El Presidente Municipal de Veracruz está hoy a 20 días de entregar el cargo, en el que estuvo cuatro largos y fructíferos años.

Largos y fructíferos… pero también complicados como nunca antes, porque le tocó vivir, sufrir y sobrevivir la peor crisis financiera en la historia del estado, provocada por la caterva de Javier Duarte y su tropa, que mantuvo a los ayuntamientos postrados por la falta de pagos.

Sin embargo, Ramon Poo le echó imaginación al asunto y logró hacer en su cuatrienio varias obras que quedan para la posteridad. Es evidente que lo que se ve no se pregunta -como dijera el filósofo de Juárez- y por eso refulge la remodelación del centro de la ciudad y en especial el hermoso paseo en que quedó convertido el parque que está frente a la aduana y llega a los bajos del puente de ferrocarriles.

Pero hay que agradecerle también a Ramón la obra enterrada, ésa que no se ve pero que hace tanto bien y aumenta sensiblemente la calidad de vida de los habitantes del municipio.

Las obras de agua potable y alcantarillado, y todo lo que se hizo para mejorar los drenajes pluviales, garantizarán por muchos años la dotación del líquido vital y la contención de las aguas durante las tormentas cada vez más extremas que llegan a caer sobre la ciudad.

Veracruz es una ciudad muy politizada, seguramente la más en toda la República, y como alcalde Poo Gil tuvo la sapiencia para dejar que los grupos políticos priistas -los del partido que lo llevó al poder- transcurrieran de manera natural, sin inclinarse por alguno en especial. Y con la oposición logró establecer una relación de respeto que lo llevó a que muchas de sus iniciativas fueran aprobadas por unanimidad o casi, en un cabildo en el que campeó la pluralidad.

Cuando Ramón Poo tomó posesión hace cuatro años menos 20 días, llegó con la firme voluntad de ser uno de los mejores alcaldes porteños del siglo XXI -del mismo modo que su padre, don Gerardo Poo Ulibarri, fue uno de los mejores munícipes del siglo XX-, pero las condiciones económicas y el Gobernador que le tocó en mala suerte no fueron propicios para hacer las grandes transformaciones que tenía planeadas.

No obstante, logró cumplir como el alcalde que llegó a ordenar la administración municipal y a mejorar sensiblemente los servicios al público, sin necesidad de aumentar sensiblemente las contribuciones que debe pagar la ciudadanía.

Además, Ramón Poo Gil tuvo en favor de su municipio su profunda condición de jarocho por todos los costados. Siempre vivió en Veracruz, y tiene pensado seguir habitando en esa ciudad entrañable para él y su familia.

Hay que abonar a su buen gobierno el hecho de que su esposa, Maricruz Barreda Cobo, hizo una labor ingente en el DIF municipal, con una tarea incansable para auxiliar a las clases desprotegidas, como los ancianos, los niños y las madres solteras.

Enmedio del mar embravecido de la locura duartista, Ramón Poo logró conducir al ayuntamiento jarocho por las aguas profundas de la sensatez en el gasto, del rigor financiero y de la honorabilidad en los manejos presupuestales.

No por nada es un presidente municipal que no tiene señalamientos como otros, que se fueron de bruces tras el dinero fácil.

En este momento, la comuna que encabeza nuestro protagonista de hoy está culminando la entrega de la administración a un presidente de otro partido, y sin embargo, el proceso ha ido avanzando dentro de la normalidad y la normatividad.

Contra las terribles condiciones en que debió gobernar, el alcalde Ramón Poo quedará inscrito en la historia como uno de los mejores de este siglo.

No es poca cosa…

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