«Conozco el exilio desde que tenía dos años», dice Alejandro Figueroa en Llueve, una pieza que bien podría llamarse Autorretrato (o Selfie, para usar el lenguaje millennial que domina el habla de nuestros días) porque su letra que contiene todo lo que me dijo a lo largo de un poco más de una hora en una plática llena de relieves, de momentos climáticos y derrumbes, de desazón y sonoras carcajadas.
Entre el rock, la música clásica, el coqueteo con el son jarocho y el rap, el Grillo Figueroa se ha construido como personaje estrafalario y respondón, sobreviviente de su propio deambular por los caminos pantanosos de la música que, como lo hijos de Sandino, ni se rinde ni se vende.
Historias de la selva
Mi barrio es mi familia y lo que me inculcó en la mente,
mi madre las canciones y el valor de los abrazos,
mi padre fue el esfuerzo de seguir mis propios pasos,
mi abuelo siempre fueron las historias de la selva
(Llueve. Alejandro Figueroa)
Yo me llamo Alejandro Figueroa Carrillo, soy hijo de una pareja de guatemaltecos que llegaron a estudiar al DF y ahí nací en 1978. En el 80, mis papás terminaron sus carreras y regresaron a Guatemala.
Mi abuelo era del Partido Comunista de Guatemala y mi papá militaba en el Partido Guatemalteco del Trabajo. La dictadura militar era muy férrea y en la época de Lucas García, que fue uno de los dictadores de Guatemala, el tipo comenzó a matar civiles. Había células guerrilleras en la ciudad pero mi papá no andaba armado ni nada de eso, él más bien era estratega del PGT pero empezaron a matar a sus amigos y a mucha gente. A mi abuelo ya le tenían puesto el ojo y un día lo emboscaron a él y a mi abuela saliendo de su casa y mataron a los dos. Mi papá sufrió un acoso muy fuerte, iban a dejar mensajes debajo de la puerta de la casa que decían: Condenado a muerte por comunista, entonces tuvimos que salir pelados de regreso a México, yo tenía dos años.
Tozo de cielo y la tierra
Tozo de cielo y la tierra
esa es mi Puebla bonita
(Qué chula es Puebla.
Rafael Hernández)
En esa época, en todo México había la política de recibir exiliados, había un montón de gente, chilenos, argentinos, guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses, todos huyendo de las dictaduras militares. En Puebla, como en otros lados, había un red de exiliados y había gente de pensamiento progresista muy cercana a la rectoría de la BUAP y le consiguieron chamba a mi jefe en la universidad, entonces nos establecimos en Puebla y ahí crecí.
Había artistas en mi familia materna, mi abuelo estudió medicina pero escribía cuentos y ganó un par de premios, mi abuela era actriz, llegó a ser, en el 84, directora de Bellas Artes en Guatemala y fue jefa de un grupo de teatro muy importante allá, incluso colaboró con Jaco Gigi, que ahora vive aquí en Xalapa. Mi tío, el hermano menor de mi abuelo, homosexual, era dramaturgo de los pesados de allá de Guatemala, escribió un par de obras que fueron muy importantes, una de ellas se llama El señor Presidente, está basada en la vida de Jorge Ubico, que un dictador en los años 30. Entonces, sí había una vena artística en la familia, pero no había músicos.
Por ahí de los cinco o seis años, descubrí que mi papá tenía una grabadorcita y tenía sus casetes. Como yo fui hijo único mucho tiempo (tuve hermanos hasta mucho después), pasaba mucho tiempo solo, no había internet, tablets ni nada es de eso entonces jugaba con mi perro y luego iba con la grabadora y ponía música. Mi papá no era melómano realmente sino que ponía su música para trabajar, realmente no creo que la estuviera escuchando muy a fondo pero tenía algunos casetes y uno de los primeros recuerdos musicales que tengo el concierto de Mozart Elvira Madigan [Segundo movimiento, andante, del Concierto para piano nº 21 en do mayor, K. 467, de Wolfgang Amadeus Mozart], ese casete me alucinó, lo ponía y lo regresaba muchas veces, incluso recuerdo que la portada tenía una flor.
Ya un poco más grande, como a los seis o siete años, mi papá por fin me dio permiso de meterle mano a sus acetatos, porque eran sus tesoros, me dijo mira, si quieres poner un disco, lo vas a sacar así, lo vas a poner así, la aguja, por favor, trátala con cuidado porque si se rompe, te rompo tu madre (risas), y terminando, sacas el disco, le pones este líquido, lo limpias, lo vuelves a poner en su bolsita y luego lo metes a la caja.
Entonces empecé a escuchar la música que había en la casa. Mi papá escuchaba, básicamente, música clásica: Beethoven, Mozart, Wagner, Brahms, Bach pero de lo que más me acuerdo es de Mozart, me gustaba mucho tal vez porque era una música muy alegre, no era tan espesa como Brahms, Beethoven y esas cosas, La pequeña serenata nocturna era algo que me alucinaba.
También había mucha música de protesta: Inti Illimani, Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa, Silvio [Rodríguez], Pablo [Milanés], y había algunas cosas de rock, pero muy pocas, los Beatles, por supuesto, Elvis [Presley].
No puedo dejar el vicio, / soy adicto al rock n’ roll
Como eso de los siete años comencé a alucinarme mucho, ya pasaba más mucho tiempo en el tocadiscos que jugando en el patio, incluso a mi papá le preocupaba un poco que no saliera a jugar. En ese tiempo, una vez acompañé a mi papá a Aurrerá, generalmente yo lo acompañaba y me quedaba a ver juguetes en lo que él hacía la compra y me acuerdo que esa vez le dije te espero aquí en los discos y se sorprendió. Viendo discos me encontré una portada que me súper llamó la atención en la que había tres individuos dibujados en caricatura metidos en un molcajete en una cocina, era La Venganza del Hijo del Guacarock, de Botellita de Jerez. La portada la dibujó Ahumada y me alucinó, le dije oye papá, cómprame esto. Me acuerdo que mi jefe lo vio, lo volteó, vio las letras (porque venían atrás) y me dijo bueno, te lo compro.
Ese disco me cambió la vida por completo porque fue la primera vez que tuve contacto con la sonoridad de la guitarra con distorsión, y me lo devoré. Poco tiempo después fuimos a casa de una amiga de mis papás a una reunión, me puse a ver sus discos y me dijo:
– Te gusta la música, ¿qué te gusta?
-Botellita de Jerez
-Ah, si te gusta Botellita de Jerez, éste te va a gustar
Y me sacó un disco del TRI que se llama Simplemente y me dijo llévatelo, te lo regalo.
También fue un súper descubrimiento, me acuerdo que mi mamá me dijo los de Botellita de Jerez son hijos de intelectuales que juegan a nacos pero éstos sí son nacos (carcajadas), entonces dije estos son reales. Me acuerdo que en ese disco tocaba Sergio «el Halcón» Mancera y tenía unos solos increíbles, era la primera vez que yo escuchaba un solo de guitarra y este güey tenía mucha influencia de Jimmy Page. Me alucinó la sonoridad de la guitarra y la imagen del guitarrista, el instrumento mismo me causó muchísima fascinación.
Una escalera al cielo
Luego nos cambiamos de casa y en algún momento, jugando en un cuarto que estaba debajo de las escaleras, donde había cacharros, me encontré una caja de casetes y me puse escucharlos todos. Eran del antiguo inquilino de esa casa, que era amigo de mis papás, trabajaba en la universidad entonces muchos casetes eran conferencias pero de repente me encontré uno que no decía nada, era todo blanco, lo puse y era Led Zeppelin II, eso también me voló la cabeza, me súper gustó y lo escuché muchísimo.
Después, me permeó lo que se escuchaba a la escuela, en esa época se empezaron a poner de moda los Hombres G y sucumbí, como buen chavillo seguí la corriente de mis cuates, me compré mis discos de Hombres G y me gustaban mucho. Y así fui creciendo, oyendo todo eso.
Cuando terminé la primaria, me corrieron de la escuela en la que estaba, que era una escuela Freinet, y mi papá me dijo se acabó esto, ahora te vas a la Secundaria Federal II. Fue un shock para mí pero también estuvo muy chingón porque como era una escuela del barrio pesado de Puebla, San Baltazar Campeche, se escuchaba mucho al TRI y también se oía mucha cumbia, Los Abelardos y sobre todo Campeche Show, porque eran del mismo barrio, mucha gente piensa que Campeche Show es de Campeche pero es de Puebla y el nombre se lo pusieron por ese barrio.
Un excompañero de la primaria estaba en el Instituto Oriente, una escuela católica fresona que quedaba muy cerca, yo salía de la escuela y caminaba para tomar la combi y él también, ahí nos veíamos y platicábamos y me acuerdo cuando entré a segundo de secundaria, un día me dijo mira, escucha esto, y me pasó un disco de Guns N’ Roses que también era muy guitarrístico. Me súper viajé con ese disco y me llevó llevó a escuchar el glam de Los Ángeles de los 80, Mötley Crüe, llegué incluso a Poison, que era súper plástico pero tenía guitarras eléctricas y solos de batería chonchos.
Para tocar la bamba se necesita / una guitarra de palo y otra cosita
Ya llevaba rato pidiéndole a mi papá una guitarra eléctrica, un día fuimos a ver la película La Bamba y saliendo le volví a pedir que me la comprara y me dijo te voy a regalar una de palo, si tocas La Bamba, te compro la guitarra eléctrica. Me compró una guitarra del mercado, yo no había tenido maestro de guitarra pero solito logré sacar el intro y le dije mira, papá, se lo toqué y el bato dijo [carraspea] bueno, luego vemos, y no me compró nada el cabrón (carcajadas).
Después, cuando yo tenía 13 o 14 años, ya se podía ir a Guatemala y fuimos de viaje, en esa época Guatemala todavía era bastante más barato que México y entonces les dije a mis papás quiero una guitarra eléctrica, ya tiren paro, y mi mamá me compró una imitación de Les Paul que se llamaba Kimax y regresé a México son mi primera guitarra eléctrica.
Cuando entré a la Federal II, para brincarte Educación Física tenías que A), entrar a la rondalla, o B), entrar a la banda de guerra. Yo entré a la rondalla, entonces, cuando tuve mi guitarra eléctrica ya sabía un par de acordes muy básicos, pero de rock olvídate, esa información era de oído porque, por supuesto, no había YouTube ni nada de eso.
La Clika
En esa época, con mi cuate que iba en el Oriente dijimos vamos a hacer un grupo y un cuate nos conectó con un bajista, luego nos cambiamos de escuela y en tercero de secundaria conocimos a un chavo que se llamaba Benjamín y él nos conectó con un baterista, vivíamos todos muy cerca y empezamos a tocar. Ésa fue mi primera banda, acabábamos de ver Sangre por sangre, que es una película de cholos, entonces le pusimos La Clika, ni sabíamos que chingaos era eso pero nos gustaba cómo sonaba. Tocábamos espantoso porque teníamos cero información, yo tocaba los acordes abiertos de la rondalla con distorsión (risas), sonaba desastroso.
En esa época hubo mucho movimiento de rock en México, nosotros estábamos muy permeados por Caifanes y La Maldita Vecindad, que eran las dos potencias del rock. Hay un lugar en Puebla que se llama la Ex Hacienda de San Carlos y en esa época lo utilizaban para hacer tocadas de grupos locales, el nivel era bajo porque, como te digo, no había mucha información entonces cada quien se rascaba con sus propias uñas, había afortunados que viajaban a Estados Unidos o a Europa y traían discos o videos en VHS o en Beta y tocaban un poco más chido. En ese lugar, una vez alguien organizó un concurso de bandas amateurs y nosotros entramos y lo ganamos, no sé por qué porque realmente había bandas que tocaban más chido, no fue porque supiéramos ni porque nos lo hubiéramos propuesto pero ganamos el concurso y eso me dio mucho para arriba, pero hasta entonces yo nunca había pensado en la música como algo a lo que me quisiera dedicar el resto de mi vida.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: Las faenas en la Atenas
TERCERA PARTE: Que la música me eleve
VER TAMBIÉN: Conversación con Alejandro Figueroa │ Avance
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