El primer pie que posó Américo Zúñiga Martínez -en su calidad de alcalde- sobre el terreno de la cultura, fue el izquierdo, promovió una reforma hacendaria tan insensible como leonina: cada vez que los artistas quisieran presentar su trabajo, deberían pedir y pagar un permiso, después, pedir y pagar un permiso por cada una de las estrategias publicitarias que eligieran, es decir, un pago por repartir volantes, otro por pegar carteles, otro por anunciar de viva voz por las calles, etc. Finalmente, tendrían que pagar un porcentaje por las entradas de un espectáculo cuyos permisos por presentarlo y publicitarlo ya había sido pagado. En el colmo de provocación –porque eso parecía-, la propuesta del recién estrenado alcalde excluía de pagar impuestos por la colocación de anuncios o cualquier acto publicitario a los partidos políticos y las asociaciones religiosas (¡en un Estado laico!).

Evidentemente, la indignación de los artistas fue mayúscula y enérgica su respuesta, aglutinados en el colectivo Artistas en Libertad, protestaron en el Parque Juárez con un festival en el que teatreros, decimeros, músicos, titiriteros y danzantes presentaron su trabajo, ese que al Ayuntamiento le resultaba tan apetecible.

El alcalde entendió, o sus asesores le hicieron entender, que se estaban metiendo en un terreno de arenas movedizas porque los artistas son pensantes y rezongones, y dio marcha atrás. A partir de ese momento, hay que decirlo, se volvió aliado de la cultura, en muchas ocasiones apoyó a los artistas y se sumó o promovió diversas actividades. El punto climático llegó, desde mi punto de vista, en julio de 2015, cuando el Ayuntamiento de Xalapa logró reunir a músicos tan renombrados como David Sánchez, Mario Castro, Alex Mercado, Manuel Valera, Jonathan Hoard y varios más en el Primer Encuentro Internacional de Jazz Xalapa 2015, un acontecimiento sin precedentes no solo en esta ciudad sino en el país entero pues nunca antes un ayuntamiento había organizado un festival de jazz de tales dimensiones.

Durante una semana, el jazz tomó posesión no solo de espacios convencionales como el Teatro del Estado y el Auditorio del ISMEV, sino de lugares a los que nunca había llegado como canchas deportivas, parques y salones ubicados en colonias que suelen ser excluidas de este tipo de acontecimientos. Hubo, además, una atractiva oferta académica para estudiantes y músicos profesionales. Fue una semana gloriosa que desde esta columna aplaudimos, y reconocimos la labor del alcalde y de todos los que intervinieron en la organización de tan importante jornada.

Como nunca faltan los maloras, se cuchicheó por ahí que el Ayuntamiento pretendía opacar al Séptimo Festival Internacional JazzUV que se realizaría en octubre de ese mismo año. En la presentación del Encuentro, el alcalde respondió con altura y sensatez:

«Xalapa tiene una historia, Xalapa ha forjado músicos extraordinarios, grupos excelentes que nos han llenado de orgullo. No intentamos competir con nadie, intentamos compartir, no se tienen que hacer dos, se tienen que hacer 10, se tienen que hacer 20, se tienen que hacer 50, esta ciudad lo merece».

Aunque con otro nombre, 11 meses después se realizó el Xalapa Jazz Festival Segunda Edición, encuentro que superó al anterior: John Patitucci, Chris Potter, Rudy Royston, Gonzalo Rubalcaba, Armando Gola, Horacio «el Negro» Hernández, Miguel Zenón, Luis Perdomo, Hans Glawisching, Henry Cole, Marco Pignataro, George Garzone, John Lockwood, Ron Savage, Pete McGuiness, Jonhattan Hoard y varias decenas más de jazzistas hicieron, de la comprendida entre el 20 y el 26 de junio de 2016, otra de las semanas que quedarán plasmadas de manera indeleble en la memoria de esta Atenas.

En ese festival presenciamos otro acontecimiento extraordinario: por primera vez en la historia, se trasladó un piano de cola hasta el Parque Juárez para que fuera tocado, en el concierto final, por Gonzalo Rubalcaba. Fue un cierre espectacular, el Volcán Trío es uno de los grupos actuales más connotados del mundo (quien esté medianamente enterado de los vaivenes del jazz, sabrá que no exagero) y presentarlo en un espacio público y abierto en el corazón de la ciudad, fue un gran acierto.

Para ser justo, debo destacar que la presencia de tantos músicos internacionales de elevada estatura, se debió al profesionalismo, los contactos y los buenos oficios de Arturo Caraza Orozco, notable saxofonista xalapeño que fungió como coordinador general de ambas ediciones.

En esa última jornada, ante Gonzalo Rubalcaba, Armando Gola, Horacio «el Negro» Hernández y los más de 1000 espectadores a los que no nos importaron ni los torrenciales aguaceros ni la final de la Copa América, el alcalde Américo Zúñiga Martínez se comprometió a realizar, este año, la tercera edición, lo que supondría cerrar su administración con un broche de metal precioso.

No tengo elementos objetivos para afirmar que el alcalde incumplirá su promesa pero estamos terminando agosto y no hemos tenido noticia alguna, JazzUV ya ha anunciado que en octubre realizará su octavo festival, ¿será que el Ayuntamiento nos tenga preparada una sorpresa de magnas dimensiones o que, tras el abrupto traspiés de su partido en el proceso electoral pasado, el alcalde cayó en tal depresión que olvidó que «no se tienen que hacer dos, se tienen que hacer 10, se tienen que hacer 20, se tienen que hacer 50, esta ciudad lo merece»?

Entre los cientos de desgracias que nos aquejan está el hecho abominable de que en este estado hay elecciones cada año, en junio de 2015, hubo para diputados federales, en junio de 2016, para gobernador, así que el proceso electoral del pasado junio no puede ser obstáculo para que se realice el festival prometido, de no suceder, causaría muchas suspicacias que fuera, precisamente, en el año en que se contendió para renovar la administración municipal.

Desde esta columna preguntamos al alcalde Américo Zúñiga Martínez: ¿habrá festival de jazz del Ayuntamiento este año?, ¿cuándo será?, ¿qué grandes jazzistas conocerán Xalapa? Espero que pronto tengamos una respuesta positiva porque, no lo olvide señor alcalde, «esta ciudad lo merece».

 

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