Negativo. Eran las 6 de la tarde y fines de abril. Lo supe con la certeza de un huracán sin domesticar, una parvada en mi pecho emigró hacia un tardío nudo en la garganta: que no venías. El resultado de una hoja en blanco -y esas letras negras saltando a la vista- no fueron más que una vil redundancia.
Confirmado: La cigüeña se estrelló en un rascacielos de Nueva York. Los días que siguieron hallé tu rostro en cualquier niña de 2 o 3 años cuando agitaba su mano diciendo “adiós”. Dejaste rastro, la estela a tu paso, y yo te vi despedirte con el pesar de no haber sido capaz de darte la bienvenida.
Hola, Sofía: Hay un espacio entre mis líneas que siempre ha llevado tu nombre, un cuaderno que llenarás con tus años-tinta. Hay una cajita musical en la que canto la nana para una niña que no ha sido concebida. Cuánto duele la nostalgia en mis entrañas, cuánto echo de menos a quien nunca ha estado de más, cuánto te cuento de aquellos finales tan bien escritos que tu alma jura no son más que inicios.
Hay un elefante en carrusel, una bicicleta para montar los sueños y un caballito que galopa con fuerza, gente nube, paseos por doquier, el libro que habré de leerte por vez primera: el niño del cabello color del trigo mirando atardecer cuarenta y tres veces los domingos.
Te imagino ahora mismo sentada en la orilla de tu cielo, dando piruetas como alguna vez habrás de girar en las mañanas de invierno, con la sonrisa en los festivales del jardín de niños o jugando con tus muñecas en la sala de esta.
Durante 9 meses anidarás en mi interior, el tiempo en el que tú serás yo: arrullo de luna, artesano, taller de seres humanos. No hay cita que espere con mayor anhelo que aquella en la que finalmente descenderás de mi vientre hacia mis brazos para recordarme que no hay luz al final del túnel, si la luz habita dentro de mí.
Cuelga en tu nombre la sabiduría. El aprendizaje puro de nuestro inevitable encuentro: saber que alguien te espera en algún punto del camino es motivo suficiente para no desesperar, susurras cierta mañana a mi oído. Sonreímos en complicidad.
Que llegues a tiempo, Sofía. Que seas destino y jamás desatino. Que seas precisa, prudente, puntual. Que el amor eterno se convierta en palabras el día en que por vez primera, me llames «mamá».
Positivo: vienes en camino.