Para que no se pueda abusar del poder,
es preciso que el poder detenga al poder.
Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu
Hoy inicia el periodo ordinario del Congreso del Estado. Recuerdo que cuando leía a Locke, Hobbes, Rouseau, Montesquieu y a Constant, en mis clases de teoría política me emocionaba el modelo de la división de poderes y de la balanza del poder, y estaba convencido de su importancia en la democracia, y lo sigo estando, aunque ahora después de más de 30 años de haber estudiado sé que la realidad nunca corresponde completamente a la teoría, y mucho menos a la ley.
El Poder Legislativo debe ser un espacio de diálogo, donde se esté llevando a cabo la más alta calidad en la discusión sobre los temas y problemas públicos; debe ser un espacio de pensamiento de vanguardia para escuchar y analizar cómo queremos ser, dónde queremos estar en el futuro y cómo debemos caminar a ese futuro; debe ser un lugar de diseño de la sociedad que queremos ser.
El Congreso del Estado de Veracruz no demuestra ser nada de lo anterior. Al contrario, es un espacio que refleja el secuestro de la política por los partidos políticos y las camarillas manejadas por intereses mezquinos. Desafortunadamente así está diseñado nuestro sistema electoral y nuestro sistema político, con una mal interpretada pluralidad y representación política.
En la forma como se conduce la cámara de diputados no se refleja un entendimiento de lo que es la rendición de cuentas. La principal tarea del Congreso es legislar, pero también tiene una responsabilidad de contrabalanza no sólo del Ejecutivo, sino también de todos los órganos autónomos y sistemas de pesos y contrapesos que va creando.
En la última sesión de la actual Legislatura, se presentó la iniciativa que regula la reforma constitucional para crear un sistema estatal anticorrupción, misma que deberá aprobarse a la brevedad por lo que es uno de los principales pendientes de este periodo que inicia hoy 5 de noviembre.
Esta iniciativa que crea la Ley Estatal Anticorrupción es un ejemplo de un “peso y contrapeso” que crea el Congreso para supervisar y controlar al poder, y en específico al poder ejecutivo y su administración pública.
Como verán a continuación, la iniciativa es un laberinto burocrático que crea comités, comisiones, secretarios, etc., que reflejan el grado de complejidad que han llegado a tener las telarañas mentales de los gobernantes y de los diputados, y muestra la falta de pulcritud legislativa y de técnica parlamentaria a la hora de elaborar textos legales, que crean burocracias infernales.
La Ley regula y establece el Sistema Estatal Anticorrupción, y crea un Comité Coordinador y una Secretaría Ejecutiva, también un Comité Estatal de Participación Ciudadana, y el Sistema Estatal de Fiscalización. Ese Comité Coordinador tendrá un Presidente.
La Secretaría Ejecutiva del Sistema Estatal será un organismo descentralizado, no sectorizado, con personalidad jurídica y patrimonio propios, con autonomía técnica y de gestión, como un órgano de apoyo técnico del Comité Coordinador. Esta Secretaría Ejecutiva tendrá una Comisión Ejecutiva que será su órgano técnico auxiliar, y al frente estará un Secretario Técnico. Además se crea una Fiscalía especializada en combate a la corrupción. Y por último, se establece el Sistema Estatal de Fiscalización.
Tan solo de leer la iniciativa ya me perdí tres veces y hasta me mareé. En resumen, es un Sistema que tendrá un Comité de selección y luego otro Comité que tendrá un Presidente que tendrá otro Comité que tendrá una Secretaría Ejecutiva que tendrá un órgano de gobierno que tendrá un Secretario Ejecutivo que tendrá una Comisión Ejecutiva que tendrá una Secretaría Técnica. Además en el Comité Coordinador están el Contralor, el titular del ORFIS, y el titular del Instituto de Acceso a la Información, entre otros. A eso se le añade otro sistema de fiscalización. Es en serio, es de risa loca.
El Poder legislativo tiene la responsabilidad de hacer leyes, pero también tiene la responsabilidad de crear instituciones, y tanto esas leyes como las instituciones que crean, deben ser claras, para que precisamente cumplan su función de ser verdaderos mecanismos de contrapesos y control gubernamental.
En una fecha como hoy pero de hace un poco más de 400 años, Guy Fawkes quiso quemar el Parlamento inglés en la “Conspiración de la Pólvora” el 5 de noviembre de 1605, por el descontento de los católicos ingleses contra normas muy duras.
No es el caso de México, pero sí la exigencia de contar con una representación legislativa inteligente, con visión de futuro, que elaboren instrumentos legislativos claros que no aumenten la confusión y la burocracia.
México se está convirtiendo en el país de leyes perfectas que crean sistemas impecables, pero que no funcionan, no se aplican y sólo crean más burocracias privilegiadas. Si nuestros gobiernos son inteligentes, deben de pensar que ya somos muchos Guys Fawkes que a veces nos gustaría, si bien no quemar el Congreso, sí por lo menos ponerles unos fuegos artificiales para que despierten.