Apenas tenía unas semanas como gobernador de Veracruz, cuando Javier Duarte empezó a recibir quejas sobre las movidas chuecas de su Secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, pero no hizo el menor caso.
Conforme pasaban los meses las quejas crecieron hasta convertirse en exigencias. La raza jarocha comenzó a pedir su dimisión. Y nada; Javier Duarte seguía sin hacer caso.
Vinieron las desapariciones en el sexenio duartista, las matanzas y los asesinatos a periodistas. Para ese momento la sociedad estaba harta del Secretario de Seguridad Pública y pedían en todos los tonos su renuncia, a la que agregaron una investigación sobre sus presuntas actividades ilícitas y nada. El gobernador seguía sordo a las exigencias.
Luego vino la desaparición de cinco jóvenes y se armó la gorda contra Bermúdez. Se le acusó de tener nexos con bandas delincuenciales, de desaparición forzada, de corrupción y de no sé cuántas cosas más.
Y nada.
Se detuvo a unos policías de la SSP, se les juzgó por privación ilegal de la libertad, por secuestro y por asesinato de los cinco jóvenes, pero Bermúdez siguió en su puesto.
Y la raza supo que nadie lo iba a mover de ahí cuando el propio Duarte declaró que primero se iba él y luego Arturo Bermúdez.
Quien lo tumbó fue el diario Reforma al dar a conocer unas propiedades compradas en Estados Unidos, que no empataban con el sueldo que ganaba como Secretario de la SSP.
Lo mismo está pasando con el fiscal del estado Jorge Winckler.
Casi desde que asumió el cargo varios grupos de veracruzanos están pidiendo su dimisión. Desde empresarios hasta madres y padres de desaparecidos.
A él no se le acusa de lo que se acusó a Bermúdez, sino de incompetente.
A propósito de la manera en que manejó el hallazgo de cientos de restos humanos en fosas clandestinas, la vocera del Colectivo Solecito, Lucía de los Ángeles Díaz Henao, lo calificó de indolente, sarcástico y ofensivo.
Jorge Morales Vázquez, Secretario Ejecutivo de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas, quien ha tenido varios desencuentros con el funcionario, lo acusó de obtuso y hermético.
Y hay quienes lo tachan de frívolo.
Y es que tras el asesinato del periodista Ricardo Monluí, Jorge Winckler atendió a los familiares de la víctima enfundado en unos pantalones de mezclilla y en una camiseta tipo polo como la que llevaba el narcotraficante “La Barbie” el día que lo apañaron.
Si eso no es frivolidad, no sé qué sea.
Pero a pesar de todos los pesares y al igual que sucedió con Bermúdez, el gobernador Miguel Ángel Yunes, defiende a su fiscal. Aunque en el papel no sea su fiscal y la fiscalía sea un ente autónomo.
Winckler ha tenido encontronazos con todo mundo, principalmente por su incompetencia, falta de pericia y hasta falta de sentido común. Pero sigue en su puesto y al parecer seguirá ahí hasta que su jefe (que no es su jefe, carajo) Miguel Ángel Yunes, deje la gubernatura.
Y es que Yunes no piensa removerlo por mucho que se le venga el mundo encima al joven y superficial funcionario. Esta ahí por su amistad por el gobernador y la amistad es sagrada.
A menos que se le descubran palacetes en Europa o Estados Unidos, nadie lo moverá de la fiscalía hasta que Yunes Linares entregue el cargo.
Y es que contra lo que el mismo Winckler supone, no durará como fiscal nueve años. Uta no, nunca.
Por una puerta saldrá Miguel Ángel en noviembre del 2018 y por otra lo hará Jorge Winckler el mismo día.