Francisco Cruz es un pianista muy joven pero con una larga trayectoria debido a que empezó a tocar a los seis años y a que ha sido inquieto, ha transitado entre la música clásica, el jazz, el flamenco y la música mexicana.
Tales experiencias le han permitido una versatilidad inusual tanto en los estudiantes de la Facultad de Música como en los de JazzUV, institución en la que ha estudiado e impartido clases. Un casete con música de Beethoven fue el culpable.
Nació mi niño, nuestro niño, / quien lo dijeera…
Nací en Xalapa el 4 abril del 91, mi mamá se llama Minerva Pérez, mi papá, Francisco Cruz; ella es médico, él es contador. No vengo directamente de familia de músicos pero mi bisabuelo, según cuenta la leyenda familiar, tocaba el violín, tocaba son huasteco y música popular.
Mis papás siempre tuvieron mucho gusto por la música, no necesariamente por el jazz, a mi papá le gusta mucho la salsa, escuchaba al Gran Combo, Buenavista Social Club, Rubén Blades, Willie Colón. Mi mamá era más hacia el rock, le gusta mucho Queen. La música que tienen en común es la música clásica, yo no me acuerdo pero ellos me cuentan que desde chiquito me llevaban a los conciertos de la Sinfónica al Teatro del Estado y siempre estaba calladito
Cuando yo tenía cuatro años nació mi hermano Federico y nos fuimos a Fortín de las Flores porque mi mamá hizo una especialidad en medicina familiar en Orizaba y como teníamos familia, de parte de mi papá, en Fortín, nos mudamos para allá.
Cuando llegamos allá, mi papá comenzó a comprarme discos y casetes de música clásica, eso sí lo recuerdo muy bien. El primer casete que me compró tenía música de Beethoven pero eran piezas seleccionadas para que pudieran apreciarlas los niños, tenía Para Elisa, Claro de luna, movimientos sencillos.
Papás, soy Paquito, yo haré partituras
Era una serie que se llamaba El encanto del Beethoven y traía a Beethoven, dibujado como niño, dirigiendo una orquesta. Cuenta mi papá que me lo dio en la mañana y en la tarde le estaba llamando a su trabajo: papá, está bien bonito el casete, quiero aprender a tocar piano.
En ese sentido, mis papás siempre nos han apoyado a los dos, al otro día ya estaba como loco buscando escuelas de música. En aquel tiempo no había más que dos escuelas de música en Córdoba (Córdoba y Fortín están pegaditas): la Academia Musical Yáñez y La Casa de la Cultura. Me metieron a la Academia Musical Yáñez y ahí conocí a Dante Santos María, a quien considero mi primer gran maestro, lo respeto muchísimo.
Comencé a estudiar a los seis años y fui constante, a veces pasa que cuando empiezan a muy niños, hay etapas en que dejan de estudiar pero yo nunca dejé las clases de piano.
El maestro daba clases de todos los instrumentos: guitarra, violín, piano, órgano, batería, bajo, todo lo que existía en Córdoba. Cuando yo tenía como 10 años, tuvo problemas con la Academia y se dio cuenta de que si tenía muchos amigos músicos y alumnos avanzados, ¿por qué no abrir su propia escuela? Renunció y abrió el Instituto de Música Dante.
El paraíso de Dante
El maestro Dante siempre ha sido buen amigo y hay mucha gente en Córdoba que lo quiere entonces, cuando se enteraron de que renunció, todos corrieron a apoyarlo, inclusive yo le presté mi piano para que diera clases. Esta etapa es fundamental en mi vida de estudiante porque, a partir de que abrió el Instituto, trató de crear un movimiento, hizo una orquesta y a los cinco o seis meses ya estábamos tocando en el Teatro Pedro Díaz, y desde entonces no ha parado, da cerca de cuatro conciertos, con programas distintos, al año, es bastante para chavos que no estudian de manera profesional.
Eso fue bien importante porque, desde pequeño, me fui acostumbrando a la vida del músico: aprender mucha música de oído, tocar de memoria, hacer muchas presentaciones. Tocábamos música popular, a veces rock, a veces música instrumental como la de Fausto Papetti, Yanni y esas cosas. Aparte, en mis clases con él, yo tocaba música clásica: sonatinas y cosas sencillas.
Lo que más le agradezco (y lo veo en otros chavos más jóvenes que después se dedican a la música) es la experiencia de entrar a un teatro y sentir felicidad y emoción de tocar, en cambio, ahora veo muchos compañeros de la Facultad de Música que entran al teatro, donde caben nada más 50 personas, y tienen un pánico horrible, a mí nunca me ha pasado eso, hay un piano de 2/4 de cola, lo veía y quería llegar y tocarlo.
Yo siempre lo admiré y como veía que tocaba todos los instrumentos, me entró el gusanito de tocar como él, entonces, en esa época aprendí a tocar la guitarra (toco muy poco pero sí te puedo acompañar unas rancheras o unos boleritos y toco un poco de rock en la guitarra eléctrica), aprendí un poco de violín, a la batería le doy unos trancazos. Cuando yo tenía 12 años, Dante ya tenía muchos alumnos y yo le ayudaba a dar clases de piano, de violín, de guitarra, lo que fuera.
Sophisticated Music
Por ahí de los 13 años ya estaba la escuela más organizada, tocábamos mucho y Dante comenzó a tener buena relación con la Doctora Magdalena Dosamantes Lajud, la mamá de Édgar [Dorantes] (yo todavía no conocía a Édgar). Ella era la directora del Departamento de Cultura del Municipio de Córdoba y comenzó a apoyarlo muchísimo, cada vez que mi maestro necesitaba el teatro, ella se lo facilitaba. Por esa época fue cuando Édgar regresó de hacer la maestría en Texas, un día vimos un anuncio en el teatro que decía: Big Band de la Facultad de Música. Dante siempre nos llevaba a todos conciertos que había, fuimos todos los de la escuela y me quedé asombrado con ese concierto.
Me gustaba la música instrumental que en la que había improvisaciones y como era el más avanzado, Dante me decía escucha ese solo de saxofón ¿por qué no lo sacas?, de hecho, en aquel tiempo sí improvisaba pero lo que Dios me daba a entender pero hablando de jazz, técnicamente, ahí fue donde lo conocí.
Recuerdo que en esa big band tocaba Beto Jiménez, Nissiel Ceballos, Yaury Hernández, Arturo Caraza, todos los de esa generación. Del que más me acuerdo es de Beto porque tocó tres cubano y yo dije órale, ¿qué es eso? Yo estaba chavito, y luego me acerqué y platiqué con él. Quede súper impactado, sobre todo con Édgar, me impresionó ver un pianista que tocaba increíble, que dirigía y que tenía un gran manejo del escenario. Al terminar el concierto, Dante me acompañó y platicamos con él y le dije que me había gustado mucho, que estudiaba música y le pregunté qué podía hacer para estudiar una carrera de música. Se portó muy amable, me dio una tarjeta y me dijo cuando lo necesites, llámame.
Durante esa época tocó muchísimo en Córdoba, después fue con las hermanas Maklakiewicz [Agnieszka, violín y Anna, violonchelo], que tocan en el Trío Chopin. Iba bastante y siempre era un programa nuevo, todo eso fue generando en mí cierta admiración, decía este pianista toca jazz y toca música clásica.
Preludio
Cuando tenía 14 años nos pusimos en contacto con Édgar y me pidió que viniera a Xalapa, me acompañaron Dante y mi papá. Toqué para él una sonata de Mozart, Édgar siempre es positivo, me dijo tocas muy bien, eres muy talentoso, ¿por qué no presentas examen para la Facultad [de Música]?, yo creo que sí quedas.
Me motivó para que hiciera el examen y lo presenté pero la regamos porque son tres ciclos: iniciación, preparatorio y licenciatura, como ya iba a cumplir los 15 y el programa decía que iniciación era de los 15 para abajo, presenté para preparatorio y no pasé porque no tenía el solfeo. Me puse un poco triste, dije ¿será que no la hago en la música? Después platicamos otra vez con Édgar y me dijo no, es que tenías que presentar para iniciación pero no pasa nada, yo conozco maestros en Xalapa y puedo hablar con la directora para que entres de oyente al ciclo de iniciación, te preparas un año y vuelves a presentar.
Mis papás hablaron con unos tíos de aquí de Xalapa y me vine a vivir con ellos. Édgar siempre ha sido muy querido en la Facultad (hasta la fecha) entonces habló con la directora, que en aquel tiempo era la maestra Guadalupe Flores, pianista, y ella dijo ¿es tu alumno?, sí lo aceptamos.
Entré de oyente y Édgar me dijo mira, ahorita yo estoy muy ocupado porque tengo planes en mente (o sea, JazzUV), pero te voy a presentar con un pianista que es muy buen maestro y muy buen músico, acaba de regresar de su doctorado, él te puede dar clases, y me contactó con Miguel Flores Covarrubias (no el del Orbis [Tertius] sino el que ahorita es director del Área de Artes).
Tomé mis primeras clases con Miguel, en un principio era muy serio pero es otro gran maestro que he tenido. Estudié todo el año, me apliqué, monté mucho repertorio, presenté el examen y quedé en un buen lugar, creo que segundo o tercero. Entré a la Facultad a los 15 años y voy a salir en diciembre o en enero, ya nada más me faltan algunas materias.
Cámara, maestro
La clase que daba Édgar se llamaba Música de Cámara pero en realidad les daba jazz, los ponía a tocar standards. Cuando yo pasaba por su salón escuchaba una trompeta, un saxofón, un cotrabajo y me quedaba asombrado, y Édgar me decía pásale. Para todo me hablaba, recuerdo que una vez tocó un concierto de Mozart y me dijo oye, necesito que me cambies las páginas. ¿Cuándo Édgar va a necesitar que le cambien las páginas? (risas), yo iba al ensayo y veía que tocaba todo de memoria. Yo creo que quería apoyarme porque me conoció en Córdoba y me sentía como su paisano.
Me metía a las clases y le decía:
-¿Maestro, cuándo puede darme unas clases particulares de jazz?
-No, ¿qué te voy a dar clases?, mira, escucha a Bill Evans, escucha a Miles Davis, escucha estos discos y ahí vas a aprender.
Creo que el primer tema que escuché e intente sacar fue Solar, de Miles Davis, escuchaba los acordes con séptima mayor, iba al piano y los tocaba como podía pero no entendía nada. Alguna vez transcribí Spain, de Chick Corea y se la llevé. El jazz se escribe a la mitad, no se escribe en cuartos, se escribe en medios porque es más fácil la lectura, recuerdo que lo escribí en octavos o en cuartos, Édgar vio el papel y me dijo pues están bien las notas pero el ritmo no, vuélvelo a checar. Como te digo, me dejaba tarea pero no me dio ni una clase hasta que se formó JazzUV.
JazzUV
Cuando yo tenía 17 años, Édgar me dijo estate pendiente porque voy a abrir una escuela y quiero que seas de los primeros. Yo pensé que íbamos a ser poquitos pero cuando llegó el día de las inscripciones éramos como 80 alumnos y era un caos, veía a Miguel haciendo grupos como loco, haciendo listas para los ensambles y todo eso (risas).
Me inscribí y empecé a tomar clases de ensamble con Édgar. Beto Jiménez daba clases de arreglo pero que no entendía mucho porque era son cubano. Aleph y Memo [Guillermo Cuevas] daban historia [del jazz]. Entendía muy poco, la verdad, pero empezó otra etapa muy importante para mí porque era lo que quería, apenas me estoy dando cuenta de que tal vez por eso es por lo que llegué a Xalapa, porque me gustó el jazz y seguí a Édgar. Me gusta la música clásica y la amo pero digamos que no puedo vivir sin las dos.
Estuve como año y medio, tomaba clase individual de piano con Édgar pero siempre estaba bien ocupado, llegaba como media hora tarde, corriendo, y me decía Paquito, perdón, a ver, saca Stella by Starlight. Ese fue el primer standard que me puso, llegaba y me decía a ver, los voices, yo me ponía nervioso pero fui muy aplicado, yo creo que en seis meses me eché lo de tres años, en parte porque ya tocaba bastante el piano, no tenía problemas con el instrumento y él me daba bastante información.
Como te digo, el primer standard que toqué fue Stella by Starligh, vi el primer acorde, un semidisminuido, ¿qué es un semidisminuido? Luego me puso Dolphin Dance y yo me preguntaba ¿qué es Dolphin Dance?, ¿Herbie Hancock, quién es ese? pero eso me ayudó mucho, que me ponía cosas difíciles y siempre me presionaba, confiaba mucho en mí.
En el segundo semestre empecé a compartir la clase con Enrique, un pianista del Puerto de Veracruz, él ya iba a acabar la carrera y tocaba un montón y yo me ponía todo nervioso. De las clases que más sufrí fue cuando vino Ingrid Beaujean y se metió de oyente a las clases de Édgar y él me ponía a acompañarla, me decía:
-A ver, vamos a poner All of Me
-Sale
-¿En qué tono la cantas, Ingrid?
-En fa sostenido
-Sale, Paquito, acompáñala
-¿Y cómo le hago?
Y ahí me tienes, sufriéndole.
Édgar cada vez podía menos y entró Leo Corona, tomé un semestre con él y después dejé de tomar clases.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: Al jazz, espejo de mi corazón…
TERCERA PARTE: En la boca llevas, jazz, sabor a mí
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