Américo Zúñiga ha sido, después de Ricardo Ahued, uno de los presidentes municipales de Xalapa mejor evaluados. Habrá quien diga lo contrario y no se discute, porque al final, cada quien habla como le va en la feria. Pero en lo personal, me parece que ha hecho las cosas bien, no tiene temor de enfrentar los problemas directamente y ha aprovechado sus buenas relaciones para hacer cosas buenas por la ciudad. Que políticamente no se vea reflejado, eso es otra historia.
En medio de una crisis económica sin precedente, fue un presidente que hizo obra pública; que logró capitalizar sus relaciones políticas para traer a Xalapa dinero fresco del gobierno federal. Lo mismo construyó infraestructura en las colonias que en el centro de la ciudad, aunque por ello haya recibido muchas críticas. Pagó lo que se debía y no ha contratado deuda pública.
Una de sus obras más emblemáticas que esperemos se logre, es el proyecto del Eje vial Oriente, una arteria estratégica de 11 kilómetros de longitud, que comenzaría en las Trancas y llegaría a Banderilla, corriendo de forma paralela a Lázaro Cárdenas y reduciendo el tránsito por esta avenida en más del 35 por ciento. Ya ni les cuento lo que eso implica.
Además, de cumplir su promesa de instalar de un biodigestor -proyecto único en Latinoamérica- que permitirá generar energía eléctrica aprovechando los residuos sólidos urbanos que producen Xalapa y la conurbación, estaríamos hablando de una ciudad como pocas en el país.
Y así podríamos decir muchas otras cosas de Américo como administrador de la ciudad: del rescate de espacios públicos, del apoyo a la cultura, de la cobertura de alumbrado público, de la positiva evaluación que ha hecho el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal o de su buena relación con los trabajadores del Ayuntamiento. En esta parte, el alcalde de Xalapa puede presumir objetivamente de muchos logros.
Pero en lo político, como todos, ha sido de claros oscuros. No es mérito menor haber transitado por más de una década entre la fidelidad y el duartismo sin haber quedado mancillado. Con Fidel Herrera, prácticamente inició su carrera y tuvo que vivir su primera derrota política al ser sacrificado como candidato a la presidencia municipal de Xalapa, lo que sí lograría al periodo siguiente.
Con Duarte, en realidad no tuvo que hacer mucho. La misma pandilla del duartismo fiel lo excluyó, lo atacó e incluso lo marginó de la política estatal, a pesar de su creciente presencia como dirigente nacional de los presidentes municipales. Contra todos, fue de los pocos que logró hacerse de un nombre a nivel nacional –de la mano del senador José Yunes-, y pudo tomar distancia del escandaloso saqueo estatal.
Pero Américo cometió el peor de los pecados en política: perder la elección y entregar el gobierno a un opositor; y aunque su responsabilidad no es exclusiva –de hecho, lo marginaron de toda decisión en la integración de la planilla-, lo cierto es que cualquier logro de su administración será ignorado por el próximo presidente municipal, quien dicho sea de paso, ya se alista para revisar las cuentas con lupa.
A pesar de sus obras, Américo no logró ganar una sola elección a favor del PRI. Nunca tuvo una estructura confiable en la que pudiera descansar; de hecho, en la elección del año pasado, sus más cercanos lo engañaron respecto del resultado, asegurándole que se habían ganado los dos distritos electorales –Corintia Cruz y Adolfo Toss eran los candidatos-, cuando en realidad los números mostraban una derrota aplastante. Era el presagio de lo que pasaría un año después y ni aun así pudo evitarlo.
Es por eso que no puede volver a equivocarse, no puede titubear. Américo no sólo se está jugando su futuro sino todo un proyecto. Ya sea por acuerdo o por iniciativa propia, no es saludable que “finte” sobre su deseo de ocupar la presidencia del PRI estatal. Decir que no depende de él, sino de los priistas, es insultar a la inteligencia.
No debe mostrar un oscuro plumaje cuando dice que no está “zopiloteando” a nadie, porque eso confunde a los xalapeños y provoca recelos entre los priistas. Lo que deba de hacer, lo que crea que le conviene hacer, debe hacerlo ya, sino sólo habrá liberado a sus demonios.
A Américo lo conozco más como ciudadano que como periodista. Lo he encontrado en muchas ocasiones fuera de todo protocolo: en carreras recreativas, caminando solo con su esposa y sus pequeños hijos una tarde de domingo a la vuelta de su casa o comiendo como cualquier familia en un restaurante de Xalapa. Lo hace sin guaruras ni amanuenses.
Siempre ha sido atento y receptivo con la gente que lo aborda. Es un tipo muy joven que inspira confianza, aunque muchos hablarán, insisto, según les haya ido en la feria.
Si no afina la estrategia, Américo podría perder en semanas lo mucho que habría logrado en años dentro de la política, y en estos tiempos, el PRI no está para desperdiciar a sus cuadros. Parafraseando a Ortega y Gasset, el hombre es su circunstancia –la expresión exacta es “Yo soy yo y mi circunstancia”-.
Américo todavía está en posibilidad de construir la propia… al menos por hoy.
La del estribo…
- No conformes con el inútil y soporífero proceso de comparecencias de los integrantes del Gabinete frente al Congreso, ahora también lo harán los siete órganos autónomos del Estado. Pero ¿cómo van a exigir transparencia quienes no la conocen ni de oídas? ¿Por qué no se aseguran que el Orfis –uno de los nuevos comparecientes- haga su chamba y deje de pasar a todos con base por bolas?
- Para Ripley. Resulta que en Duartilandia no sólo existían cientos de empresas fantasmas. También había ¡dependencias fantasmas! Nos vamos enterando que la Subsecretaría de la Juventud nunca existió, que no tenía organigrama y que lo único que hacía era ejercer discrecionalmente un presupuesto asignado para entretenimiento de los cuates.