Antes de tener a mi primer mejor amiga, tuve un primer mejor amigo, con el aprendí a patinar, a andar en bicicleta, a jugar futbol, fue mi compañero y mi equipo, cualquier momento era el ideal para jugar hasta que nos escurriera sudor negro de la frente. Mis juguetes y mis sueños infantiles eran también de el, así como los suyos eran míos. Un día, los otros niños del salón ya no me dejaron jugar con ellos futbol, se habían vuelto más ágiles y fuertes, yo en mi calidad de portera lloraba cada vez que me pegaba el balón. Me despedí de mi primer mejor amigo y me retiré del futbol.

A la semana siguiente, conocí a mi primer mejor amiga, fingí interés en vestir a las barbies, en jugar a la comidita, lo que si me gustó mucho fue jugar a maquillarnos, lamenté que nunca quisiera aventarse en patines conmigo de la calle empinada, pero no importaba, porque mi amiga tenía una imaginación de loca, inventamos y habitamos un sin fin de historias fantásticas, gracias a a ella viví por primera vez hacerme pipí de la risa. Todo duró hasta que ella tuvo a su primer novio, yo me sentí sola y fea, porque hasta entonces nadie me había pedido que fuera su novia.

Los próximos años los compartí en su mayoría con hombres, haciendo “cosas de chicos” y menospreciando mis “cosas de chica”. Abandoné esos hábitos cuando me enamoré por primera vez, asumí que me debía convertir en una “gran chica” para cumplir las expectativas que según yo, mi nuevo amor tenía de mí. Desde entonces tengo la costumbre de depilarme las piernas, las cejas, el bigote y todas las zonas con exceso de pelambre, jamás conseguí dominar los tacones pero descubrí que tengo buen sentido de la moda. Cuando corté con mi primer amor, me confesó que le gustaba más mi versión andrógina ¡plop!.

La construcción de la identidad y realidad femenina contemporánea exigen no solo a las mujeres, también a los hombres relacionarnos de una manera diferente con nuestro entorno, la feminidad y la masculinidad es como si fuera un iPhone, constantemente hay que actualizar para que funcionen bien todas las apps. Es necesario reconocernos como HUMANOS para poder ejercer en plenitud el artículo 4to. de la Constitución Política mexicana, no se puede pretender ser iguales legalmente si no sabemos ni lo que somos.

Y es que en temas de igualdad, el pasado 17 de octubre celebramos el sexagésimo cuarto aniversario del derecho de la mujer mexicana a votar y ser electa, plasmado en el Artículo 34 Constitucional. Me fascina imaginar a Hermila Galindo, a Florinda Lazos León, a Edelmira Rojas, a María Ríos Cárdenas, a Elvira Carrillo Puerto, a Margarita Robles, mujeres que desde su trinchera y con valor, hicieron la diferencia para mi y para todas las mujeres mexicanas de estos tiempos. Si en la vida pública las mujeres somos dignas de obligaciones, también somos dignas de derechos.

Según el Instituto Nacional Electoral, hasta el día de hoy, en Veracruz, 2,991,586 mujeres son ciudadanas con credencial para votar vigente, representando un 52.73% de la lista nominal, esto quiere decir que la fuerza política de nuestro estado está en las mujeres. Me pregunto cuál es la razón por la cual las campañas políticas siguen siendo en su mayoría dirigidas para y por hombres, pero sobre todo, cuál es la razón por la que aun teniendo una Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, las presidentas electas, las diputadas del H. Congreso del Estado de Veracruz y las titulares del gabinete del gobierno del Estado sean una ridícula minoría. Los datos duros demuestran carencias por parte de las mujeres en su comportamiento electoral y exceso de pasividad en el ámbito político ¿algo se está haciendo muy mal no creen?

A estas alturas del partido, ya estamos en penaltis, el árbitro (la sociedad) marcó falta y nos toca a nosotras las mujeres cobrar el penal, los estereotipos y prejuicios de género son el guardameta y la ignorancia el portero. Por cierto ya está próxima la liguilla, espero estar en la final. De niña me retiré del Partido, pero como mujer voy a ganar el campeonato.