Llegué a la Ciudad de México, entre rejas de limones y racimos de plátano de mi pueblo, en 1977. Había ido varias veces en la infancia pero nunca había recorrido solo la epidermis de ese monstruo que para entonces ya contaba con 12 millones de cabezas. El contraste con las 30 o 35 familias que conformaban el censo plenario de mi pueblo tenía dimensiones de rascacielos y, como ellos, resultaba enigmático y seductor para un púber pueblerino.
Desde los primeros días me aventuré ciudad adentro como explorador que busca el rastro de civilizaciones extrañas y remotas, los hallazgos se sucedían con la vertiginosidad con la que pasan los andenes pletóricos de rostros y los negros túneles por las ventanillas del metro. Tales indagaciones me llevaron a la Alameda Central, donde descubrí una estirpe de seres que en mi rancho hubieran resultado sorprendentes y seguramente escandalosos. Eran medio jipis, usaban pelos largos, barbas y vestimentas estrafalarias: camisas de manta, pantalones de terlenka, blusas oaxaqueñas, enaguas chiapanecas, botas de minero, huaraches, atrapasueños colgados en el pecho (varios de ellos, pero eso se los cuento aquí entre nos, no vayan a ir con el chisme, eran adoradores de los guatos de mota).
Distribuían una música que desvirgaba mis oídos con una mezcla de ternura y de violencia: Violeta Parra, Víctor Jara, Daniel Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Gabino Palomares, Amparo Ochoa. Todavía estaba fresca la sangre del Che en la selva boliviana, la de nadie sabe cuántos cronopios en la Plaza de las Tres Culturas, la de nadie sabe cuántos sueños en el Casco de Santo Tomás, la de Salvador Allende en el Palacio de la Moneda. La noción de la patria se extendía desde el Bravo hasta la Patagonia pero cada uno de esos cantores traía las sonoridades y los acentos propios de su tierra. Solo un grupo aglutinaba la voz de toda la América Latina en un collage sonoro que hubiera llevado a Bolívar a la catarsis. El son jarocho, la cueca, la milonga, el son huasteco, el joropo, el son cubano integraban sus resonancias en una voz de pájaro múltiple, mezcla de águila, cóndor y quetzal: la de Los Folkloristas.
Mis oídos, hasta entonces solamente acariciados por la voz de Gardel, los boleros, los valses que tanto le gustaban a mi abuela, los Beatles, los Bee Gees, los Doors y, por supuesto, el elenco completo de Siempre en Domingo, se solazaban con la invasión de quenas, charangos, bombos, jaranas y polifonías vocales que proferían maldiciones a la Malinche:
Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados,
eran los hombres barbados
de la profecía esperada
Pero solo para mí eran novedad, ellos llevaban 11 años trabajando como artesanos que preservan y prodigan las tradiciones musicales de la América inveterada y honda. Y han seguido, desde el año de fundación, 1966, hasta este convulso siglo XXI, han recorrido escenarios, plazas públicas y festivales de todo el mundo. Actualmente viajan por todo el país para celebrar su primer medio siglo de vida, ese deambular los traerá a Xalapa, se presentarán en la Sala Tlaqná invitados por la Productora de Espectáculos del Fondo de Empresas de la Universidad Veracruzana. Platiqué con Verónica Alanís, promotora, gestora cultural y coordinadora general del Espectáculo Jarocho:
«El Fondo de Empresas de la Universidad Veracruzana es una asociación que administra todas aquellas unidades que pueden producir recursos para que sean canalizados a los diferentes programas de la Universidad, entre ellas está el Espectáculo Jarocho, que es parte de la Unidad Productora de Espectáculos, y otras unidades como transportes universitarios, espacios comerciales, la Tienda UV.
«Yo estuve como bailarina en la fundación del Espectáculo Jarocho, hace ya casi 14 años, y desde hace cinco años estoy en la producción y la logística. Desde hace tiempo veníamos platicando la idea de tener una unidad productiva que pudiera generar más opciones de buena calidad artística, gestión cultural, capacitación y apoyo a los universitarios en cuanto a desarrollo de proyectos.
«Hace dos años integramos un equipo multidisciplinario para poder empezar a hacer un diagnóstico de las diferentes alternativas que la tiene Universidad y también de las alternativas pudiéramos gestionar para ofrecer al público. A mediados de este año salió a la luz la Unidad Productora de Espectáculos. Además se están cumpliendo 30 años de la fundación del Fondo de Empresas entonces coinciden estas dos cosas y quisimos celebrarlas con un concierto de gala.
«Vamos a traer a Los Folkloristas, una excelente agrupación de gran trayectoria a nivel nacional e internacional que está formada por un grupo maravilloso de multiinstrumentistas que ya tienen, todos ellos, un gran reconocimiento.
«Ese es el elemento que tenemos para celebrar nuestro 30 aniversario como Fondo de Empresas y para estrenar la Unidad Productora de Espectáculos que se propone traer una nueva línea de espectáculos de tradición cultural y calidad a Xalapa y a todo el estado».
El concierto se celebrará en la sala Tlaqná el viernes 25 de noviembre a las 20:30 horas. Los boletos ya están a la venta en la Tienda UV, en los bajos del Palacio Municipal de Xalapa (por las mañanas) y en el local de Filomedios que está en Plaza Américas. Si acaso quedan algunos, estarán a la venta en la Sala Tlaqná el día del concierto pero yo les recomiendo que los compren ya, no vaya a ser que se terminen porque si se queden con las ganas les va a salir un granito en la lengua.
Los costos son 480, 380 y 280 pesos. Los empleados de la UV tendrán un descuento y podrán pagarlos en cuatro quincenas sin intereses. Esa es toda la información que tengo pero en los teléfonos (228) 8143342 y (228) 8122099 pueden aclararles cuanta duda los asalte. No les digo que allá nos vemos porque habrá tanta gente que será difícil localizarnos pero es seguro que vibraremos juntos con la catarata latinoamericanista tan reconfortante y necesaria en estos tiempos de Trump.
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