Como dirían los clásicos: «De muy buena fuente», tengo conocimiento de que Javier Duarte sigue en libertad, escondido para evitar ser aprehendido por las autoridades federales. Se esconden sólo él y su esposa. Sus hijos están bajo el cuidado de familiares.

Elementos de la PGR sí están trabajando para localizarlo, aunque al parecer no muestran gran voluntad en conseguirlo, pues sospechan que alguien «de muy arriba» lo está protegiendo.

Mientras permanece escondido -dicen- Javier Duarte dedica su tiempo a analizar los diversos escenarios que se le pueden presentar, sigue con atención lo que se dice en los noticieros de TV y lo que han publicado algunos columnistas. Da un seguimiento puntual a la lista de «testigos voluntarios» que se han estado presentando ante las autoridades para ampliar la información que implique al gobernador de Veracruz con licencia.

Hay quienes aseguran que todo es un montaje, que las autoridades federales están esperando «el mejor momento» para presentar a Duarte y explotarlo mediáticamente, con el fin de tapar cualquier otro tema que les resulte incómodo.

Pero así como muchos nos fuimos «con la finta» y en diferentes momentos anunciamos su inminente solicitud de licencia, algo similar sucede con su detención. Las autoridades -por obvias razones- no van a anunciar con anticipación su captura, seguirán hablando de que «ya casi» lo tienen y de pronto un día citarán a conferencia de prensa para presentarlo.

Esto es, si lo capturan. Hay quien asegura que Duarte trabaja día y noche con sus abogados para preparar su defensa y entre otras cosas buscan las herramientas jurídicas que le permitan obtener un amparo.

El caso es que Javier Duarte ya fue juzgado y sentenciado por la opinión pública. Hoy los debates no son acerca de si robó o no el dinero de los veracruzanos, hoy lo que se discute es cuánto robó o quiénes más le metieron mano al cajón.

Pero poco a poco va dejando Javier Duarte los espacios preponderantes en los medios de comunicación. Ya regresará a ellos cuando sea capturado. Hoy Veracruz resalta por el amotinamiento de alcaldes perredistas y panistas, y por la actitud hostil de los comisionados por Miguel Ángel Yunes Linares para recibir la administración de parte de los emisarios de Flavino Ríos.

Hoy lo que se discute es cuánto hay de cierto en la versión difundida por el propio Yunes Linares, respecto a su reunión con el Presidente Enrique Peña Nieto. No debemos olvidar que el propio Duarte hizo circular muchas versiones sobre el supuesto apoyo que tenía por parte del Presidente, al grado de asegurar que él era «el único amigo» que el mexiquense tenía en Veracruz.

En principio Yunes Linares no salió con dinero de Los Pinos, ni con un compromiso firme sobre el apoyo que pudiera recibir. Salió con un ofrecimiento de que los titulares de Gobernación y de Hacienda se sentarán con él y con sus colaboradores para buscar mecanismos legales de apoyo. Vaya, lo que a cualquier otro gobernador se le ofrece, nada especial para Veracruz.

La administración estatal está en crisis y todavía no escucho una sola idea por parte del gobernador electo para superarla. Su discurso se ha centrado en «meter a la cárcel a todos los corruptos y obligarlos a que regresen lo que se robaron». Sin embargo, luego de su reunión en Los Pinos, admitió que el problema de Veracruz no es sólo el de la corrupción, aceptó por primera vez que hay un serio problema «estructural» que debe ser atendido.

Ese es un asunto sobre el que ya había alertado el senador Pepe Yunes, Presidente de la Comisión de Hacienda en la Cámara Alta. Veracruz arrastra desde hace más de una década un déficit que ronda los 10 mil millones de pesos por año y que a estas alturas se ha convertido en un hoyo que nadie puede tapar.

Sobre ese tema hace falta que el próximo gobernador se pronuncie y plantee opciones para su solución.

¿Cuándo será eso?

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