Mi infancia se arrodilla
ante los ojos de mi padre
cuando presiente su aliento alcohólico
al llegar a casa
otra, otra vez
la joven mujer de manos viejas
que me alumbró hace 8 años
se retuerce a mi costado
mi padre la abofetea y mi hermana
-que entonces tiene 16-
le grita un «no» que guardan las paredes
de un no- concreto
porque el dinero no alcanza
mi padre se marcha
y mi infancia se va tras él
se va con una mujer más joven
se va con una mujer sin hijos
se va con una mujer se va
– Ella tenía veintiséis-
nace en mí una herida de abandono
que no cicatriza jamás
la de un hombre que me deja por otra mujer,
otra vez otra vez
la de un hombre que no vuelve
aunque
Padre regresa a casa un año después
y mi infancia no viene con él
mi infancia se despelleja, se desuella,
se encarna lejos de la niña de nueve años
que recibe la presencia de un padre ausente en casa
mi infancia me da la espalda
cuando cumplo los nueve
y mi menstruación baja
y se desangra