[Antes de otra cosa, agradezco a los numerosos colegas que se comunicaron conmigo para manifestarme su acuerdo con lo que publiqué ayer sobre los multitudinarios reconocimientos para 68 “destacados periodistas” que otorgó discrecionalmente Miguel Valera, coordinador de Comunicación Social, a través del Ayuntamiento de Xalapa. Me queda como conclusión el hecho de que ninguna autoridad tendría por qué entregar presea alguna o reconocer nada a los comunicadores, y que para el ejercicio del periodismo la única medalla que vale es la que otorga el público al leer, escuchar y aceptar lo que informamos públicamente. En todo caso, sería válido también un premio otorgado entre iguales, de periodistas para periodistas. El tema da para más, y seguramente permanecerá en la conciencia de los comunicadores veracruzanos. Gracias, amigos, por sus comentarios.]

Cuando Porfirio Muñoz Ledo llegó como Senador de la República, representando a la entonces medio unida izquierda mexicana, el presidente Carlos Salinas de Gortari se enojaba mucho con los representantes de su partido, el PRI, que eran multitudinarios en el Senado.

“¿Cómo es posible que un solo hombre pueda poner a temblar a todos ustedes, que son la inmensa mayoría?”, se quejaba duramente el licenciado Salinas ante Netzahualcóyotl de la Vega, que era el coordinador de la bancada tricolor.

Lo cierto es que Muñoz Ledo era un oponente formidable, un gran parlamentario, que ponía a temblar a los 29 senadores priistas cada que subía a la tribuna o participaba en alguna comisión.

Bueno, pues un hecho similar está sucediendo en la actual legislatura veracruzana cuando, en palabras del su propio coordinador, 18 diputados panistas están enfrentados contra su compañera Cinthya Lobato Calderón… ¡y les está quedando grande!

Erraron quienes coordinan a la bancada al pensar que el número sería suficiente para apabullar a la combativa diputada. Dominados tal vez por la soberbia, no pensaron que ella es una política con una carrera impecable, que goza de la simpatía popular, del reconocimiento público (y de grandes afectos en las instancias del poder estatal).

Olvidaron que su padre fue un gran político veracruzano, José Luis Lobato Campos -hombre derecho y directo, sin pelos en la lengua y sin temores ante el poder- y que ella heredó cabalmente de él su carácter, su fuerza y su sentido de justicia.

Quisieron quemarla en leña verde, ensayaron una guerra sucia en su contra, la trataron de amedrentar legalmente, y sólo consiguieron que creciera en ella lo Lobato -y lo Calderón, que doña Marbella también tiene lo suyo- y que por consiguiente persistiera en sus señalamientos, ahora hasta en las instancias legales.

Con sus pretendidos desplantes de poder, quienes controlan la mayoría legislativa han ido creado una corriente ciudadana en favor de la diputada, una dama valerosa que está haciendo acusaciones fuertes, muchas de las cuales las podrá demostrar.

Lo que Cinthya ya consiguió, es que se deje de manejar discrecionalmente una buena parte del presupuesto asignado, del que alegremente disponía los diputados de todas las bancadas.

Ante una sociedad harta por los excesos de la corrupción, la cruzada emprendida por la diputada Lobato Calderón está cayendo como maná del cielo, y además lo hace desde dentro de su partido, el PAN, al que nunca ha pretendido renunciar.

Correrá mucha agua aún por este río encrespado, que está agitando una veracruzana, con las mejores intenciones.

Si sabían cómo era Cinthya, ¿para que la invitaron?

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