Hacer una crítica al gobierno sobre la grave situación de inseguridad que se vive en el estado parecería abonar sobre lo mismo, pero no lo es. No son los mismos hechos, ni los mismos delitos, tampoco son las mismas víctimas. Callarse sería tanto como empezar a aceptar esta realidad, en la que los ciudadanos no tienen más alternativa que protegerse a sí mismos hasta que la tragedia los alcance.
El gran fracaso de la actual administración estatal es la seguridad pública. Y no porque lo digan las cifras, esas que chocan cotidianamente en contra el discurso oficial. Es la terca realidad. Hoy los veracruzanos no están seguros en sus casas, en sus trabajos o en la calle. No lo están ni en la noche ni en el día. Tampoco en las ciudades o en los pueblos pequeños.
La cosa es tan grave que tampoco parece estarlo el propio secretario de Seguridad Pública, Jaime Téllez Marié, quien se ha convertido en el blanco de las amenazas de la delincuencia organizada. Sólo que él cuenta con la protección del Estado porque así es su trabajo.
Según estadísticas del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Veracruz es el segundo lugar nacional en secuestros y cuarto en homicidios y extorsiones, como consecuencia de que estos delitos se han disparado en los últimos cinco meses. En un comparativo de las denuncias que se registraron y se reportaron a la autoridad federal, en los primeros cinco meses de la administración de Fidel Herrera, Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes, pone en evidencia como algunos de estos delitos han crecido en más de un mil por ciento. Y hay quien dice que la cosa se podría poner peor.
Por supuesto que nadie quiere que vuelvan Fidel o Duarte. Lo que se quiere –y tímidamente se exige- es que el gobierno cumpla su promesa de devolver la calma y la seguridad a los veracruzanos. Cuando ya han venido el ejército, la marina, la gendarmería y la policía federal al rescate del estado, parece que el siguiente paso es ponernos a rezar.
El gobierno ha fallado hasta en el discurso: “la violencia no alcanza a las mujeres y hombres de bien”; “se trata de una percepción que no tiene que ver con la realidad”. La realidad no es percepción, y si no, sólo veamos el corte de caja de ayer jueves:
– Por cuarto mes, Córdoba es la ciudad más violenta de Veracruz. Doce homicidios dolosos con arma de fuego en mayo * Cifras de Semáforo Delictivo, proyecto social que se alimenta de denuncias ciudadanas, reveló un alza de 100 % con respecto al mismo mes de 2016. (AVC Noticias).
– La inseguridad inhibe las inversiones y lleva a Veracruz a una “crisis total”: Canacintra. Ante un aumento de 154 % en los asesinatos relacionados con el crimen organizado es «imposible maquillar lo que ocurre en el estado», expresó el presidente de Canacintra, Juan Manuel García. (AVC Noticias).
– La violencia ligada al crimen organizado ha cobrado la vida de más de 40 personas en 21 días de junio. Las estadísticas muestran que en promedio, diariamente, dos personas fueron muertas a balazos o descuartizadas en el corredor de Ciudad Mendoza-Tezonapa. Tan sólo en las últimas 24 horas, cinco personas-entre ellas una mujer- fueron asesinadas con características del narco en los municipios de Río Blanco, Ciudad Mendoza, Yanga y Córdoba. (E-Consulta).
– Tres ejecutados este día en la zona centro, uno descuartizado. Los cuerpos de tres hombres, uno de ellos descuartizado y con un narco mensaje dirigido al secretario de Seguridad Pública, fueron encontrados este jueves en diferentes municipios de la zona Centro. (Formato Siete).
Todo eso sin contar los delitos que se realizan en la oscuridad: las extorsiones, los secuestros, los robos a casas habitaciones. Todos los que no se denuncian y aquéllos que se denuncian pero no se investigan.
En su columna de ayer, el periodista José Ortiz Medina decía: “Ante los embates de la delincuencia organizada, Miguel Ángel Yunes Linares se aprecia empequeñecido, disminuido, impotente, como un tigre de papel. Mucho tiempo hace que se derrumbó el mito del gobernador de mano dura, el experto en seguridad pública, el personaje bragado ante el cual los malos se iban a poner a temblar. Nada queda de eso. Ni su sombra.” Es la percepción, esa sí, que permea entre la mayoría de los ciudadanos. Basta con que salgan y pregunten.
Nadie en su sano juicio pensaría que el caos podría beneficiar de modo alguno al Gobernador; inverosímil también resulta la idea de heredar políticamente a cualquiera de sus vástagos un estado en llamas. Sólo una mente enferma o delincuencial querría que el gobernador fracase en este propósito. Todos queremos, más allá de nuestras opiniones políticas, que el gobernador lo haga bien y regrese la calma a nuestra vida cotidiana.
¿Qué pasó en estos siete meses de gobierno? ¿Quién abrió las puertas de este infierno de violencia e inseguridad? ¿Conocen el origen y no lo pueden resolver? O verdaderamente ¿estamos indefensos ante una delincuencia organizada que se ha apoderado del estado aún cuando las autoridades lo nieguen? Como decían los clásicos: los demonios andan sueltos.
La del estribo…
- Que si Karime desvió dinero público a través de empresas fantasmas; que si procederán los juicios de desafuero contra diputados veracruzanos; o que si Javier Duarte lava los baños del penal donde se encuentra recluido. Más y más cajas chinas. La gente tiene tanto temor que ya no la distrae el circo.
- Eso de que las autoridades -tanto del gabinete estatal como los diputados locales panistas- anden repartiendo apoyos institucionales con la imagen de Javier Duarte, sólo viene a confirmar la sospecha de que son más brutos que un cochino. Con ese equipo, el mandatario estatal no va a ningún lado.