Las incursiones en la Ciudad de México, Playa del Carmen, Acapulco, el paréntesis en Puebla, el retorno a Xalapa y los proyectos actuales son los temas con los que Alejandro Figueroa cierra la conversación.
En la estación del metro Balderas
En el 2001 me fui a vivir al DF y perdí contacto con Xalapa. Estuve seis años allá moviéndome con mi banda, luego la banda tronó, así es este camino sinuoso del rock and roll. Entré a estudiar a Fermatta, era una muy buena escuela con excelentes maestros, estaban Mario Santos, Raúl Garduño -que en esa época era director musical de Juan Gabriel-, Rubén Hernández -que había sido guitarrista de Enrique Guzmán-, Leopoldo Gutiérrez -un guitarrista increíble que tocaba todos los estilos chingón-, Baldomero Benítez -un pianista increíble-, Gabriel Puentes, tenían un grupo pesado de maestros y eso fue muy chingón porque estaba teniendo contacto con gente que andaba en el medio y que compartía experiencias chingonas.
Como dato anecdótico, de mi generación salieron Natalia Lafourcade, Ximena Sariñana, Pablo Hurtado, que ahorita es guitarrista de Camila. Era una escuela que encaminaba a los chavos a la industria pero yo nunca tuve cabida en el rollo pop, en esa época yo más bien andaba en el rollo de las bandas mexicanas underground y esa onda, yo era muy ortodoxo del rock real y todo lo que me sonara plasticón lo veía con desdén, cosa que está mal pero así era yo en esa época, todo eso me hizo quedar como outsider en la escuela. Aunado a esto, ya no pude seguir pagando la escuela y me salí.
Estuve un rato tocando con bandas y bandas, ahí tuve mis experiencias chidas, ya de rock and roll en serio y de subirse a un escenario y sentir la presión del público rockero. Había una banda que era un proyecto alterno de Abulón, el cantante de las Víctimas del Doctor Cerebro, que se llamaba Los Automáticos, el guitarrista era un cuate mío chileno, su papá murió y tuvo que irse a Chile, la banda estaba en Querétaro y tenía que abrir el concierto del cierre de gira de Molotov, en la plaza de toros. Él me dijo súpleme y esa fue una experiencia increíble porque ahí sí ya me fui a dar un tiro con la neta, fue la primera vez que me subí un escenario en el que nos abuchearon y tuvimos que salir casi corriendo.
Senderos
He caminado en esta vida todo tipo de senderos,
me he desplazado errante y también di pasos certeros,
he amado un par de veces y he salido malherido,
y en otras me han amado sin yo haber correspondido.
(Llueve. Alejandro Figueroa)
De ahí me regresé a Puebla, me volví a contactar con mi amigo Alfredo Soto, el bajista. En ese tiempo descubrí la computadora, me empecé a involucrar con los software para producir y empezamos a hacer música electrónica acompañada con instrumentos, estuvimos haciendo eso durante un año y medio o dos.
De ahí la vida me dio vericuetos, me enrolé con una chava, me fui a vivir a Playa del Carmen, me fue muy mal y me separé de la morra. No tenía dinero, no tenía trabajo, me ofrecieron una chamba en Acapulco y me fui a tocar covers a un bar, fue una experiencia bastante gruesa porque era el sexenio de Calderón y la guerra contra el narco estaba en alta, me tocó estar en medio de una balacera en la que hubo 16 muertos y además al bar llegaba gente fea, armada y todo eso. Salí de Acapulco huyendo porque de verdad era un ambiente muy, muy feo, además me fue muy mal, acababa de tronar con la morra, andaba jodido emocionalmente. Lo de la balacera estuvo muy grueso, yo estaba en una tienda a la vuelta de mi casa cuando empezaron los balazos, todos los que estábamos ahí nos quedamos como dos horas resguardándonos hasta que paró y pudimos salir, la onda duró hasta la madrugada, había retenes por todos lados, de milagro no me pasó nada. Eso fue en el barrio La Caleta, me cambié a un lugar cerca del bar, se me metieron a robar, se llevaron la computadora; me fue de la chingada entonces dije ya, cabrón, agarré mis cosas y regresé a Xalapa.
La melodía que me conmueve
Llueve, llueve, se van borrando los relieves
y el agua limpia todo lo que no se mueve;
busca en la oscuridad la melodía que te conmueve,
deja que sea la música la que te eleve.
(Llueve. Alejandro Figueroa)
Regresé a Xalapa en el 2010 y comencé a trabajar en la Compañía de Teatro Infantil de la Secretaría de Educación con Jaco Gigi, fíjate las vueltas que da la vida. Estuve trabajando con ellos, después me salí pero estuvo muy bonito y fue una época de mucho aprendizaje también. Ahí yo ya estaba más trucha en el asunto de la producción y me reencontré con muchos amigos viejos aquí en Xalapa y con Héctor Olvera, Óscar Ballesteros y César Martínez, grandes músicos los tres, armamos un grupo que se llamaba Lobo, tocábamos blues y cosas así, estuvimos tocando en La Tasca bastante tiempo.
Me reencontré con Sol Palaz Urbina, nos hicimos muy cuates y me invitó a Macuiles cuando Román se fue a Polonia. Ahí fue la primera vez que estuve en contacto con el son jarocho, ellos no tocan son jarocho tradicional, tocan una fusión pero tuve que ponerme a estudiar son y a escuchar mucho. Macuiles fue muy importante para mí porque, para empezar, estaba fuera de mi elemento, tenía que tocar un instrumento que había construido Román Méndez, era una suerte de tres con la afinación de la jarana pero sin los dos soles de los extremos, un instrumento duro que dolía un poco, también tocaba un poco de guitarra eléctrica pero no encajaba muy bien en la sonoridad acústica de los Macuiles. Estuve con ellos tres años, fueron muy bonitos, de mucho aprendizaje, salimos de gira bastante porque Emilio [Bozzano Azpiri] es muy movido, fuimos a varios lados del estado, a México y a otros lugares.
Luego me salí de Macuiles y me reencontré con Eliseo Hernández, el cantante de Los Amorfos, e hicimos un grupo con Rolando Alarcón, que es el baterista de Orbis Tertius, y con Juan Carlos Sardaneta. Le pusimos Camerina Rabasa, estuvimos tocando e hicimos un disco que nunca salió. Trabajé con ellos dos años, estuvo chido también, era lindo porque éramos muy cuates y sonaba bien la banda pero finalmente tronó.
Ahí tuve yo otro movimiento de vida, troné con la chava con la que había pasado cuatro años y vino otro reacomodo, y empecé a trabajar como encargado del estudio de La Casa de Nadie, ahí también fueron años de mucho aprendizaje, me puse a repasar el asunto del son, porque en ese lugar el son jarocho es el eje, y estuve produciendo, grabando cosas, haciendo experimentos y ensayos de música mía. Empecé a hacer un disco que luego dejé porque ya no me gustó.
Y luego armé un grupo con Hiram Marcor, Juan Carlos Sardaneta y una chica inglesa que estuvo un año o un año y medio viviendo en Xalapa, se llama Jennifleur Mwah, una chava con una voz privilegiada, con una influencia muy fuerte del soul y de la música retro, era un grupo muy bonito que se llamaba Alcatraz. Grabamos cosas pero Jennifleur es un alma viajera, un espíritu libre y se fue, luego Juan Carlos se fue al DF y el grupo tronó.
Que la música me eleve
Yo siempre fui fan del rap y empecé a hacer en mi casa, como jugando, rolas de rap, un poco para sacarme cosas que tenía adentro porque el rap es un lenguaje que te permite hacer eso, sin tanta metáfora ni nada, puedes decir cosas muy directas. Empecé a coquetear con el género desde muchos años atrás, desde la época en la que hacía música electrónica con mi cuate Alfredo.
Cuando estuve en México, conocí allá a un par de hermanos minatitlecos, Héctor y Gerardo Pérez de la Mora, muy buenos músicos los dos, y jugando hicimos un grupo de broma que se llamaba Los Vigilantes, pretendíamos hacer una suerte de reggaetón pero en burla, el reggaetón nos llevó al rap y yo ya tenía cierto acervo rapero de cuando estuve viviendo en Estados Unidos.
Durante todo este tiempo estuve haciendo esporádicamente rolitas así pero no me lo tomaba en serio, me daba un poco de miedo hacerlo y también entraba un poco en conflicto, decía ¿qué soy?, ¿soy rapero, soy rockero, soy sonero, qué chingados soy? entonces lo tenía un poco escondido.
Hace dos años y medio entré a tocar con Hunab Ku, trabajamos juntos dos años, estuvo muy chingón.
Hace tres meses me salí de ese grupo para dedicarme a hacer mi propio proyecto y coincidió con que Rafa Campos, a quien conocí en la época de Macuiles y nos caímos muy bien, entró de director de RTV Música, él siempre me tiró muchas flores porque me oyó rapear algunas cosas. Hace poco fui a Radio Más a cantar en el programa de Manuel Vásquez, cuando salí, me agarró Rafa y me dijo:
-Oye, a mí me interesa mucho trabajo, me gusta lo que haces, quiero ayudarte, ahorita tengo la oportunidad, voy a estar aquí 18 meses, hay que sacarle jugo esta madre, vamos a hacer un disco
-Justamente estoy produciendo un disco ahorita, me falta material pero en eso estoy
-Hagámoslo aquí
Eso a mí me dio muchísima pila porque por primera vez en la vida, alguien se acercó a tenderle la mano con esto. Yo le agradezco muchísimo a Rafa eso, Manuel también se ha portado súper conmigo, me han estado tirando mucha energía.
Acabo de salir de un encierro de tres meses en los que me dediqué a escribir en el lenguaje del rap y además me clavé muchísimo en el rap en español que es un movimiento que ahorita tiene muchísima fuerza, yo diría que está en su mejor momento, tiene mucha pegada con los chavos y es un género muy accesible.
Me eché un clavado en el rap pero sin dejar de lado mi rollo guitarrístico, como ahorita no tengo banda (estoy en proyecto con algunos cuates pero apenas estamos en pláticas), lo que estoy haciendo es que tomo todo lo que he producido en mi casa, hago versiones instrumentales, quito algunos elementos y lo disparo desde la computadora y me monto con la guitarra y rapeo en vivo. Y en esas estoy (grand finale a base de carcajadas).
PRIMERA PARTE: Historias de la selva
SEGUNDA PARTE: Las faenas en la Atenas
VER TAMBIÉN: Conversación con Alejandro Figueroa │ Avance
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