Este sábado, Flavino Ríos cumplió un mes como gobernador interino de Veracruz. Lo hizo en el peor escenario posible: con el Palacio de Gobierno y la Casa Veracruz en manos de presidentes municipales que se han convertido, en aras de la razón que les asiste, en simples vasallos y manifestantes pendencieros; con marchas que no cesan y que cada vez incrementan el grado de violencia; con el palacio municipal de Catemaco incendiado, y lo peor, con las arcas completamente vacías. Su margen de maniobra es nulo.

A pesar de todo ello, no cesa en su empeño de trascender positivamente. Ayer por la mañana se reunió con sindicatos del sector salud, con lo que desactivó lo que amenazaba con convertirse en la manifestación de cada día. Más tarde, acudió a Catemaco para hacer frente a una inusitada crisis que poco tuvo que ver con la fe y si mucho con los intereses oscuros que ahí coexisten.

Dicen los que saben, que al inicio de su breve administración, Flavino Ríos debió tomar una decisión fundamental: acordar con el gobernador electo el nombramiento de dos funcionarios claves en la transición administrativa, es decir, los Secretarios de Finanzas y de Seguridad Pública. El tema del Fiscal y el titular del Orfis tienen un proceso distinto que se correrá a partir del primero de diciembre.

Con ello, lograría desactivar dos bombas que terminaron por reventarle en la cara al gobierno interino. Con un nuevo Secretario de Finanzas -decisión que hoy estaría por tomarse tardíamente a favor de Clementina Guerrero, con lo que ahora sí iniciaría formalmente el proceso de entrega/recepción-, no habría dudas sobre el origen y destino de los recursos públicos, lo que hubiera obligado a los presidentes municipales de oposición a esperar la llegada de la nueva administración.

Con un Secretario de Finanzas yunista, hubiera sido imposible ver la novela de los “presidentes también lloran”, donde el dirigente nacional del PAN Ricardo Anaya contó con una actuación especial. La interlocución hubiera sido con el futuro y no con el pasado, por tanto, las acciones de protesta no hubieran pasado de simples posicionamientos. El Palacio de Gobierno estaría abierto y en paz.

Lo mismo hubiera pasado con la Secretaría de Seguridad Pública. Con un responsable afín a la nueva administración, difícilmente estaríamos como impávidos observadores de las hogueras que lo mismo se levantan en la Secretaría de Finanzas que en el palacio municipal de Catemaco. La presencia policiaca hubiera sido un acto de autoridad consensado entre los que se van y los que llegan, sino es que estos hechos nunca se hubieran presentado.

Lo cierto es que si la anterior administración fabricó una estructura delincuencial que sirvió al peor acto de corrupción conocido en la historia del país –para calmar el alma de los fieles la vela del duartismo perpetuo, no lo digo yo, lo documenta la Auditoría Superior de la Federación (ASF)-, quienes están por iniciar el gobierno en poco más de dos semanas, han hecho esfuerzos muy destacados para sumir al estado en la completa anarquía.

Lo pongo de manera simple y llana. Ayer por la mañana, como un domingo cualquiera, tuve la idea de salir a desayunar con la familia a un lugar tan sencillo como concurrido, ubicado en la avenida principal de Las Trancas.

Al llegar ahí, un hombre dedicado a la tarea de apartar lugares de estacionamiento en la vía pública para un local específico –le llaman las amiguitas, lo que resulta una ironía suprema porque no resultan ser amigos de nadie-, decidió que ninguna persona podía estacionarse en los lugares disponibles de la calle, no importa cuán lejos estuviera del local o si estaba en la acera de enfrente. “Si no viene usted a desayunar ahí, entonces no puede estacionarse”, dijo.

Su argumento era autoritario y absurdo. “Lo que está usted haciendo es arbitrario y fuera de la ley. ¿Conoce usted el reglamento de tránsito? ¿Sabe que ni siquiera podría apartar los lugares frente al local si no cuenta con un área de estacionamiento?”, le dije, tratando de ganar la discusión.

Su respuesta fue clara y contundente: “Por favor!! En este estado nadie respeta la ley. No lo hace el Gobernador que se roba el dinero ni los presidentes municipales que toman las calles. Todo el tiempo hay bloqueos que no los permite la ley. Así que si no va a desayunar aquí, vaya a estacionarse a otro lado”. ¡Plop!

Por supuesto, el debate no es el lugar de estacionamiento. El tema es que cualquier ciudadano, a cualquier nivel, en cualquier ocupación, se siente con el derecho de imponer su propia ley, porque en este estado “ni la autoridad la respeta… por qué habría de hacerlo yo?”. En el fondo, eso es lo que permea en cada manifestación, en cada bloqueo.

Lo hemos dicho antes. Todos saben del histórico desfalco al estado cometido por Javier Duarte; de la impunidad que ha prevalecido en muchos de sus funcionarios; sin embargo, lo que el nuevo gobierno ha transmitido es que es válida la anarquía cuando el gobierno es incapaz de resguardar el derecho a la justicia y que las instituciones son incapaces de resolver los problemas más básicos. Han ido cultivando el huevo de la serpiente, así que nadie se extrañe lo que pase a partir del primero de diciembre.

La del estribo…

Para ilustrar el optimismo. Los cachorros de Chicago no habían ganado una Serie Mundial en más de un siglo; México no había podido ganar a Estados Unidos un juego de eliminatoria mundialista en aquél país desde 1972; los Vaqueros de Dallas no ganaban ocho juegos al hilo en casi 30 temporadas. Ahora sí, este año el Cruz Azul será cam… ah no! Que ya lo eliminaron…