Quizá por la premura del evento, o porque hacía mucho frío, o porque muchos prefirieron ver el duelo Pumas-Necaxa, o porque ya casi nadie cree en el PRI, pero la asunción de Renato Alarcón Guevara a la dirigencia estatal del tricolor estuvo más desangelada que un partido de bádminton en el Cofre de Perote.

Faltaron los priistas de alcurnia y la inefable bufalada. No hubo matracas ni acarreados, tampoco grupos musicales, ni porras, ni vivas, ni discursos llenos de enjundia partidista. Y para acabarla de fregar no hubo tortas, ni chescos.

Acompañado en el estrado por los senadores Héctor y José Yunes, además del alcalde xalapeño Américo Zúñiga, el nuevo dirigente del PRI hizo un llamado a la unidad. Pero no todos le hicieron caso. Al menos Regina Vázquez Saut, secretaria general del partido, quien no asistió y se niega a dejar la secretaría.

Se notó y mucho la ausencia de militantes de las bases. No hubo presencia del sector campesino, ni del obrero, ni del popular. Tampoco la aglomeración que precede a este tipo de eventos. Ni siquiera el tumultuoso besamanos con el clásico: “Estamos con usted, mi líder”.

Ni Erick Lagos, ni Adolfo Mota, ni Alberto Silva, ni Edgar Spinoso y mucho menos Tarek Abdalá (que prepara su adiós del Congreso Federal ante la inminencia de su desafuero), estuvieron presentes.

Más que de apoyadores, Alarcón Guevara estuvo rodeado de puro cartucho quemado y buscachambas como Corintia Cruz y el ex alcalde de Tuxpan, Crisóforo Hernández Cerecedo, nomás por poner dos ejemplos.

En contrapunto con otras ocasiones, el ambiente en la esquina de Ruiz Cortines y Francisco Moreno no era de triunfalismo, sino más bien de piadosa resignación.

Renato Alarcón toma las riendas de un PRI dividido, vapuleado y devaluado. De un partido que dilapidó el poco capital político que tenía con la desastrosa gubernatura de Javier Duarte. De un partido en el que nadie cree y donde tendrá que luchar a contracorriente para salir más o menos bien librado en las elecciones de este año.

El primer escollo que tendrá que sortear se llama Regina Vázquez Saut. Renato tendrá que convencer a la hija del cacique Cirilo Vázquez, de la necesidad de irse a su casa y dejar la secretaría en manos de alguien con menos tufo a Duarte.

Luego tendrá que sentarse con los delegados distritales, la dirigencia nacional, con José Yunes y hasta con Héctor Yunes, para escoger a los candidatos a las 212 alcaldías.

Esta será una labor de titánica porque a diferencia de otros procesos donde los tricolores se peleaban por ser favorecidos con una candidatura, en esta ocasión habrá que rogarles pues no todos querrán entrarle a unos comicios donde pueden ser barridos por la oposición.

Es casi seguro que en este proceso meta su cuchara el viejo costal de mañas llamado Fidel Herrera, que tendrá todos los negativos del mundo, pero es el único que garantiza que no le vaya a ir como en feria al PRI.

Frente a los reporteros, Renato Alarcón negó que se haya sacado la rifa del tigre y tiene razón. Lo que se sacó en la rifa fue un zoológico lleno de depredadores hambrientos y dolidos a los que tendrá que domar con algo más que buenas intenciones y trabajo.

Si el PRI es vapuleado en las municipales, se habrá abierto el abismo de la debacle para las elecciones presidenciales del 2018. Y es que si los tricolores vuelven a perder Veracruz lo pueden perder todo.

Menudo lío en el que se metió Renato Alarcón, pero habrá que ver qué cuentas entrega a mediados de año.

Por lo pronto hay que desearle suerte, vaya que la va a necesitar.

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