La estética de Atenea C.B. rima siempre con la sabiduría: transita de la agonía a la fantasía, de la psicología a la mitología, de la epifanía a la zona umbría, de la biografía a la profecía.
A diferencia de la diosa griega, esta hija de la Atenas trabaja en la construcción de una mitología en la que la figura femenina es una representación humana que no tiene medio cuerpo de pez ni pelo de serpientes ni aliento venenoso ni miles de cabezas ni un ánfora continente de todititos los males que nos aquejan; una figura osada y falible, espiritual y sexual, tocable con pétalos y espinas, humana.
A través de sus imágenes, la pintora nos interna en un mundo en el que el color es norma y la forma, horma que moldea nuestra fantasía y la somete a sus designios; un universo en el que divertimento y reflexión se toman de la mano para generar una realidad que, una vez emergida de los pinceles y las espátulas, se planta en nuestros jardines internos y florea y fructifica y se llena de nidos y esas cosas.
En su estudio, con sus cuadros como testigos me dijo:
Primeros pasos tras los trazos
Mi nombre es Atenea Castillo Baizabal pero no firmo con mi nombre completo, firmo Atenea C.B., soy xalapeña. El gusto por el dibujo y la pintura lo tengo desde niña, desde que recuerdo, recurría al dibujo y a la pintura como un juego.
En mi familia no hay una sola persona que se haya dedicado profesionalmente a algún lenguaje artístico, sí hay un tío que mostró interés por la escultura pero nunca lo hizo profesionalmente, otro se interesó por la música pero lo hacía como pasatiempo. Mis abuelos tenían una educación tradicional y para ellos las actividades artísticas no eran profesiones, no eran algo a lo que uno pudiera dedicar seriamente su vida. Mis papás, afortunadamente, no tenían esa visión y desde muy chica estuve en talleres de dibujo y pintura.
Me gustaba mucho pintar, mi mamá es contadora, yo pasaba mucho tiempo en su despacho y me dedicaba a retratar a la gente que trabajaba ahí. Como a los 13 años me metieron a un taller de verano de dibujo y pintura que había en el Patio Muñoz, lo daba el maestro Luis Castillo Rechy. Al principio fue un poco a la fuerza, yo no quería ir, era adolescente y quería pasar el verano flojeando pero mi mamá vio ese interés en mí y me llevó a ese taller, solo me tuvo que llevar a rastras una vez porque al siguiente día fui voluntariamente y seguí yendo durante tres años más, hasta que falleció mi maestro.
El maestro fue siempre muy paciente conmigo, muy cálido, muy buena onda y creo que eso hizo que me sintiera cómoda, el Patio [Muñoz] era un espacio donde yo me sentía muy segura emocionalmente, donde se reconocía mi trabajo, no es que el maestro me halagara todo el tiempo pero sí me daba mucho apoyo, era muy agradable ir y platicar con mis compañeros y escuchar las retroalimentaciones del maestro, etc. Yo creo que además de encontrar que era buena para algo y que me gustaba hacerlo, estar en ese espacio tan agradable me ayudó a considerar, desde el primer año, dedicarme a pintar.
Mis papás me apoyaron, promovieron que continuara mi educación dentro de talleres y saliendo de la prepa entré a la Facultad de Artes Plásticas con opción Pintura.
La madre de los sabios
Enloquecer no es ningún arte,
pero extraer sabiduría de la locura
es arte máximo, la locura es la madre
de los sabios, nunca la prudencia
(Carl Gustav Jung. Paracélsica)
Terminé la licenciatura en el 2005 y mi trabajo de titulación fue sobre la ira, lo comento porque mi proceso de titulación fue fundamental, sobre todo en lo temático, y continué la investigación sobre procesos psicológicos y su relación con la imagen pictórica, esa ha sido mi investigación desde hace muchos años. De la ira pasé al orgullo porque mi investigación me vinculó con ese concepto y después me cayeron análisis a partir de la psicología junguiana y empecé a leer a Jung y todo esto siempre lo relacioné con la imagen pictórica, ese ha sido básicamente mi trabajo personal.
Plures mundos
He hecho exposiciones colectivas desde que estaba en la Facultad, en Tabasco y en varios espacios de Xalapa y de Veracruz. Mis primeras exposiciones individuales fueron en Coatepec, me dieron espacio en el Caftán Rojo -donde presenté la exposición Brillo Herido- y en la Casa de la Cultura.
Posteriormente participé en una exposición colectiva en el marco del Hay Festival con un proyecto que se llama Del amor y otros monstruos, esa exposición me gustó mucho, la curaduría estuvo a cargo del maestro Josué Martínez, también me gustó mucho ver las imágenes de mis colegas y participar con ellos. Esa exposición se movió al Puerto [de Veracruz].
Participé en la Tercera Bienal de Artes Visuales de Veracruz con una pieza que se llama Historieta de terror que no espanta, que forma parte de la serie Monstruos cotidianos, un proyecto de historietas que continúo trabajando hasta este momento. Fui seleccionada y resulté ganadora de esa Bienal.
En la galería del mezzanine del Museo de Antropología presenté una serie que se llama Uns Mundus, esa exposición fue apoyada por el PECDA estatal [Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Veracruz]. Es una investigación de los arquetipos que surgió cuando empecé a investigar sobre la psicología analítica junguiana más profundamente. Después del Museo de Antropología, la serie se mostró en la Casa Principal, en el Puerto de Veracruz.
(CONTINUARÁ)
SEGUNDA PARTE: Mitologías y profecías
VER TAMBIÉN: Conversación con Atenea C. B. │ Avance
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