hacer con sectores y organizaciones que están más preocupados por pelear por posiciones, candidaturas y el escaso dinero que queda en el PRI, que por reactivar su membrecía y empujar al partido en esta elección. La otra emergencia será reorganizar un Comité Directivo obeso y poco productivo, lleno de personajes que poco trabajan. La estructura electoral, de la cual carece, tendrá que ser la tercera tarea estratégica.
Y es que es evidente que Américo nunca logró integrar su propia estructura electoral y de operación política. La serie de descalabros sufridos en sus cuatro años como alcalde, puso en evidencia que gozaba de buena imagen pero carecía del control de las estructuras políticas y partidistas que le garantizaran un verdadero liderazgo.
Una de las máximas políticas es que para que un gobierno se considere eficiente, debe entregarlo a un miembro de su propio partido. Y lo es por dos razones: porque si se entrega a un opositor es la peor de las derrotas políticas; y porque cuando se pierde, es porque los ciudadanos no percibieron los supuestos o reales beneficios, por lo tanto, estos de poco sirvieron.
La última vez que Américo Zúñiga ganó una elección fue la suya. Y para eso, se tuvieron que juntar varios factores, entre ellos, ir acompañado por dos pesos completos como candidatos a diputados locales: Ricardo Ahued y David Velasco, quienes todavía gozaban del capital político que les generó haber gobernado nuestra ciudad. Además, allá por 2013, el gobierno de Javier Duarte estaba en la plenitud de su operación política: controlaba a los partidos, las candidaturas, el Congreso, el organismo electoral… todo.
Sin embargo, luego de eso, Américo y Javier Duarte sólo sumaron derrotas en la capital Xalapa. Tras la elección municipal de 2013, al año siguiente vino el último respiro que hemos tenido los veracruzanos en materia electoral; en medio de nuestra miseria económica y política, no hemos dejado de tener elecciones cada año, que sólo resultan un acto de carroña entre los partidos políticos.
La primera elección perdida fue precisamente en 2015 a manos de Cuitláhuac García, el hoy pre candidato al gobierno de Veracruz, quien sin hacer campaña no permitió que Elizabeth Morales ganara una sola casilla en Xalapa. Entonces se dijo que había sido una derrota inducida en contra de la actual delegada del ISSSTE; que se habían cobrado viejos agravios a personajes claves, entre ellos, el haberse encaprichado a ser la candidata en contra de la voluntad de Javier Duarte. Su destino fue un efímero ostracismo político.
Sin embargo, la derrota se repitió al año siguiente, esta vez en la concurrente para Gobernador y para diputados locales. Tanto Héctor Yunes como Adolfo Toss y Corintia Cruz –ellos sí con el apoyo de Américo-, fueron avasallados por una Morena desconocida que logró uno de sus triunfos electorales más importantes en el país. En esa jornada electoral, el propio Américo contaba con que se habían ganado ambos distritos. Alguien lo engañó, lujo que no podría darse ahora.
Finalmente, la última derrota vino en la elección más importante: la de su sucesor. Otra vez Morena ganó de manera absoluta la capital del estado. La historia ya la conocemos. Así que la llegada de Américo al PRI no debe ser un festejo; no trae los mejores números ni al mejor equipo. Por eso se sacó la rifa del tigre.
Las del estribo:
- Lo que sucedió en Tuxpan es verdaderamente abominable. Ante la violencia incontrolable que vive el estado, los padres mandan a sus hijos mayores a acompañar a los más pequeños a la escuela y otros sitios. Eso sólo sirvió para que un joven de 20 años fuera asesinado mientras su hermana menor era abusada sexualmente. Este execrable suceso que no mereció ni una palabra del gobierno estatal, ocupado en su guerra de lodo para ganar la elección. Del homicidio del ex alcalde perredista Víctor Molina mejor ni hablamos.
- Hoy Veracruz tiene un panismo de cepa. Ese que defiende y ejerce una doble moral. Así, mientras diputados panistas pretenden excluir a parejas gay de los beneficios del concubinato –algo que ya se reconoce en muchas leyes-, sus ínclitos dirigentes protagonizan escándalos por intentos de violación a mujeres en lugares públicos. Así es esta cosa del cambio.