Esta mañana de lunes desperté con la firme intención de comenzar a hacer ejercicio. Naturalmente el primero en protestar fue mi corazón: “Pero, ¡si la cama está tan calientita y la mañana tan plácida!, mejor empiezas mañana, ¡sin falta!…”, y posteriormente el cerebro comenzó a intentar buscar una mejor alternativa que sonara legítima para excusarme de la nefasta tarea de ponerme la ropa deportiva y comenzar el ejercicio: “Tengo muchas cosas que hacer… por un día que no lo haga no quiere decir que jamás lo voy a hacer”, etc.
Así, ánimo y razón se unieron para socavar mis valientes esfuerzos por recuperar el cuerpo esbelto que jamás he tenido, ¿pero qué les pasa?, sí aquí mando yo, no ellos… O eso creo.
Esta batalla matutina me inspiró así que me levanté, me estiré muy bien, caminé hacia la habitación donde está una de las máquinas que tengo para hacer ejercicio… y curiosamente me desvié unos 45 grados a la izquierda y acabé sentada frente a la computadora. Sí, lo se… Esto no suena nada inspirador. Pero pensé que quizá escribiendo estas líneas, la otra inspiración me iba a llegar, la de despegar los pies y mover el cuerpo. Porque después de todo, no puede haber cuerpo sano en mente llena de excusas.
Mi pregunta es ¿Por qué es tan complicado comenzar a hacer ejercicio? De hecho, ¿por qué es siempre complicado empezar a hacer cualquier cosa nueva? Dejar de fumar, hacer dieta, dejar de beber, ahorrar dinero, pasar más tiempo de calidad con familia o amigos, aprender otro idioma, dejar las redes sociales…Falta de disciplina, falta de voluntad, ¿qué sé yo? Pero siempre es tan duro dar el primer paso, y más duro aún no abandonar la tarea a los dos días, o minutos de haber comenzado. No puedo hablar por todos, o generalizar, sólo puedo hablar desde mi experiencia, en la que quizá uno o dos se verán reflejados.
Según yo, en la actualidad hay dos factores que siempre actúan como obstáculo ante los nuevos proyectos o cambios de actitud: Prejuicios y modas. Vayamos por partes.
Desde pequeña asumí el rol que me dio la gente a mi alrededor, la de la niña “listilla” y estudiosa. La de los dieces en la escuela y gusto por aprender de todo. Y por lo tanto, sin darme cuenta abracé también el principal vicio del ratón de biblioteca: pasividad, pasividad, mucha pasividad. Y aunque en todos esos años, con la amable invitación de mis padres, traté de convertirme en una persona activa, ágil, esbelta- e intenté de todo: aeróbics, natación, basquetball, gimnasia, bicicleta fija, caminadora, ir al gym, ballet, danza árabe, zumba- por una u otra razón siempre terminaba desertando. Y con la alimentación sana era lo mismo. Mi gusto por los carbohidratos y la Coca-cola han sido mi mayor rival desde tiempos inmemoriales.
Lo que quiero decir, al contar toda esta fallida historia de fitness, es que uno de los factores por los cuales la gente de hoy en día tiene tantos problemas para ejercitarse es la autodefinición. “Yo no sirvo para eso”, “Yo soy más de interiores”, “Yo nunca fui del tipo atlético”. No puede haber error más grande al comenzar un proyecto, que cimentarlo en nuestros prejuicios en vez de en nuestras metas u objetivos.
Si esas etiquetas fuesen ciertas, las personas no tendríamos un cuerpo adaptado biológicamente para correr, saltar, nadar, etc: piernas largas con pies que proveen estabilidad y equilibrio, brazos largos, una columna vertebral fuerte. Y si tenemos todo eso, lo mejor sería usarlo para nuestro bien.
Cuerpo y mente no están peleados, al contrario, uno es la causa del otro. Hacer ejercicio no debería ser parte de una rutina cansona y ajena a nuestra cotidianidad. Pero, pero, pero, como siempre, la modernidad se encarga de torcer un poco las cosas para hacerlas más complicadas.
Si bien actualmente existe una cultura del ejercicio muy difundida en medios y redes sociales, esta cultura responde más a un status quo, que a un buen hábito. Hoy en día es más importante hacer ejercicio usando una playera y unos tenis Nike de tres mil pesos, que hacer el ejercicio mismo. Ponerse unos pants rotos y viejos para salir a correr prácticamente invalida el acto de correr, y mucho más si no hay una foto subida a las redes para probar que sucedió.
Otra de las ironías reside en que los ejemplos a seguir que se nos presentan -entrenadores, bloggers, celebridades- son de hombres y mujeres esculturales, me atrevería a decir que en la mayoría de los casos se trata de modelos prefabricados en un quirófano, y que cuando los vemos pensamos en lo imposible, en lo lejos que estamos de una meta decente, y eso nos asusta o nos desanima.
Lo mismito sucede con el mundo de las dietas, los dietistas, los gurús de lo sano, los productos light o veganos, y en general con cualquier cosa que la sociedad red decida que es “la nueva moda”. Todo lo convierten en una competencia de gastar dinero, tener la mejor foto y difundirlo en la red. Qué joda.
Es por eso que hace un párrafo, decidí ponerle pausa a mis reflexiones y así como estaba en pijamas, me puse unos tenis de 180 pesos, hice el calentamiento lo mejor que pude y me puse a hacer sentadillas, abdominales y caminadora por el lapso de una hora. No más, porque lo bueno se va dando de a poco. Terminé el ejercicio con un gran vaso de agua y un baño refrescante.
La cosa es que uno podría hacer de todo, pero de verdad necesitamos alejarnos un poquito de las modas. ¡Todo es una moda ahora!, hacer ejercicio, comer bien, cuidar las plantas, viajar, tener hijos, tomar café, tener mascota. Nada puede hacer uno ya así como va, así como cae, sin filtros o selfies, sin caros accesorios. Todo lo que hacemos debe ser producto de una estética bien cuidada y planificada, y para todo debemos contar con los gadgets de las marcas apropiadas para que “sea mejor” el resultado.
¿Y si yo quiero hacer mi jardín así como el de las señoras de antes, usando botes de yogurt y botellas de plástico recortadas, con tierra que vende un señor que va de casa en casa ofreciendo y que no tiene minerales ni nutrientes especiales? Y si mi jardín da buenas verduras o flores, ¿no es finalmente lo que importa?
Y si hago ejercicio y no me tomo foto y no me compro el suplemento energético (que está bien caro), y no uso ninguna aplicación del teléfono que mida mi rendimiento para publicarlo en facebook? ¿Será que adelgace menos?
Y si mi dieta especial consiste en comer verduras y tomar agua, sin tomar pastillas ni comprar quinoa, stevia, moringa, té de alcachofa, barras de cereal cero calorías, y además sin tomarle foto a mis ensaladas ni echar mis jugos de fruta en un termo bonito que combine con el color de mis tenis… ¿será que me funcione menos?
Pues quien sabe, pero yo creo que entre más presión social le aventamos a los regímenes personales, o a nuestros hobbies, menos los vamos a ver realizados.
Haz ejercicio porque quieres estar sano, porque quieres adelgazar para sentirte bien contigo mismo, no porque tengas que publicarlo en una red. Haz todo lo que te propongas mientras sigas teniendo tiempo y salud para hacerlo. De todos modos quienes más te quieren se van a dar cuenta del cambio sin que lo anuncies en ninguna parte.
Tampoco dejes que tus propias etiquetas te frenen para cambiar. Haz las cosas y ya luego averigua si “estás hecho para ello” o no. A lo mejor tú mismo te sorprenderás de lo bueno que eres para alguna actividad que jamás habías intentado.
Todo empieza en querer hacerlo, y no en querer presumirlo.
“Somos los que hacemos repetidamente, la excelencia, entonces, no es una virtud, es un hábito” – Aristóteles.