Connan Contreras inició su carrera musical antes de nacer, cuando escuchaba, desde el vientre materno, los ensayos de Los Caracoles, el grupo de su padre. Un teclado, una batería de papel, un set improvisado de percusiones electrónicas y una patada de tarjeta roja marcaron los inicios de una carrera que ha ido de la flauta al contrabajo, al trombón, a la batería; del rock a la música clásica, al jazz, a la salsa, a la cumbia, al reggae, a la música inclasificable de Los Aguas Aguas. Su manera errante de pensar lo ha llevado a la comunión con el trombón, la percusión y la producción.
Música amniótica
Soy Connan Contreras Sánchez, originario de aquí de Xalapa, hijo de Magdalena Sánchez Blanco y Clemente Contreras Pérez, músico, tiene un grupo que se llama Los Caracoles.
Había una bodega de pollos y alimentos balanceados para animales en Banderilla, junto había muchos cuartos, los rentaron y ahí ensayaban. Mi mamá estaba embarazada de mí, entonces, durante toda mi gestación, escuché esa música que llaman chunchaca y yo creo que de ahí nació mi atracción hacia la música.
Me contaba mi madre, que en paz descanse, que en el kínder la única queja que tenía de mí era: «se la pasa haciendo escándalo en la mesa, pegando y pegando y cantando», y hasta ahora lo hago, todo mundo me dice que soy muy nervioso y no, es que siempre hay música en mi mente, me gusta mucho la percusión y siempre estoy tocando. Toda mi niñez y parte de la adolescencia le pedí una batería a mis padres porque me gusta mucho pero nunca tuve una hasta hace como 10 años.
Desde el kínder le decía a mis padres quiero aprender música, quiero clases de música. Como a los cinco años, más o menos, mi padre llevó un teclado a la casa y me enseñó a tocar melodías para niños y me compró un libro que se llama Aprendiendo a tocar con mis deditos, algo así, todavía lo tengo por ahí, eran cosas muy sencillas.
En el ambiente en que se mueve mi padre es independiente y el flujo de dinero varía muchísimo en las estaciones del año, tal vez por eso mis padres no querían que yo me adentrara mucho y, cuando les pedía clases de música, no me hacían caso, o tal vez la situación económica no lo permitía.
Aprendizajes
La manera errante de vivir y de pensar
es lo que te lleva a estar donde estás,
y aprender del error y del dolor
te lleva a la comunión con tu interior
(Aprendizajes. El rey malacopa)
Cuando llegaba mi padre de una tocada del fin de semana me decía mira, grabamos la tocada de ayer, y me daba el casete. Yo me volaba con eso, me gustaban muchísimo las canciones de ese grupo (todavía me gustan). Ponía los cuadernos y los libros de la primaria que ya no ocupaba mi hermano, hacía pilas que, entre más altas, daban un sonido más grave, los cuadernos chicos los ponía como si fueran una tarola, ponía un cencerro que me regaló mi papá, ponía el casete y me ponía a tocar con unas agujas de tejer de mi madre, se las doblaba y quedaban todas chuecas pero yo me ponía a tocar horas hasta que me aprendía todas las canciones.
Siempre que mi padre iba a una tocada yo le decía quiero ir, llévame. Me encantaba subir al autobús y viajar, ver los paisajes y llegar a los lugares. A la hora de la tocada me sentaba en la tarima junto a mi papá y ahí estaba observando todo, las luces, la cámara de humo, todo eso me volaba.
Cuando tenía como ocho o nueve años mi papá me dijo mira, te hice un instrumento. En su grupo tenían una batería eléctrica entonces me construyó un set de batería a base de cubetas y sensores conectados a un amplificador, entonces le pegabas y sonaba. Me explicó este es el cencerro, esta es una conga, esta es otra. Me llevó a una tocada a Mozomboa y me dijo súbete y pégale. Toqué tres canciones y se vino un aguacerazo. En esos viajes aprendí a tocar la batería.
¡Roja directa!
A los 10 años, más o menos, me metieron a jugar fútbol, ahí empezó todo porque en un partido, en una jugada en la que yo ni siquiera tenía el balón, me llegaron por atrás, me pegaron una patada, me fracturaron el talón y tuvieron que operarme porque, aparte de la fractura, se me infectó el talón y había riesgo de perderlo.
Me la pasé postrado en cama varios meses, en el verano llegaron unos primos a vacacionar, Sergio, que canta muy padre, Chico, Toño y Ángel. Alguno de ellos dejó por ahí un casete y un día que no había nadie fui a la sala, lo puse y me gustó mucho. Era rock en inglés, muchos años después supe que los grupos eran Pearl Jam y Red Hot Chili Peppers, yo no lo sabía entonces pero me gustó mucho y eso fue lo nuevo que empecé a escuchar.
Prexta pa’ la orquexta
Cuando me dieron de alta, mi papá dijo bueno, vamos a meterte a clases de música (Iba yo en quinto año de primaria) y entré a iniciación musical en la escuela del maestro Antolín Guzmán Salazar, estaba ubicada en Av. 1º de Mayo casi esquina con Av. Ruiz Cortines. Estuvo súper padre, fue mi primer acercamiento a un grupo porque era una orquestita, hicimos dos o tres viajes dentro del estado, a Minatitlán, a Coatzacoalcos y ya sabrás, de niño, viajar con un montón de niños es muy divertido.
Estuve un año pero esa escuela era costosa para mis padres y supimos de otra que estaba en Úrsulo Galván, la Orquesta Infantil y Juvenil que en ese entonces pertenecía la Dirección General de Educación Pública, ahora es del DIF y está ubicada en Rébsamen y Díaz Ordaz. En ese entonces la dirigían los maestros Jorge y Rubén Darío, no recuerdo sus apellidos, trombonistas los dos.
Estuve con la flauta un año y después me dijeron:
-Bueno, ya es hora de que tomes un instrumento
-Yo quiero batería
-Fíjate que no hay que batería pero tú estás alto y estás fuerte, ten un contrabajo
Estuve seis meses en clase de contrabajo pero me era difícil, no aprendí mucho.
A desvelar el corazón
…por la ribera
de tu sábana vendré,
con un poema
y un trombón,
a desvelar tu corazón.
(Balada para un loco.
Horacio Ferrer, Astor Piazzolla)
Después de esos seis meses salió la convocatoria para la Facultad de Música y mi papá me preguntó:
-¿Vas a querer entrar?
-Sí, yo sí quiero entrar
-Bien, ¿qué quieres tocar?
-Batería
-Hay percusiones pero no llevas batería
-Yo quiero batería
-¿Por qué no tocas el trombón?
-Es que no me gusta, no lo conozco
-Mira, bateristas hay muchos, guitarristas hay muchos, pianistas hay muchos pero trombonistas hay muy pocos, tal vez tengas, en un futuro, mayor oportunidad de trabajar tocando el trombón porque hay muy pocos
-Bueno, estudio lo que quieras pero quiero entrar.
Un tío trompetista, hermano de mi padre, tenía un trombón arrumbado en su casa, me lo prestó para que lo llevara al examen pero ni servía ni yo sabía tocar. La maestra Lidia Kusielczuk me aplicó el primer examen, era de habilidades y aptitudes, me hizo unos dictados rítmicos.
Al otro día era el examen de instrumento, me lo aplicó un cornista de la Sinfónica [de Xalapa], no recuerdo cómo se llama. Cuando entré me dijo:
-A ver, toca
-No sé tocar
-Bueno, a ver, repite esto, cántalo, tócalo con la mano
Corrí con mucha suerte porque en ese entonces había tres plazas para trombón y solo presentamos dos y, tal vez, con las actitudes musicales que vieron en mí, pasé. Entré a la Facultad, el primer semestre casi no tuve clases de trombón porque no tenía, hasta que la Facultad me prestó uno tuve clases con David Pozos, principal de la sinfónica. Las clases eran en su casa, llegué y me dijo:
-A ver, toca
-No, es que no sé tocar
-¿Has escuchado el trombón?
-La verdad creo que no, a lo mejor sí, pero no sé.
Se puso a tocar y quedé enamorado, tiene un sonido tan dulce que dije sí, yo quiero tocar trombón. Estuve unos años estudiando trombón en la Facultad de Música pero nunca se me quitaron las ganas de tocar la batería.
El idioma del neuroma
Uno de los primos que fueron ese verano a mi casa estaba en la prepa Juárez. Cuando yo tenía 12 o 13 años, no recuerdo bien, un diciembre me dijo:
-Oye, fíjate que en el salón hay unos cuates que tocan la guitarra, vamos hacer una posada en la casa de tal chavo pero no tenemos baterista, ¿qué onda?, ¿te avientas?
-No, pues es que no tengo batería
-Ahí va a haber una batería
-¿Qué canciones son?
-Aquí te paso el casete
Eran canciones de Maná, de Metálica, cosas de rock.
-Va, pues sí
Fuimos, tocamos y, para nosotros, sonó increíble. De ahí empezamos a tocar en cada fiesta de la prepa. Ese grupo lo fuimos formalizando, se llamaba Neuroma. Nunca hicimos música original, tocábamos covers de Metálica, Iron Maiden, Red Hot Chili Peppers, cosas así, y le abríamos tocadas a otras bandas en El Tope, en El Rincón Bohemio, que estaba en Arteaga, y en lugares así.
Toca a quemarropa este rey malacopa
Después, mis primos conocieron otros amigos en la preparatoria (yo estaba en la secundaria) y decidieron hacer otro grupo y me dijeron tú tocas el trombón. Tocamos y duramos algunos años, en el 2003 le abrimos un concierto a Panteón Rococó en la feria de Xalapa, ya teníamos dos o tres canciones originales, fue lo máximo que llegamos hacer en ese entonces. Ese grupo se llamaba La Sociedad Sedictiva, después se llamó El rey mala copa.
Como El rey malacopa tocamos ahí y empezamos a hacer música original, éramos como 13 o 14 integrantes, había dos trombones, yo era uno de ellos, dos guitarras, un teclado y percusiones. Después de esa tocada, decidimos seguir haciendo música original pero todo mundo dejó de ir, solo quedamos cuatro, mis dos primos, yo y Alberto Platas, que era el saxofonista, ensayábamos en su casa. No había baterista, entonces, después de dos o tres semanas de ensayar así, dije yo voy a agarrar la batería.
No llegábamos a los ensayos con una idea establecida sino que empezábamos a jamear para ver qué salía, así surgieron varias canciones originales. Un día mi primo Carlín iba en un autobús y se subió una chica a cantar con una guitarra, mi primo le dibujó un croquis y cuando pasó le dijo oye, estamos buscando cantante, ¿te interesaría? Se llama Sara Ruiz, es española, egresada de Letras. Se integró, hicimos bastantes canciones y grabamos un demo. El grupo duró más o menos hasta el 2007 o principios del 2008.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: Donde empiezas a soñar
TERCERA PARTE: Un sol que decora
https://www.youtube.com/watch?v=qnLPJlTRTsQ
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