Universidad Veracruzana

La música es un hechizo que  penetra en los sentidos del hombre en una especie de fórmula mágica, con alcances metafísicos, que coloca las sensibilidades del ser humano en un estadio de sensibilizaciones,  que elevan los sentidos a la creación.

Gloria in excelsis, bajo los acordes de la gracia del compositor y de quien la interpreta. Quizá sea esta razón suficiente, para crearla, ejecutarla, interpretarla, escucharla y sentirla en armónicas sensaciones, que son del hombre la consagración de su existencia.

Alejandra Urrutia Castelán, nació en Querétaro, pero creció en San Luis Potosí, México. Ahí, en San Luis, se inició en su formación con el chelo al lado de  la rusa Valentina Turusheva, continuando sus estudios más tarde con el Maestro Raymundo Medina, en la Escuela Estatal de Música de San Luis. El método abordado por sus primeros maestros, fue el ruso, lo cual le dio fortaleza y precisión, provocando en ella consciencia para la interpretación de obras de mayor envergadura y la búsqueda de la creación musical.

Posteriormente, decide continuar su preparación en la Facultad de Música, de la Universidad Veracruzana, en Xalapa, Veracruz, México, al lado del Maestro checo Jiri Bunata y la destacada Maestra nacida en Polonia Anna Maklakiewicz, quienes le han aportado conocimientos fundamentales en la técnica y el aprendizaje de los intensos y estrictos métodos checoslovaco y polaco.

Así guiada por estos notables maestros, provocaron la disciplina, y fueron creando el entusiasmo y el gusto por hacerlo cada día mejor. De esta forma fue como J.S. Bach llegó  para entusiasmarle y Beethoven para motivar sus emociones.

Alejandra Urrutia Creció  en un entorno de arte; grabados, pinturas, esculturas, cerámica, dibujos y fotografía.

Su madre Ana María Castelán Durán, de formación arquitecto, era la creadora de ese desorden ordenado, de pintura, barro y materiales distintos por doquier de la casa y su estudio. Su padre Jorge Urrutia Morales, médico veterinario, fue investigador en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias- INIFAP-, en el estudio de pequeños rumiantes, siendo además  fotógrafo aficionado.

La música es el arte más vital del hombre, escribió Nietzsche.

Urrutia Castelán desvela en el chelo, el sentido de la vida, provocando diversos niveles de intensidad de energía sonora, que define en colores su origen cromático de formación en todas las escalas que implican el arte de la música, en tonos y semitonos que van otorgando redondez a sus interpretaciones, motivando la memoria auditiva, estimulando sensaciones neurofisiológicas del ser humano, que provocan, como el personaje griego aedo Museo la armonía del alma y la tranquilidad cognoscitiva de quienes las escuchan.  Bálsamo para el espíritu de los hombres y fortaleza para el transitar de su existencia, sonidos míticos que sanan las condiciones emocionales adversas, estimulando en el ser  el antídoto para la recuperación de las incertidumbres del  alma.

Alejandra Urrutia Castelán, la primogénita de tres hermanos; es obra de ella misma, quien con dedicación, constancia, permanencia y responsabilidad, en arduas jornadas de estudio, ha alcanzado el dominio de su instrumento, el chelo. Logrando la templanza para continuar en la  búsqueda constante del perfeccionamiento, que emerge del cuerpo, el alma y las cuerdas del instrumento, en sonidos creados, motivados y provocados por la destreza aplicada en las crines del arco, que con movimientos acompasados, enérgicos y suaves, provoca y arranca los colores de las variadas interpretaciones que ejecuta en las diversas orquestas en que participa.

Alejandra, se enamoró del chelo, cuando acudió a un concierto a escuchar una suite de Bach, interpretada por el Maestro Ignacio Mariscal, en San Luis; la sonoridad sobria, intensa y dinámica de las notas que emergían armoniosas de la ejecución de Mariscal, provocaron en los sentidos de Alejandra Urrutia, un suceso decisivo de posesión, que por vez primera despertaron en ella un vívida impresión, casi física sobrenatural, que le impulsaba a conquistar el dominio del instrumento, al conectar con una motivación extraordinaria, definiendo, entregarse a la tarea de modo explicito, al estudio de las partituras, de las cuales emerge la música que transmite la digitalización de la memoria, en un conjunto de reacciones sistematizadas, integradas de dos seres para conformar uno sólo, en un lenguaje superior a la razón, con un significado de última y verdadera voluntad, para generar expresiones extraídas de las obras de los compositores.

Es así como Alejandra Urrutia Castelán, determina entregarse a la fuerza de la transfiguración de las expresiones musicales.

Esa fue la mágica palabra de su pensamiento, flotante de resonancia, que, en un instante fue alcanzado con la fuerza de la entereza, sin asomo de duda, que le va impulsando lentamente, pianissimo, piano, presto, prestissimo, forte, fortissimo, intenso, para ser una ejecutante de violonchelo. Y entonces vibra perceptiblemente su alma y queda prendida en el silencio del acorde final de la música de Bach que escuchó por primera vez.

La música como medio de comunicación, contribuye a la construcción social de la realidad, como fenómeno socio-cultural, constituye una dimensión que no puede ni debe  ser ignorada. A lo largo de estos tiempos, algunos han creído que el papel que desempeña la música, no tiene relación … Siendo la música el propio sonido fuerte enérgico  de la creación del universo.

Esta estructura de pensamientos en la sociedad contribuyen a la existencia, como un arte atemporal socialmente contextualizado para la práctica artística, que cumple funciones relevantes dentro de la misma sociedad. Esto refleja un espíritu que interviene dialécticamente en la configuración de los comportamientos sociales, a través de la visión de la música clásica y contemporánea.

La música es comunicación, y sabemos que la comunicación a través del lenguaje o de otros sistemas simbólicos; es epistémica, a través de lo cual conocemos sensaciones y efectos que son fuente del conocimiento para el desarrollo humano.

Un concierto es un acto musical, pero también es un acto de afirmación. Es por ello que uno de los elementos esenciales de la cultura, es aquel, en el que se basa en los saberes de la vida, que dan por sentado la naturalidad. En esa naturalidad se ha desarrollado Urrutia Castelán, en la riqueza de la distribución espacial de la vida de los acordes, que emanan de la capacidad de manejo de la digitación y los movimientos ondulantes precisos del arco, y he ahí, en donde el género de la belleza demuestra capacidad contextualizada en la interpretación y creación de la música.

El deseo de Alejandra Urrutia se va cumpliendo, tiene ya el camino abierto para llegar a un mejor nivel, tiene la capacidad para alcanzar el llamamiento misterioso, que un saber superior le motivo el espíritu para el arte de la música, con compromiso para llegar a lo desconocido del proceso de crecimiento de un artista con fuerza, que desea alcanzar otros designios.

Johan Sebastian Bach, desempeño un papel determinante en la música alemana y del mundo, y como sucede a los grandes, sus aportaciones musicales chocaron con la oposición de los estamentos de su época. Fue en Weimar en la tierra de Goethe en donde encontró el medio adecuado para el desarrollo de su talento. Bach, centro su labor creativa de la música en Weimar en la composición de piezas corales, preludios, tocatas y fugas para órgano, periodo al que también pertenecen sus primeras cantatas de iglesia importantes. Su exquisitez en las   composiciones instrumentales se familiarizan con las formas francesas.

Beethoven compuso desde la profundidad de su origen. No fue un hombre que obedecía a su genio, sino que luchaba por él encarnizadamente, como Jacob con el ángel en su camino de vuelta a Caanan, hasta que le concediera lo último y supremo. Cada sinfonía de Beethoven exigía gruesos tomos de trabajos preliminares, que abarcaban a veces años enteros de camino dificultoso, menos divino, al contrario de Mozart, pero mucho más humano. En una especie de éxtasis, Beethoven caminaba horas enteras a campo traviesa, sin fijarse en nadie y en nada, cantando, murmurando, gritando, marcando el ritmo con las manos, con los brazos al aire. De vez en cuando se detenía y registraba sus pensamientos en notas, en un cuadernillo. Así escribía Beethoven  la música y su historia.

El caminar es parte de la evolución del pensamiento, los pasos estimulan las funciones neurológicas que producen la creatividad y la imaginación, conduciendo hacia objetivos de análisis y reflexión. Nietzsche lo hizo, caminaba y caminaba horas y horas en los campos, sin parar, pensando, recorriendo las intrincadas expresiones del conocimiento, creando también música, para quien la música, fue la justificación del mundo y de la vida.

El chelo es uno de los instrumentos básicos, fundamentales del grupo de cuerdas dentro de la orquesta, realizando normalmente las partes graves, con oportunidades que le permiten  a los instrumentistas, ejecutar partes melódicas. El chelo es uno de los instrumentos  de cuerda que emite sonidos que más se parecen a la voz humana.

Y de humano tiene mucho Alejandra, con capacidad para transmitir sus conocimientos, con paciencia, con palabras precisas, de tal simpleza que provocan el entendimiento y profundidad de la reflexión.

Somos con quien nos juntamos, lo que vemos, escuchamos y sentimos. Y eso se convierte en voluntad, en fuerza creadora como la de Bach y Beethoven, que al igual que Nietzsche, crearon el vibrato de pensamientos armónicos, acuciosos, profundos, reflexivos, que aportaron la evolución del pensamiento.

La expresión musical se halla vinculada a la filosofía desde sus inicios, porque el hombre asocio los sonidos con el origen del universo, siendo Pitágoras en el siglo VI a. C. Quien elaboró la concepción que descifraba la escala musical como un elemento estructural del cosmos, otorgándole a los sonidos en el arte de la música una categoría científica y metafísica.

Siglos después, Robert Fludd, médico, físico, músico, alquimista, astrónomo ingles, doctorado en la Universidad de Oxford; fundamentándose en las teorías pitagóricas sobre el origen de la música, dijo que esta no fue una invención de los hombres, sino del creador del mundo, quien hizo que las orbes celestes giraran en armonía, estableciendo la denominada “Armonía de las Esferas” ;  teoría que Pitágoras había defendido, para demostrar que cada planeta, producía una nota en el espacio y que todo en la música obedecía a un fundamento numérico. Pitágoras tuvo la convicción de que el cosmos y el alma están ligados a las mismas proporciones numéricas de la armonía en el universo.

Y es así, en armonía incesante como Alejandra Urrutia Castelán, continúa en la búsqueda incansable del perfeccionamiento estético que alcance la exaltación de la música.