Se los cuento como me lo platicó un estimado amigo, palabras más, palabras menos:

Ten cuidado con el servicio de Sky TV, porque son unos ladrones que si te descuidas te quitan tu dinero. Te lo explico para que me creas.

Como muchos veracruzanos, o más bien como todos, el duartismo me dejó en plan de damnificado extremo y por eso en diciembre pasado me quedé sin empleo, sin aguinaldo y con una profunda crisis económica, que nos obligó a mi esposa y a mí a imponer medidas draconianas en la casa, para poder sobrevivir a la más pavorosa cuesta de enero -y lo que sigue- que hayamos padecido por esta región.

En ese objetivo, hicimos un plan para reducir a cero los gastos superfluos, los pequeños lujos que creíamos que los valíamos, ciertas delicias del estómago y de la carne, entretenimientos externos y carísimos como el cine y todo lo que no era necesario para la supervivencia vital, como la costumbre de comer carne la mayoría de los días de la semana o comprar un pastel de marca para irlo consumiendo poco a poco.

Y junto con ello también decidimos dar de baja un servicio que sin darnos cuenta habíamos estado pagando por años de manera cada vez más onerosa: el de la televisión satelital vía Sky, una empresa filial de Televisa.

Así que me armé con los datos de mi contrato, porque para cualquier llamada telefónica te exigen que digites en tu teléfono el número de suscriptor, y marqué el número de atención a clientes. Lo que sucede siempre con este tipo de números, es que tienes que escuchar varios mensajes en los que publicitan los servicios de la empresa, luego se protegen legalmente con una serie de avisos sobre tu privacidad, y después te enlistan una larga serie de alternativas, que tienes que escuchar dos o tres veces hasta dar con el dígito que debes marcar, y de ahí otro, y luego otro.

No te miento si te digo que me tardé 45 minutos y varias llamadas hasta que logré entrar en contacto “con uno de nuestros ejecutivos”. El tipo tenía acento extranjero, me dio su nombre, me preguntó el mío y me deseó que estuviera pasando un día magnífico, cosa que le dije que era imposible, porque me había quedado sin empleo y además había perdido buena parte de esa jornada tratando de comunicarme con él.

Le expliqué que quería de dar de baja el servicio, y de inmediato me preguntó cuál era el motivo por el cual no quería seguir siendo cliente de ellos. De la manera más comedida posible, le dije que no quería decirle por qué, que qué le importaba… ¡y que me cuelga el teléfono!

Ya imaginarás que tuve que pasar otra vez el infierno de comunicarme por los vericuetos del servicio de atención telefónica, hasta que conseguí, media hora después, que me contestara otro ejecutivo, también de acento extranjero.

Y a él sin más le expliqué que me había quedado sin empleo y que no podía seguir pagando el servicio, que rondaba los 1,500 pesos mensuales. Así que le pedía que cancelara mi suscripción…

¡Y me dijo que no era posible! Que de acuerdo con el contrato (¿qué hace la Profeco con estos casos?), yo debía dar aviso un mes antes, que mi día de corte era el 15 y como era 16 de enero, se me cancelaría hasta el 15 de marzo. O sea que tendré que pagar dos meses más, de 1,500 cada uno.

Te digo que son unos ladrones…

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