«De cuatro en cuatro nos iremos muriendo aquí sobre la tierra» sentencia José Emilio Pacheco en Tarde o Temprano, poema escrito (en cuatro partes) a partir de varios poemas de Netzahualcóytl, según las traducciones de Angel María Garibay y Miguel León Portilla.
La afirmación resultó profética ya que él murió el 26 de enero de 2014, apenas unos días después de su gran amigo Juan Gelman, a quien dedicó su última columna en Proceso. En abril de ese mismo año, murió García Márquez y en diciembre, Vicente Leñero.
Cuatro años antes (el cabalístico cuatro), en 2010, murieron Carlos Montemayor, Carlos Monsiváis Germán Dehesa y Alí Chumacero, ese año también murió José Saramago pero él nunca vivió en México, de ellos hablamos en la serie El depredador 2010, a los que partieron en 2014 dedicaremos esta semana, en esta entrega dejo un par de décimas dedicadas a esos cuatro escritores -dos mexicanos de nacimiento y dos por adopción- y el poema de Pacheco que dio origen a esta serie.

De cuatro en cuatro se van
los gigantes de la pluma,
de cuatro en cuatro la bruma
va difuminando el clan.
Como muere el tulipán
y se borran las pinturas,
habrán de tornarse oscuras,
hasta perderse, sus caras
pero quedarán muy claras
sus letras, en las alturas

José Emilio, Juan, Vicente
y el Gabo son cuatro instantes
efímeros, mas constantes
pues su palabra es presente
sempiterno, llama ardiente.
Han de ser sus escrituras
indelebles armaduras
para sortear el olvido
y aun cuando hayan partido
no se borren cual pinturas

TARDE O TEMPRANO

Homenaje a Nezahualcoyotl *

I

No tenemos raíces en la tierra.
No estaremos en ella para siempre:
sólo un instante breve.
También se quiebra el jade
y rompe el oro
y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.
No tendremos la vida para siempre:
sólo un instante breve.

 

II

En el libro del mundo Dios escribe
con flores a los hombres
y con cantos
les da luz y tinieblas.
Después los va borrando:
guerreros, príncipes,
con tinta negra los revierte a la sombra
No somos reyes:
somos figuras en un libro de estampas.

 

III

Dios no fincó su hogar en parte alguna.
Solo, en el fondo de su cielo hueco,
está Dios inventando la palabra.
¿Alguien lo vio en la tierra?
Aquí se hastía,
no es amigo de nadie.
Todos llegamos al lugar del misterio.

 

IV

De cuatro en cuatro nos iremos muriendo
aquí sobre la tierra.
Somos como pinturas que se borran,
flores secas, plumajes apagados.
Ahora entiendo este misterio, este enigma:
el poder y la gloria no son nada:
con el jade y el oro bajaremos
al lugar de los muertos.
De lo que ven mis ojos desde el trono
no quedará ni el polvo en esta tierra.

 

 

CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN G+        CONTACTO EN TWITTER

 

 

 

VER TAMBIÉN:
Los nacimientos y las muertes de Juan Gelman | 2014, cuatro vuelos, cuatro duelos / II
García Márquez, el ejemplar supremo | 2014, cuatro vuelos, cuarto duelos / III
Vicente Leñero, fílder y guerrero | 2014, cuatro vuelos, cuarto duelos / IV
José Emilio Pacheco, lúcido traidor | 2014, cuatro vuelos, cuatro duelos / V

 

 

Montemayor, Saramago, Monsiváis, Dehesa y Chumacero, esas ausencias
Carlos Montemayor, poeta chino de la dinastía Tang │ El depredador 2010 / I
José Saramago, habitante de la memoria │ El depredador 2010 / II
Carlos Monsiváis, la palabra fundacional │ El depredador 2010 / III
Germán contra Dehesa │ El depredador 2010 / IV
Alí Chumacero, despeño de la esperanza│ El depredador 2010 / V