Con ser un paso importante rumbo a su participación en los comicios municipales de junio próximo, la designación desde el CEN del PRI del exdelegado del ISSSTE en Veracruz, Renato Alarcón Guevara, como dirigente estatal de ese partido, ha sucedido en un momento sumamente crítico y en condiciones desafiantes, lo que permite desde ahora prever un tránsito trompicado, con enormes riesgos de caer en riesgosas barrancas.

No solo es que el PRI carece de dinero y, por primera vez, del apoyo de un gobierno estatal de sus colores; es que la dilatada decisión por quien debía suceder a Amadeo Flores Espinosa se ha prestado a escisiones, cismas, amenazas y chantajes, y en medio de todo ese clima de división, se ha abierto una enorme fisura por la que han tratado de colarse dinosaurios perniciosos del tamaño de Fidel Herrera Beltrán quien, por cierto, ha preferido llegar a Veracruz en la oscuridad del anonimato para refugiarse en su casa de El Conchal, atemorizado porque una subrepticia orden de aprehensión lo hubiera tomado sin un amparo judicial bajo el brazo.

Los priistas que buscan colarse a las candidaturas a alcaldes o en las planillas para esperar el milagro de conseguir chamba de síndico o regidor, o que sueñan con colarse como futuros funcionarios municipales, están que hierven porque el partido ha aplazado al límite el proceso de selección de candidatos. Sobre todo, aquellos que no tienen ninguna esperanza de ser convocados por otros partidos, hoy mejor colocados en la simpatía popular, y solo tienen oportunidad en el PRI.

Y ellos de inmediato empezarán a presionar a un dirigente joven, sin experiencia ni liderazgo, aunque con la ventaja de no identificarse ni con la Fidelidad (Fidel y Duarte lo relegaron groseramente de toda participación en sus gobiernos), ni con los senadores priistas, ambos deseosos de la candidatura en 2018, ni de los militantes que han encabezado la rebelión en el seno priista.

¿Tendrá Renato Alarcón el apoyo de todos aquellos priistas que, identificados con la línea de Amadeo y del dirigente nacional Enrique Ochoa Reza, buscan deslindar públicamente al PRI de la vergonzosa historia de sus dos más recientes gobernadores? ¿Qué ideas llevará para lograr la unidad priista en los ámbitos estatal, regional y municipal, y cómo enfrentará las pasiones que despertarán de inmediato la designación de candidatos para los comicios municipales e, incluso, su propia designación como dirigente estatal?

Combatir los demonios internos

Por lo pronto, sus batallas deberán ser múltiples: legitimarse como dirigente ante las bases priistas, lo que no debe significarle demasiado esfuerzo porque esas bases esperan hace tiempo a quien sea para iniciar el tránsito hacia los comicios municipales; contener con sentido político una posible andanada de los fidelistas por ganar espacios en el nuevo comité directivo estatal (de entrada, hacer a un lado a Regina Vázquez Saut, quien no quiere dejar la Secretaría General a Marilda Rodríguez), y poner límites a la vehemencia del senador Héctor Yunes Landa, quien buscará ganar al partido para volver a contender a la gubernatura.

Debe también extirpar del PRI estatal a dirigentes realmente vergonzantes como la presidente de la Fundación Colosio, Gina Domínguez Colío, excoordinadora de Comunicación Social en el mayor tramo del gobierno de Javier Duarte, acusada, junto con el exdirigente estatal priista y diputado federal Alberto Silva Ramos, de participar en un grave saqueo de recursos públicos mediante el uso de empresas fantasmas que supuestamente habrían realizado tareas relacionadas con la difusión del gobierno estatal. De hecho, el gobierno estatal de Miguel Ángel Yunes Linares tiene iniciadas sendas investigaciones que ya debieran ser motivo para incluso expulsarla del PRI.

Además, un personaje pernicioso que solo le ha dado desprestigio sin que, a cambio, haga algo por el PRI, es su Secretario de Organización, el actual diputado federal Fidel Kuri Grajales, propietario del club Tiburones Rojos de la Primera División, quien el domingo por cierto señaló a la prensa que tanto la solicitud de desafuero contra su colega de bancada Tarek Abdalá como la detención del dirigente del Movimiento de los 400 Pueblos, César del Ángel Fuentes, responden a la necesidad del actual gobernador de ejercer revanchismo político y no a un imperativo de justicia.

Por supuesto, el mejor escenario para el PAN gobernante (que estaría encontrando resistencias para ir en alianza con el PRD) es que las fuerzas identificadas con la Fidelidad se hagan presentes en el PRI, que sus enlodados plumajes se agiten ruidosa y perniciosamente para que nadie olvide el enorme daño que el PRI, a través de ellos, le han causado a Veracruz.

Por ello, es posible que los procesos judiciales contra exfuncionarios de Javier Duarte se protagonicen justamente en los momentos en que estén en marcha las campañas municipales, lo que hará un daño mediático y político extraordinario al PRI. Ya veremos cómo el nuevo dirigente priista y su personal de comunicación y prensa diseñan las mejores estrategias para desvincularse de esos procesos.

Por lo pronto, el PRI ya tiene dirigente y, si la delegada del CEN del PRI, Lorena Martínez Rodríguez, no pasa mucho más tiempo en la Ciudad de México, tendrá que notar que no solo es necesario el cambio en la cúpula sino en prácticamente todos los puestos directivos priistas.

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