Xalapa fue una ciudad definitiva para la formación de Rudyck Vidal, el Instituto de Música del Estado, la Orquesta Sinfónica Juvenil, el Seminario JazzFest, Renegado Pop Orquesta, JazzUV, el Festival Internacional JazzUV son solo algunas de las muchas escuelas que tuvo aquí. El equilibrio se logra conjuntando la academia con la calle, Rudyck tuvo la suerte de toparse con ambas escuelas y la sabiduría suficiente para extraer lo mejor de cada una de ellas, de todo eso nos habla en esta segunda entrega.

No volverán tus ojos a mirarme, / ni tus oídos escucharan mi bajo…

Fui a Xalapa, vi la escuela de música, me gustó, regresé y le dije a todo mundo que me iba a ir, todos se burlaban pero yo les decía sí me voy a ir porque mi sueño es ser músico y hacer cosas grandes. En aquel tiempo mi mamá se había casado y se había ido a Monterrey y yo vivía en un cuartito que me prestaba mi abuela. Le dije a mi abuela que me iba y ella me dijo yo te ayudo con lo que pueda y échale ganas. Me acuerdo que me daba 1000 pesitos al mes.
Llegué a Xalapa a la casa del compañero que me invitó a ir, vivía en Callejón del Diamante, llegué para quedarme ahí mientras encontraba cuarto pero me dijeron pues si quieres, quédate aquí en la sala, la mitad de la sala para ti y la otra mitad para el otro chavo que toca el contrabajo, cada uno paga 400 pesos y ustedes se encargan de tener limpia la sala. Acepté y llegué con mi colchoneta, una maleta y mi contrabajo.

Alley of Dreams

Llegué en 2014 y ese momento estaba el JazzFest, yo no estaba inscrito pero tuve la oportunidad de conocer, en los conciertos, a Alon Yavnai, Gerry López, Raulito Garduño. Ahí tuve la experiencia de participar por primera vez en una jam session, estaban tocando un blues y yo me subí a cantar porque sentía que podía decir algo, solo recuerdo que subí a cantar, cerré los ojos y a la gente le gustó.
Entré al Instituto Superior de Música, me daba clases el maestro Carlos Villarreal, fue mi maestro de contrabajo durante casi siete años y me enseñó muchísimas cosas. Cuando llegué con él le dije:
-Mire maestro, la verdad yo no quiero dedicarme a la música clásica, sí me gusta pero mi tirada es otra, yo quiero hacer música popular, quiero hacer jazz y quiero hacer mi propia música
-Ok, yo estoy aquí nada más para enseñarte a tocar el instrumento, después podrás hacer lo que tú quieras pero ahorita hay que hacer música clásica.
Al mismo tiempo que estaba aprendiendo música clásica, también estaba aprendiendo el jazz y la música popular pero por mi parte, escuchaba los discos que tenía, escuchaba a la gente que tocaba. Recuerdo que en aquella época tocaban tríos de jazz en el Callejón del Diamante, en el Café Lindo, tocaban Lucio Sánchez, Tello Castillo, Manuel Viterbo, Nacho Quinto. Ahí conocí a Lucio y a veces me dejaba tocar una o dos canciones como yo pudiera y una vez me dijo oye, vete a la casa, te enseño algo y tocamos, nos estamos reuniendo en mi casa todos los martes para aprender unos standards de jazz, y fui.

Estudihambres

Después de vivir en el Callejón del Diamante me mudé a un cuartito que estaba en la Colonia Camino. Estábamos empezando, era la época del estudihambre, nada más tenía los 1000 pesos que me mandaba mi abuela pero se me acababan pagando la renta y las comidas. Como había que sacar dinero, hicimos un pequeño trío callejero, un amigo que se llama Gerardo Ventura se llevaba el contrabajo, yo me llevaba una guitarra que me prestaba Helio Lagunes, trombonista, y salíamos trombón, guitarra y contrabajo a tocar en los restaurantes para pedir dinero. A veces nos encontrábamos a Gustavo [Bureau] Guerola y nos daba 20 pesos, y nos iba bien. De ahí teníamos que sacar para comer, para los pasajes y para luchar. A veces salía bien, a veces no salía bien. Teníamos nuestra competencia, un señor que tocaba el arpa y otros señores que iban a cantar (risas), pero teníamos que hacer eso porque todavía no tocábamos mucho que digamos y no nos conocía nadie.

Picudos y Renegados

Más adelante, alguien me recomendó con Sergio Martínez, el famoso Picos, que en paz descanse. Me llamó, le gustó cómo toqué y me dijo tú ya estás aquí. Se armó una orquesta que se llamaba Renegado Pop, ahí conocí a Jesús Rodríguez, buen amigo, baterista. Comenzamos a tocar mucho con la Renegado Pop, cuando no iba Chucho, iba Renato Domínguez, que también es tremendo baterista, tremenda persona y tremendo amigo. Íbamos como grupo de la UV a tocar música popular a diferentes lugares de Veracruz.
Tocábamos en bailes, en bodas, en todo eso pero también teníamos un repertorio de jazz latino en el que tocábamos arreglos de Sergio. También teníamos un trío, éramos Sergio en el piano, Chucho en la batería y yo en el bajo. Mucho tiempo tocamos en el [hotel] Crown Plaza, cuando no podía ir Sergio, yo tocaba el piano y podía experimentar y desahogarme y podía tocar con los bajistas que había en Xalapa, invitábamos a Tello [Castillo], a Nacho [Quinto], iba quien se apuntara y pudiera, y hacíamos y deshacíamos.
Pasó el tiempo, Chucho se fue a estudiar a España y entró Renato a tocar con Renegado. Empecé a hacer mucha amistad con él y a aprender muchísimo porque es una biblioteca con patas, sabe muchísimo. Andábamos de arriba para abajo juntos, si había algo en el teatro, íbamos a verlo, si había un jam, íbamos a tocar, siempre andábamos juntos viendo qué pasaba y qué no pasaba, nada más faltaba que viviéramos juntos pero él ya estaba casado (risas).

Tumbao sinfónico

Después de un tiempo, me dijo mi maestro de contrabajo ¿sabes qué?, abrieron las audiciones para la Orquesta Sinfónica Juvenil, tienes que entrar porque te va a servir muchísimo. Audicioné, quedé y le di las gracias a Sergio porque la orquesta me empezó a absorber muchísimo tiempo y ya no podía estar en Renegado.
Me clavé un montón en la música clásica, en tocar bien en la orquesta, en aprender a seguir al director, en aprender a tocar repertorio de diferentes épocas. Me parecía muy interesante, hay muchísimas cosas qué hacer en la música clásica, era genial pero en los ratos libres que tenía seguía yendo a los jam session a tocar jazz. También tocaba mucho con un grupo de cubanos santiagueros, tocaban en el Bembé, el bar que está por CAXA, el grupo se llamaba Son Residentes. Cuando Sergio Lago, el tresero, no podía ir me llamaban a mí y hubo un tiempo que me llamaron a tocar el piano incluso estando Sergio y era súper interesante porque hacíamos unos ensambles de tres cubano con piano y era bien difícil porque teníamos que buscar ese espacio donde no chocaran los tumbaos que hacía el piano con los tumbaos que hacía el tres. Con ellos aprendí también muchísimo, con Sergito (es de Bayamo y ahora vive en Veracruz), toca increíble; con Leonel, el conguero, con Damián, otro conguero que estaba ahí, con Rafael Peñalver.
Tocando con los cubanos conocí a Noila Carrazana, tremenda cantante cubana con la que más adelante toqué mucho, incluso hicimos un proyecto que duró muy poquito tiempo pero salió bueno, se llamaba Bambarakatunga.

La puerta de Alcalá

Siguieron los JazzFest y me a apunté a todos, ahí conocí a Rafael Alcalá y se volvió una persona muy importante en mi formación musical porque hice mucha amistad con él y un día me dijo oye, estoy haciendo una escuela que se llama Musinetwork, si quieres entra, ahorita los precios están muy baratos, hay clases de arreglo, de improvisación y de armonía. Entré y me aventé todos los cursos, me gustaban mucho y me sirvieron muchísimo, empecé a entender bastante bien toda la armonía contemporánea de jazz, se me hacía muy fácil como la explicaba Rafa.
Empecé a estudiar arreglo con él, hice muchos arreglos, empecé a grabar cosas en la casa, incluso grabé una canción con la que, más adelante, me dio una beca Musinetwork. Fue la primera canción que hice, se titula Valencia, la grabé con Renato en la casa, grabamos todo, batería, pianos, bajos, palmas, voces, grabamos muchísimas cosas y quedó súper bien.

Que me muero, me muero Cupido, / Cupido dame la mano

Siguieron los JazzFest, en uno de ellos estábamos en la fila para dar los datos, inscribirnos y que nos dieran nuestros gafetes, adelante de mí estaba Marilyn Castillo, en ese momento no pasó nada pero después vino una historia bien interesante con ella (risas).

JazzUV

Ese fue el último JazzFest, se terminó ese ciclo y abrieron el proyecto JazzUV. Fue una locura, todos decíamos al fin abrieron una escuela de jazz y están dando clases Agustín Bernal, Gabriel Puentes, Rey David Alejandre, Édgar Dorantes y Miguelito Cruz.

Rudyck Vidal (Foto: Yrving Yeras)

Vi la forma de inscribirme, entré y di las gracias en la Orquesta Sinfónica Juvenil porque, en los dos años que estuve ahí, ya había aprendido lo que quería aprender, me sentía estancado, no me sentía cómodo con el ambiente y sentía la necesidad de hacer mi música por fin, ya no estar repitiendo las cosas de la música clásica, que es increíble pero yo quería hacer lo mío.
Cuando empezó JazzUV tenía una fuerza increíble, todo mundo que entraba tenía muchas ganas de aprender. Todos le teníamos mucho amor a esa escuela. Habían rentado una casita con los techos súper altos y se oía todo de un salón a otro pero no nos importaba porque era la escuela que muchos habíamos soñado por años y al fin estaba ahí.
Yo llegaba a acomodar butacas sin que nadie me lo pidiera, a lavar baños, a barrer, no me importaba porque le tenía mucho cariño a la escuela, todo el tiempo estaba ahí y Édgar se dio cuenta de que yo estaba puesto para lo que hiciera falta.
Estuve un año tomando clases con Agustín Bernal, luego surgió la oportunidad de tocar con Édgar Dorantes y vio que tenía con qué hacer las cosas. Ese año fue muy difícil porque ya no tenía la entrada de dinero de la orquesta entonces tenía a mi casera en stand by, le decía espéreme tantito, sí le voy a pagar, sí va a caer dinero. Trabajaba un poquito con Son Residentes, un poquito con este, un poquito con aquel pero realmente era muy poco el dinero que podía hacer, no me alcanzaba.

La docencia, otra querencia

Al siguiente año Édgar me dijo ¿sabes qué?, el siguiente semestre quiero que des clases aquí, ¿de qué?, no sé, pero quiero que tú seas parte de los maestros de JazzUV. Los maestros de bajo íbamos a ser Emiliano Coronel, Aleph Castañeda y yo. Hicimos los planes de estudio para contrabajo y para bajo eléctrico y empezamos la locura de JazzUV.
Ahí empezó otra etapa de mi vida, la de docente. Para mí fue muy fácil porque mi abuela fue maestra durante muchísimos años y a mi mamá la vi todo el tiempo dar clases de música en primarias, secundarias y prepas y yo veía cómo controlaba, muy fácilmente, grupos de 60 chamacos entonces yo veía de eso de una forma muy natural, no tenía problema para controlar el grupo ni para expresar lo que quería decir porque siempre vi cómo había que impostar la voz, cómo había que hablar, cómo había que hacer las cosas, solamente tenía que agregarle el conocimiento que yo quería darles a los muchachos. Me gustó mucho, se me hizo fácil y es algo que disfruto mucho, enseñar me gusta mucho.
Estuve tres años dando clases en JazzUV, conocí gente maravillosa, tuve alumnos que hoy en día se han vuelto monstruos de la música como Sammy Mendoza y Alejandra Paniagua. Yo creo que, al principio, mis alumnos me odiaban porque era muy duro pero al final se daban cuenta de que siempre fue por su bien. Nunca me gustó ser un maestro que les dejara pasar las cosas a los alumnos, siempre hacía las cosas al revés, en lugar de apretarlos en los exámenes finales, los apretaba al principio hasta dejarlos sin aliento. Los ponía locos porque, cuando entraban, pensaban que iba a ser muy relajado el inicio de los cursos pero conmigo no era así porque yo quería que me demostraran que realmente les gustaba la música y querían estudiarla, y quería que supieran que si realmente les gustaba tenían que tenerle mucho respeto porque ninguna música es para flojitos, les decía que lo que he logrado ha sido porque de verdad me he encerrado a estudiar, he dejado de ir a muchas fiestas, he dejado de hacer muchísimas cosas por invertir mi tiempo en hacer las cosas bien. Los alumnos que no me mandaron a la fregada y se quisieron quedar, recibieron el premio de ser mejores músicos y mejores personas.

El calendario sagrado de los majazz

Tzolkin es el Calendario Sagrado
que los mayas usan para su
propia jornada sagrada personal.
Es, a la vez, un calendario guía
que provee un patrón unificante
acerca de la creación y la cuna
para el sistema completo del
Calendario Maya
(Rudyck Vidal)

A lo largo del tiempo que estuve JazzUV, tuve mucho tiempo para estudiar, ahorrar dinero, componer y hacer nuevos proyectos, y para experimentar nuevas sonoridades y nuevas cosas.
Hice un grupo que se llamaba Tzolkin Jazz, al principio era nada más un trío con Renato Domínguez y Marlon Hernández, un guitarrista que se quedó sirviendo en una iglesia en la que estaba en amistad cristiana. Luego lo volví a armar en JazzUV y lo hice más grande, estaban Alejandro Bustos en el saxofón, Renato Domínguez en la batería, Alonso Blanco en el piano, yo en el contrabajo y cuando venía de visita Marilyn a Xalapa, ella cantaba. También estuvo mucho tiempo tocando con nosotros un saxofonista de Ciudad Juárez que estuvo estudiando en Xalapa, se llamaba Gabriel Balderas, alias el Chino. Ahí fue donde me deschongué con las composiciones porque en aquel tiempo estaba escuchando muchas cosas de jazz moderno, escuchaba a Aaron Goldberg, Chris Potter, David Binney, Avishai Cohen, Edward Simon, escuchaba muchas cosas modernas y quería ese sonido. También me ayudó mucho una master class que fue a dar Francisco Mela a JazzUV porque nos explicó unas cosas de composición y cuando yo lo veía decía este cuate no le tiene miedo a nada, no le importa rayonear las partituras y hacer muchas cosas, yo lo voy a hacer igual.
Me lo tomé muy a pecho y empecé a experimentar con ese grupo, empecé a hacer muchísimas composiciones, muchísimos arreglos, le hacía canciones a todo mundo, a mi hermano, a mi mamá, a mi papá. Después me enteré que las personas que escuchaban decían Rudyck hace cosas raras, hace cosas de 7 con 5 y 4 y luego hay un 3 metido por ahí y yo decía ¿por qué no?, ¿por qué todo tiene que ser en 4?, ¿por qué todo tiene que ser cuadrado? Siempre he sido una persona que ha querido ir en contra de las reglas pero de una forma coherente, sin que suene mal.
Los músicos se reían de mí porque cuando les daba las partituras les decía esto no tiene nada muchachos, vamos a leerlo bien, está tranquilino. Empezaban a leer y cuando veían lo que estaba escrito decían ¿cómo diablos se toca eso? (risas). Renato era uno de mis brazos derechos y siempre me enseñaba muchas cosas rítmicas y luego yo se las escribía a los metales o al piano entonces hacía cosas que no eran muy comunes en ese tiempo.
En los festivales de jazz tuvimos la oportunidad de tocar con mucha gente como Rafael Alcalá y Jason Palmer, a Jason ese grupo le gustaba muchísimo porque decía que sonaba moderno, me decía mete tus canciones a un concurso porque en Estados Unidos puedes hacer dinero con esas canciones, pero nunca lo hice, me dormí.
A Jason le gustaba y cuando tocaba con nosotros era un pez en el agua porque él conocía esas armonías, él conocía esas estructuras, a él no le daba miedo eso que yo escribía porque él escribe igual (risas).

All Stars

Estando en JazzUV tuve la oportunidad de tocar con muchísima gente con la que jamás pensé tocar, con gente que venía de Nueva York o de Puerto Rico, pude tocar con Giovanni Hidalgo, Iván «Melón» Lewis, David Sánchez, Francisco Mela, Jason Palmer, Daniel Smith, Stantwan Kendrick, Christopher Crenshaw, con muchísima gente importante pero para mí, la persona más importante con la que toqué fue Osmany Paredes, él fue un parteaguas en mi formación musical.

The Walls

Cuando yo vivía en Chilpancingo, veía Film&Arts con mi primo y nos poníamos a grabar todo lo que salía ahí, si salía un contrabajista, lo grabábamos, si salía un pianista, lo grabábamos, también veíamos un programa que hacía Magos Herrera en el Canal 11 que se llamaba Acústico, una vez invitó a Osmany Paredes y su grupo que se llamaba Menduvia, yo no sabía quién era él y cuando lo vi tocar dije ¡wow!, ¿qué es eso?, es increíble el concepto rítmico que tiene, jamás había escuchado que alguien tocara el piano de esa manera y me impactó demasiado.

Rudyck Vidal y Osmany Paredes (Foto: Héctor Olea Villar)

Cuando me fui para Xalapa llegué con mi videocasetera y mis videos instruccionales en VHS (en aquel tiempo no había Internet) y creo que rayé el video de Osmany de tanto que lo vi, quería entender los tumbaos que hacía. En algún momento, Sergio Martínez me pasó un casete con la música de Osmany y me volvió loco. Cuando llegó Osmany Paredes y nos dio la primera clínica, yo ya sabía todo lo que le quería preguntar, todo mundo le preguntaba cosas muy comunes pero yo le dije mira, cuando tú tocas tu canción de Cuadra chachachá, en tal lugar del solo estás haciendo esto, ¿cómo le haces?, se me quedó viendo como diciendo este tipo me tiene bien estudiado, y sí, yo lo tenía bien estudiado porque me gusta mucho.
Después toqué con él y antes de empezar le dije:
-Osmany, si no te gusta lo estoy haciendo y quieres que lo haga de otra manera, me dices, yo no me voy a sentir
– ¿Te vas a aguantar?
-Sí, tú dime lo que me tengas que decir, no me digas que está bien cuando no esté bien
Durante años, cada vez que él iba a Xalapa, Renato y yo nos le pegábamos para entender lo que el maestro traía porque es inmenso lo que tiene rítmicamente y musicalmente.
Es la influencia más fuerte que he tenido musicalmente, quizá no en mi forma de componer porque es muy distinta a la de él pero en muchas cosas logré entenderlo y, quizá, pensar las cosas como las piensa él. Aparte de que me ayudó mucho en mi formación musical, lo que hizo fue para mí bien importante.

(CONTINUARÁ)

VER TAMBIÉN: Adderesound, un sonido hecho en molcajete
PRIMERA PARTE: Heart Of The Bass

TERCERA PARTE: Yo soy quien soy…

CUARTA PARTE: Adderesound. ¿Cómo le hicieron?


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