En esta segunda parte de la conversación, Nacho Quinto hace un recorrido desde sus inicios en un grupo de música religiosa hasta su llegada a dos agrupaciones muy importantes de la escena jazzística xalapeña, Ronda Jazz y Jazz entre Tres.

Una luz cegadora, un disparo de nieve…

Mi familia es cristiana y yo tocaba en el grupo de alabanza de mi iglesia, estuve un tiempo hasta que dije ya, ha estado chido aquí pero afuera hay otras cosas, hay otros conocimientos y están ahí para que los tenga cualquiera que quiera acceder a ellos. Dejé de tocar ahí y busqué tocar otra vez en grupos de rock pero, extrañamente, nunca he logrado concretar algo con un grupo de rock cover, nunca, siempre ha sido con gente que toca otro tipo de música.
Mi primo estaba tocando en un grupo de fiestas, lo busqué y le dije que quería tocar y me dijo ya no quiero tocar en este grupo, estoy queriendo hacer un grupo de música para tocar en cafés. Formamos el grupo y como estaba de moda el Buena Vista Social Club, estaba de moda el rollo de Nicho Hinojosa, que fue muy mediático, y empezó a pegar otra vez la trova de Silvio [Rodríguez], entonces tocábamos justamente eso. Yo ya conocía a Silvio porque mi mamá tenía discos y casetes de él pero me sacaba mucho de onda que cuando terminábamos de tocar Ojalá, por ejemplo, nos decían tóquense otra de Nicho y decíamos no es de Nicho, es de Silvio, o sea, la gente no sabía que existía Silvio Rodríguez y en ese momento me empezó a preocupar ese rollo de que cómo era posible que la gente, en general, tuviera tan poca cultura o tan pocas ganas de saber por qué o quién hacía las canciones, la gente compraba los discos pero nadie se atrevía a voltear a ver quién era el autor de la canción. Es algo que sucede hasta la fecha y es una lástima porque son canciones tan bellas y muchas veces son covers bien hechos pero la gente se las adjudica a otras personas porque no se conocen los autores.
Ese grupo se llamaba Buscando América, tocaba con nosotros Manuel Viterbo, el maestro René Hernández tocaba el tres cubano, la guitarra acústica, las percusiones y cantaba, y su mujer, Angélica Almanza, tocaba las congas y cantaba. También tocábamos standards de jazz, era súper divertido, súper padre. Era un grupo que tenía mucha calidad.

Se volvieron locos los empresarios, ¡hay que ingresarlos!

El lugar se llenaba pero un día llegamos y nos dijeron ya no van a tocar aquí, va a tocar otro grupo. Llamaron a otro grupo y no dudo que los músicos fueran muy buenos pero desgraciadamente empezó a pasar algo en Xalapa, en vez de contratar grupos y proyectos, los lugares se empezaron a llenar «guerrillas» [con ese nombre se conoce a los grupos armados al vapor, solo para salir del paso].

Buscando América (Foto: Angélica Almanza)

Nosotros tocábamos música sonera y de trova pero le hacíamos arreglos, tocábamos, por ejemplo, Sin tu latido pero le habíamos hecho un arreglo de reggae porque queríamos hacer otras cosas y como René siempre fue un gran estudioso de la música, estaba contento de tocar con chavos que estábamos queriendo ponerle un sello a la música o incursionar en otras cosas.
En fin, ya no tocamos en el Café Lindo y ahí aprendí una gran realidad de la música: el grupo dura mientras dura el «hueso» (risas). El grupo terminó y el Café Lindo, que se llenaba hasta el tope, se empezó a vaciar. Yo no sé si los empresarios de la música, y ojalá lean esto, no se han dado cuenta que es importante que haya calidad en sus lugares, han dejado de tener fe en la música porque dejan que cualquier persona entre y cante, siempre y cuando les cobre barato el servicio.
En ese momento, en el Café Lindo ganábamos alrededor de 400 pesos diarios y ahorita hay lugares donde no quieren pagarnos 200 pesos. ¿Por qué hay una cuestión tan desleal?, entiendo muy bien que los músicos quieran tocar y que tengan las ganas y el ansia pero lo que no comprendo, y no es tan buena onda, es que entre más quieran tocar, más bajen sus precios. Lo único que han logrado es que la economía de los músicos de Xalapa haya bajado y haya bajado, también, la calidad. Los lugares ya no se llenan como se llenaban antes, ahí se los dejo de tarea a los empresarios.

Las paredes ya se manchan de jazz

Volverán los libros a volar
y las paredes
ya se manchan de humedad
(Paulo Piña)

En esa época hubo una temporada muy bonita en el Callejón del Diamante, Homero Nájera tenía una librería en una plaza que se llamaba Plaza Diamante, quería promover la cultura y los sábados hacía tardes de jazz. Yo llegaba temprano al Café Lindo, dejaba mis cosas y me salía corriendo para allá, ahí tocaba Alain Derbez con Emiliano Marentes, con Aleph Castañeda, con Rodrigo Álvarez, alguna vez fue Miguel Cruz, yo los veía y me alucinaba
En ese momento el Tierra Luna ya había dejado de estar en Diego Leño y se había pasado a Rayón pero ya no había tanto jazz, más bien había son cubano, que estaba muy en boga, tocaba Alonso Blanco con el grupo Son Sur, sonaba genial ese grupo.
Había otros lugares donde se tocaba jazz como El Escondrijo pero estaban demasiado escondidos, desgraciadamente. Sinceramente, el jazz nunca ha sido música de masas, al menos en México, porque la gente no está relacionada esa cultura, no es lo de ellos, no les refleja nada.

La mano de Emiliano

Tocábamos en el Café Lindo y en otros lugares, Lucio me daba clases, estaba estudiando psicología y en eso apareció en mi vida una persona que también me cambió mucho el panorama, Emiliano Marentes.
En una de esas tardes de jazz vi que Alain Derbez estaba vendiendo su libro, se lo compré, lo empecé a leer y vi que Emiliano Marentes había estudiado en Berklee y pensé que por fin había alguien en Xalapa que podía darme información además de Lucio. Me le acerqué y le dije oye, Emiliano, aquí dice que estudiaste en Berklee, ¿me puedes dar clases?, y me dijo claro que sí. Fui a su casa, me dio clases y me dijo oye, un día hay que tocar juntos, y me empezaron a jalar.
La primera vez que toqué con ellos fue en el Jazz Fusion, yo estaba súper nervioso, me sudaban las manos, me acuerdo que tocamos Straight No Chaser, en la batería estaba el finado Iván Martínez, un baterista muy bueno. Iván empezó a tocar un ritmo que yo en mi vida había escuchado y me costó tanto trabajo, yo creo que nunca había sudado como ese día. Padecí esa tocada pero me siguieron invitando a tocar.
Después formamos un trío Rolando Alarcón, Manuel Viterbo y yo, Alain y Emiliano nos invitaban a tocar con ellos y nosotros los invitábamos a ellos, estuvimos tocando los jueves en un lugar que se llamaba Techacapan, estaba junto a la iglesia de San José, enfrente de donde ahora está la Casa de Nadie. Algunas veces, Humberto León también me invitó a tocar con él.

Jazz Moode

Fue una etapa muy loca porque me levantaba a las cinco de la mañana a estudiar y a las seis paraba para arreglarme y salir rápidamente a la Facultad de Psicología, en el camión iba leyendo las copias. Entraba a la escuela y cuando salía me ponía a hacer los trabajos ahí mismo para tener las tardes libres, así seguí hasta que tuve tantas tocadas que me empecé a cuestionar a qué me quería dedicar y dejé psicología.
Édgar Dorantes regresó de estudiar en North Texas, me oyó y me dijo qué bien estás tocando. Me invitó a tocar con él en el Jazz Fusion y me di cuenta que tenía que estudiar más en serio para llegar a tocar bien y me seguí parando muy temprano para ponerme a estudiar toda la mañana. Después Édgar abrió un diplomado en Veracruz y nos íbamos todos los sábados, también iba Aleph [Castañeda], ahí conocí a Jorge Mabarak, Manuel Durán y a un bajista muy bueno que falleció hace poco con toda esta ola de violencia, lo fallecieron, más bien. Se llamaba Toby, no recuerdo el apellido, venía a Xalapa, iba a tocar a mi casa y nos pasábamos métodos y cosas. También fue una etapa muy bonita.
Los Jazz Fest también son súper importantes en la historia de Xalapa, vinieron a inyectarle conocimiento a mucha gente. Yo fui al tercero y conocí a Fernando Huergo y a Víctor Mendoza, que son músicos de un nivel muy, muy alto. En ese momento yo estaba lleno de huecos y me dieron mucha información.
Después de estar tocando algunos meses, Manuel Viterbo entró a tocar al Orbis Tertius porque Humberto León pidió su año sabático, después entró también Rolando Alarcón, ya no tenían tiempo y yo me quedé sin nadie con quién tocar entonces empecé a ir a ensayar a casa de Yaury Hernández que era un chiquillo con mucho talento y muy disciplinado, tenía una oreja increíble, me encantaba que iba yo a su casa, ahí tenía un piano, tocaba una tecla y me decía qué nota era. También fue una etapa muy bonita.

Ronda Jazz entre Tres

Alci Rebolledo y Humberto León pidieron su año sabático porque ya querían hacer otra cosa y formaron Ronda Jazz. Me invitaron a tocar y entré. Fue una experiencia muy buena, llena de aprendizajes. Nos llevábamos muy bien y nos divertíamos mucho, nos la pasábamos contando chistes. Ahí conocí a Rubén Pérez León, una persona que se ha convertido en un buen amigo y hasta la fecha sigo tocando con él.
Tocar con Alci era muy padre porque, ahora ya lo veo así, la madurez, obviamente, me ha llegado pero, realmente, el tipo tocaba muy cabrón.
En alguna ocasión había tocado con Adolfo Álvarez, un día me llamó y me dijo que Aleph ya no iba a estar en Jazz entre Tres, que si yo no quería tomar su lugar. Yo dije ¡claro, cómo no! Tocar con Adolfo fue como un curso que tomé durante varios años. Yo siempre he sido melómano y siempre me ha gustado comprar discos, abrirlos, hasta olerlos, ver los créditos, leer las notas y con Adolfo encontré a alguien que también gustaba de hacer esas cosas. Con él conocí a muchos jazzistas, nos invitaba a comer, a veces, a su casa y nos ponía mucha música, alguna vez me quemó discos.
Cuando me invitó Adolfo, Jazz entre Tres estaba en un momento muy difícil, se había ido Stefan [Oser] y no tenía guitarrista. Un día me dijo:
-¿Cómo ves a Rubén?, ¿le llamamos?
-Sí, es un chavo muy talentoso, vamos a llamarlo.
Estuvimos ensayando mucho con él y, por fin, empezamos a tocar como Jazz entre Tres. También teníamos tocadas con Ronda Jazz y para Adolfo empezó a ser un poco difícil llevar eso porque él quería su grupo. Adolfo siempre ha sido una persona muy casada con sus ideales, no sé si decir que tiene muy fuertes convicciones o que es muy terco (risas), que no es lo mismo pero es igual. Rubén y yo le dijimos a Alci que nos salíamos del grupo porque ya habíamos cumplido con un objetivo, entonces el Ronda Jazz se convirtió en un dueto de guitarras: Alci y Humberto.
Adolfo es una gran persona pero pedía cierta exclusividad y eso empezaba a hacerme ruido porque yo empezaba a tocar son jarocho y quería aprender más cosas. Un día me preguntó ¿qué onda?, como él siempre ha sido muy sincero conmigo, tuve que ser sincero con él y le dije que ya había llegado a mi punto máximo en su grupo, y me fui por la libre.

Por la libre

Después de que me salí de Jazz entre Tres, Cándido Hernández que me invitó a tocar un proyecto de fusión que se llamaba Matombe, entré porque tenía ganas de hacer cosas pero nuestros egos y nuestra falta de comunión hicieron que, en mi caso, no fructificara en ese momento. Con el tiempo he aprendido que el enemigo más grande que puede tener un músico no es el que está afuera sino al que está adentro.
También empecé a tomar clases de son con Ramón Gutiérrez, me compré una leona. Ocasionalmente, cuando Aleph no podía, Ramón me invitaba a tocar con ellos, eso fue muy padre para mí y también aprendí mucho.
El son jarocho sido muy importante para mí y lo seguirá siendo porque es como volver a las raíces.

(CONTINÚA)

PRIMERA PARTE: En la búsqueda
TERCERA PARTE: No hay Quinto malo
VER TAMBIÉN: Primera jazzeada, primera │ Nacho Quinto / Avance

https://www.youtube.com/watch?v=Q3G7mwhUYe8&feature=youtu.be


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