Vaya forma de dilapidar el bono de legitimidad del actual gobierno. Aún no se cumple una semana del inicio de la nueva administración y las sombras de duda ya pesan sobre algunos de los principales protagonistas. Y muchas de estas dudas provienen precisamente las de las dirigencias partidistas, legisladores y hasta actores políticos afines a Miguel Ángel Yunes.
Mi reino por un título parece haber dicho el Gobernador y la rectora Sara Ladrón de Guevara, sólo con el propósito de otorgar salvoconducto a Rogelio Franco para poder asumir el cargo de Secretario de Gobierno. Para esta fecha, el ex dirigente estatal del PRD se conoce más por su titulación exprés que por su desempeño para atender los graves problemas del estado.
A Franco la vida le ha tratado bien, pero él no se deja. Sin mayor mérito que haber sido compañero de correrías de Erick Lagos en la Facultad de Derecho, el actual Secretario de Gobierno hizo una vertiginosa carrera al interior del PRD, desplazando punta de billetazos prósperos, a las tribus tradicionales del estado.
Durante la fidelidad y el duartismo tuvo acceso a dinero público, se impulsó su carrera política y obtuvo sustanciales beneficios políticos y económicos para su grupo. Era el opositor consentido pues. Pero justo cuando llega la elección a Gobernador, la cúpula nacional perredista decide ir en alianza con el PAN y la suerte lo vuelve a tomar por sorpresa. Nunca imaginó que podría ocupar un cargo de tal relevancia, por lo tanto, hasta entonces el título profesional era un blasón innecesario.
Mucho se ha escrito en estos días del títulogate. De todo eso, me quedo con al menos dos versiones que suenan verosímiles, o al menos, podrían discurrir los tiempos políticos que están por venir.
La primera es que el nuevo gobierno ha demostrado ser más de lo mismo. Ante lo corto de su periodo, ha decidido llegar a la “plenitud del pinche poder” lo antes posible. Y para ello no ha reparado en intervenir en el Congreso, en el Tribunal Superior de Justicia, en la Fiscalía del Estado o en la Universidad Veracruzana, donde sea necesario, para hacer lo que precisa, sin que esto sea lo que necesiten los veracruzanos.
No requiere de la razón jurídica, con la razón política basta. A todos quienes tímidamente han querido oponer resistencia, se les ha acusado de guardianes trasnochados, sino es que de cómplices directos, de la podredumbre del duartismo, y por tanto, son candidatos a ser vilipendiados públicamente. Todos han cedido sin chistar.
Por tanto, si los nombramientos de Rogelio Franco o Jorge Winckler no cumplen con lo que establece la ley y tienen que encontrar atajos para entrar por la puerta chica, como lo han dicho sus propios correligionarios, eso es lo de menos. El entró por la puerta grande y por tanto, no necesita que las acciones se sujeten al estado de Derecho. Así, todos sin excepción, deberán futuro y circunstancia al mandatario.
En el caso de la rectora Sara Ladrón de Guevara, es una pena lo que acaba de hacer. No sólo comprometió el prestigio y autonomía de la Universidad Veracruzana, sino que salió a dar una entrevista donde aparece como vocera oficiosa de Franco y el gobierno estatal, cuando su investidura debería estar por encima de un trámite administrativo como se hacen miles de diario, por legal que éste haya sido.
Historias sobre la burocracia para lograr la titulación hay miles. El rezago en cumplir este requisito se debe, en parte, precisamente a la tramitología que implica. Pero la Universidad también vendió su reino por un título y gastó todo el capital que había obtenido como una autoridad respetable. Pero que no se preocupe, la reelección ya no es un asunto de la Junta de Gobierno, sino del Gobernador, así que puede dormir tranquila.
La segunda versión, tal vez descabellada pero posible, es que habría sido el propio mandatario estatal el que abrió la puerta al escándalo del título profesional. De esta manera, la posición de Franco se volvería insostenible y su caída sería responsabilidad de él mismo y no Yunes Linares, quien habría cumplido su palabra de hacerlo Secretario de Gobierno. Quienes le conocen, no dudan de esta posibilidad.
La del estribo…
Vaya sacudida que causó el regreso del góber tuitero. La primera pregunta fue saber si los mensajes eran auténticos, lo que llevó a dos conjeturas: que al Conde le sobra tiempo e ingenio para saludar la llegada de su viejo amigo; o que se prepara la detención de Duarte, a partir de la “ubicación” del teléfono del que fueron enviados. Lo cierto es que a nadie gustó recordar la pesadilla.