Si le hicieran un examen de ADN a Pame Larré seguramente encontrarían en él notas redondas, blancas, negras, corcheas, semicorcheas, fusas, semifusas, claves, líneas, barras y todos esos símbolos que hacen que la música pueda anotarse en un papel y que tienen que aprender quienes quieran dedicarse a eso pero que Pame ya tenía grabados, de manera indeleble, cuando nació porque es hija del tan extrañado Alci Rebolledo (a quien siempre se refiere en tiempo presente), extraordinario guitarrista, y porque todos nacemos con alguna misión y la de ella es llevar la música a donde quiera que se pare.
Una mañana llegó a mi estudio acompañada de su perro, su sensibilidad y la soltura de su conversación, vivimos juntos tres horas muy agradables en las que me platicó muchas cosas, algunas de las cuales comienzo a transcribir aquí.

Lágrimas amarillas

Yo soy xalapeña, soy leo, nací el 13 agosto de 1986 al 10 para las 10. Mis primeros recuerdos son básicamente con la música porque desde pequeña fui muy apegada a mi papá, amo y adoro a mi mami con todas las fuerzas del mundo pero mi papá y yo tenemos un lazo que es la música. Desde niña, mi atracción por la música fue enorme, mis primeros recuerdos son en el estudio de mi papá, yo tenía tal vez tres años, me sentaba en el piso y lo veía poner los discos y marcar los niveles del ecualizador, o lo poner casetes o videos VHS de conciertos de jazz.

Alci y Pame Rebolledo (Foto tomada de la cuenta de Facebook de Pame)
Alci y Pame Rebolledo (Foto tomada de la cuenta de Facebook de Pame)

Yo no me acuerdo muy bien pero me platicaban mis papás que la primera vez que escuché a Yellowjackets me puse a llorar porque sentí demasiado el feeling de esa música. Ese disco tiene un nombre pero mi papá, a lo largo de toda mi vida me decía «vamos a poner el disco Cuando lloré» porque, de verdad, me provocaba un sentimiento peculiar, eran notas menores disminuidas pero luego salía a mayores y yo tenía una reacción física y emocional, cuando cambiaba, en la misma canción, a mayores, me ponía alegre y empezaba a sonreír y mi papá me mimaba, esos son los primeros recuerdos que tengo de la música.
Soy hija única de mi papá y mi mamá, tengo tres medios hermanos pero ninguno de ellos se dedicó a la música. En la primaria había un coro que cantaba el himno nacional y cosas así, me llamaba mucho la atención entonces me apuntaba, el maestro hacía audiciones y por «X» o por «Y» siempre quedaba. Me gustaba ser la mejor, no era buena en matemáticas y en otras materias (risas) pero cuando llegaba la hora del coro le echaba muchas ganas. Primero estaba hasta atrás pero trataba de hacerlo muy bien para que me pasaran hasta adelante porque quería ser la que estaba enfrente del director.

La hora feliz

Posteriormente me metieron al CIMI [Centro de Iniciación Musical Infantil UV] y entré al coro, además de eso intenté con el chelo pero no me gustó mucho, después estuve en percusiones y me encantaban pero me enfocaba más al coro. Igual que en la primaria, me gustaba ser la primera, estar hasta adelante. Tenía excelentes maestros y cuando iba a clases era la hora feliz para mí, cuando eres niño muchas cosas te parecen juegos y para mí el solfeo, la rítmica, la lectura, todas esas cosas eran como juegos, no me costaban trabajo. No me acuerdo cuantos años son del CIMI pero los hice todos y la pasé muy bien, tengo muy bonitos recuerdos.

La lucha de la independencia

Después llegó la edad de la pubertad, tenía 12 años, entré a la secundaria y no quería que mis papás me impusieran cosas, no quería entrar a la Facultad de Música entonces la dejé. Aparte, siempre fui muy deportista y sí me gustaban todas esas cosas pero quería sentir que Pame estaba tomando sus decisiones a corta edad. No considero haber sido tan rebelde, sí me peleaba con mis papás porque tengo mi carácter pero nunca me fui de la casa ni cosas así.
Soy muy independiente, mis papás me educaron así, me enseñaron a hacer las cosas por mí sola, yo veía que a mis compañeros sus papás les hacían todo, y no está mal, pero en mi caso no fue así, el cariño que me mostraron fue de otra forma. Yo hacía mis cosas, yo tenía mis logros, si quería algo, yo lo tenía que conseguir.
Posteriormente, entré a la Facultad de Música pero la dejé porque era canto clásico y me aburrí, ya estaba en la transición de la preparatoria y quería involucrarme en otras cosas, ahí sí fui un poco más rebelde. Seguí en la música pero me gustaba escuchar de todo, seguía escuchando jazz todos los días por mi papá pero también estaba abierta a lo que estaba en ese momento, el pop, el rock, escuchaba todo menos reggaetón (risas).
Me gustaba mucho la apreciación de la música, cuando estaba sola ponía una pista o la radio y me grababa en un casete. Me encantaba hacer eso entonces decía ¿qué onda?, digo que no quiero pero sigo en la música, me encanta cantar, me gusta escuchar, me gusta estar involucrada. Era muy chistoso porque mi mamá me decía ya estás en la prepa, tienes que ver qué vas a estudiar, qué es a lo que te quieres dedicar. Mi papá le decía déjala, ella va a ser músico, la voy a meter a la Orquesta [de Música Popular], (estaba de director el maestro Oliva). Y mi mamá: no, yo creo que la música no le va a dejar nada.

With a friend to sing my own

Mi papá estaba con Sergio Martínez, que es mi padrino de bautizo, en Renegado Pop Orquesta y un día me dijo oye, hacen falta cantantes en la orquesta, ¿no quieres ir?, te van a pagar. Yo le dije pues vamos. Tenía 14 o 15 años y estaba nerviosa porque había músicos muy buenos y todos eran adultos, estaban en las voces Irma Palacios, Julia Rodríguez y otros cantantes, en la batería estaba Jesús Rodríguez, estaba mi papá, estaba Sergio y otros músicos excelentes.
Estaba nerviosa pero me sentía en familia porque, como era la hija de Alci, la niña, me adoptaron muy lindo y me sentí increíble. La primera presentación fue decisiva porque Sergio me dijo te voy poner una canción, quiero que la estudies mucho porque va a ser tu debut cantando en un grupo como solista. Era una canción de Michael Jackson que se llama Ben. La estudiamos mucho pero el día de la presentación, que fue en el Casino Xalapeño, yo me moría de nervios, fueron compañeritos míos y mucha gente. Cuando me pasaron al frente sentí que me adentraba en otro espacio y me dejé llevar, no me acuerdo cómo fue, solo recuerdo que terminó la canción y toda la gente se levantó y empezó a aplaudir, voltee a ver a mi papá y a todos y Sergio dijo felicidades a Pame, es mi ahijada y es su debut, volvieron a aplaudir y yo pensé ¡qué chido!
Ahí dije quiero ser cantante, me encantó el público, me gustó esa adrenalina, me encantó todo, pero ya tengo que hacerlo de otra forma. Hubo más presentaciones, empecé a perder un poco el miedo y tuve mejor desenvolvimiento escénico. Los nervios jamás se me han ido, hasta la fecha, pero a partir de ahí comencé a dominarlos un poco.

Vasos comunicantes

Pasaron, tal vez, dos años, tenía 17 años, ya iba a terminar la preparatoria y mi mamá decía no, Pamela, no te puedes dedicar a la música.

Pame Larré (Foto: Tony Pérez)
Pame Larré (Foto: Tony Pérez)

Me sentía un poco amenazada entonces dije me voy a dedicar a la música de una forma más popular y voy hacer una carrera aparte, siempre pensando en mis padres y siendo un poco inconsciente. Sí sabía qué era lo que quería hacer pero cuando uno es chavo es muy inconsciente, uno es tan joven y si no ha tenido golpes en la vida, todo se le hace fácil.
Empecé la carrera de Ciencias de la Comunicación y empecé a buscar trabajo como cantante. Quería salir un poco del círculo de mi papá, probar otras cosas con otras personas, con gente de mi edad, con otros públicos y comencé a buscar trabajo en antros, bares y cafés; al principio me decían que no porque venía de una formación muy diferente, para trabajar en esos lugares te tienes que vestir ad hoc para los chavos y tener más desenvolvimiento escénico porque es muy diferente lo que se hace en una orquesta que lo que se hace en una presentación en un bar, en las orquestas no te desgastas tanto porque son varios cantantes, solo haces coros, acompañamientos y en los bares uno es el que hace todo show, tiene que hablar, animar, presentar, despedir, cantar mucho, y los lugares muchas muchas veces no son adecuados porque ni monitores tienen.
Tras varias audiciones en antros que en ese entonces eran importantes, llegó un grupo que me dijo oye, necesitamos una cantante. Le entré, era un repertorio muy diferente, tenía que cantar mucho en inglés y era otro tipo de música pero dije adelante.

Work, work, work, work, work, work

A partir entonces me he dedicado al antro, al cover, a los cafés, a fiestas particulares. Hace algunos años pensaba que eso no estaba padre, que no me aportaba mucho a la cuestión musical porque simplemente era interpretar a otros artistas y eso no me enorgullecía mucho. Mi papá siempre era el que me aplaudía todo, me decía qué padre que te vas al antro a cantar y yo le decía no sé. Yo no entendía por qué él se sentía tan orgulloso pero hace poco, tal vez un año, me di cuenta de que toda esa experiencia de interpretar a muchos cantantes, de estar en el escenario me trajo muchos conocimientos de armonía, de expresión corporal, de feeling, de conocer letras, estructuras, de saber qué está bien y qué está mal, descubrir qué cosas me quedan a mí y qué cosas no, y qué es lo que quiero hacer.

(CONTINÚA)

SEGUNDA PARTE: Me toca crecer
TERCERA PARTE: Pedacitos de mí



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