El periodista Raymundo Riva Palacio dice en su columna del 31 de julio, que Javier Duarte de Ochoa sintió por primera vez el frío presidencial el 5 de junio del año anterior, cuando cerca de las seis de la tarde policías federales le arrebataron a sus policías al senador Fernando Yunes, hijo del actual gobernador de Veracruz, a quien habían detenido en un retén.

La acción federal, en violación de la autonomía estatal -dice el periodista- era el colofón de horas de presión del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, para que lo liberara. Cinco veces le llamó a Duarte, quien se negaba a soltarlo. “¡Es senador, cabrón, suéltalo!”, contó Duarte que le había gritado el secretario, aquella tarde. Poco después, cuando le informaron que les habían quitado al senador, Duarte comentó: “Ya nos abandonó el Águila”, en alusión al presidente de la República.

Pero no, el Águila aún no lo había abandonado; le dio tres meses más de gracia para que siguiera destrozando a Veracruz, le dio chance de presentar su renuncia y huir del país. Le dio oportunidad de que se refugiara en Guatemala, pero al ver que las cosas se ponían duras y que el apostar al olvido de los veracruzanos no le redituaría votos en las próximas elecciones, negoció con el gordo impunidad para su esposa y toda su parentela, a cambio de unos meses en prisión.

Y Duarte fue aprehendido en Guatemala y su esposa se fue a Inglaterra. Luego lo extraditaron y lo entambaron en el Reclusorio Norte. Y para amparar los bienes robados con tanto esfuerzo, la ex primera dama Karime Macías comenzó en París los trámites de divorcio.

Hasta ahí las cosas iban más o menos bien, pero una encuesta hecha por la misma presidencia encendió todos los focos rojos en Los Pinos. La encuesta dice que como lo pongan y donde lo pongan, Andrés Manuel López Obrador ganará la elección presidencial del 2018 aunque el candidato del PRI sea su Santidad el Papa.

¿Soluciones para evitar la catástrofe? Casi no hay. Acaso una que elevaría un poco, pero nomás un poco la confianza del electorado en el PRI. ¿Cuál es? Dígala pronto, señor asesor. Desembarazarnos por completo de los ex gobernadores acusados de corrupción, principalmente de Javier Duarte. En palabras llanas, quitarle nuestra protección y apoyo.

Carajo, qué contrariedad. Javier siempre fue el más amigo; no sólo el que dio mil millones de pesos para mi campaña, sino el que apoyó a candidatos de otros estados.

Escoja usted, señor. Podemos negociar con cualquier otro candidato ganador, menos con Andrés Manuel. O es Duarte o usted será el próximo en ir a la cárcel si el tabasqueño llega a la presidencia.

Este martes la Procuraduría General de la República dio a conocer que había ordenado congelar las cuentas de Karime Macías, Daniel Duarte de Ochoa, María Cecilia de Ochoa Guasti, Jesús Antonio Macías Yazegey y María Virginia Jazmín Tubilla Letayf; esposa, hermano, madre y suegros respectivamente de Javier Duarte. Aparte de otras ocho personas entre familiares y testaferros.

De ribete, la Sección Instructora de la Cámara de Diputados aprobó iniciar el proceso de desafuero contra el legislador federal Alberto Silva Ramos, que fuera vocero de Duarte.

Esto último no deja de ser paradójico porque apenas el pasado viernes el coordinador parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados, César Camacho, había señalado que la solicitud de desafuero contra Silva Ramos no procedía. “Ese asunto ha quedado sin efecto, justamente por la deficiencia de la Fiscalía de Veracruz”.

Con esto, el tuxpeño sintió que había agarrado oxígeno, hasta que este martes le quitaron el tanque.

Y es que la consigna en Los Pinos es deshacerse de todo lastre que huela a latrocinio y corrupción de ex funcionarios priistas, principalmente del gobierno de Duarte. No para ganar la elección del 2018 porque saben que con eso no les alcanza, sino para subir unos puntitos en la percepción de confianza del electorado.

Con la congelación de las cuentas bancarias de sus familiares y esbirros, ahora sí el Águila dejó solo a Javier Duarte de Ochoa.

Por puro instinto de conservación el pajarraco levantó el vuelo y lo dejó abandonado a su suerte.

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