Pensar que ocultar información oficial y postergar el proceso de entrega-recepción pondrían en predicamento a Miguel Ángel Yunes Linares y a su equipo, que el 1 de diciembre llegarían con los ojos vendados y sin posibilidad de saber qué hacer al frente de una estructura burocrática monstruosa, lo que les haría trompicar y errar, además de no poder actuar contra los funcionarios que incurrieron en actos delictivos, parece que ha sido la torpe apuesta de Javier Duarte de Ochoa, primero, y hoy del gobernador interino Flavino Ríos Alvarado.

Para su desgracia, ni uno ni otro sospecharon jamás que, mientras se inclinaban por el desdén y el golpeteo, por parapetarse tras la indefinición del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (cuyos magistrados no han dado validez definitiva a la elección del 5 de junio), el que está próximo a tomar posesión del gobierno estatal ya ha realizado varias radiografías meticulosas de la situación de Veracruz y de su gobierno, que hoy le permite prever líneas de acción para cada tema.

En el anuncio dominguero de su equipo de trabajo más próximo, el que trabajará directamente para él, que no su gabinete, Yunes Linares puso en el tapete –según mi parecer– dos aspectos importantes de lo que será su estilo personal de gobernar:

En primer lugar, una estrategia directa de operación de la información oficial en los medios de comunicación y en medios propios (otorgando gran importancia a redes sociales y medios electrónicos); con ello, buscaría evitar agrietamientos de imagen por dispersión de mensajes, como los que hoy siguen siendo visibles en el gobierno priista que fenece con la existencia de enlaces de comunicación en cada una de las secretarías e, incluso, en la más humilde oficina, lo que ha permitido que cada funcionario tenga su propia agenda mediática y de promoción, sin importarle el interés del proyecto político del gobernador, aunque en el caso de Duarte nunca hubo tal proyecto.

En el caso del gobierno de dos años que encabezará el panista, el tiempo será tan corto que no deberá perderse en la aclaración de un mensaje difuminado, por lo que la información, la línea discursiva hacia afuera, la determinaría Miguel Ángel Yunes Linares a través de su próximo Coordinador General de Comunicación Social, Elías Assad Danini. Con ello, además, se ahorrarán muchos pesos.

En segundo lugar, el próximo gobierno impulsaría una permanente política de encuentro directo con la ciudadanía. Nuevamente, un esquema que otorga una gran fortaleza a la comunicación.

Si las cosas suceden como se ha dicho, la oficina del gobernador tendría un permanente y directo flujo de información de abajo hacia arriba, del ciudadano al gobierno, que le permitiría, por un lado, contrastar con los informes de las dependencias del poder ejecutivo, así como del comportamiento de los dos poderes restantes (legislativo y judicial), y por otro, lograr una presencia creciente del gobernador Yunes en el imaginario colectivo como un político atento a las necesidades de la población y presto a brindar soluciones a los problemas sociales.

Que hoy se señale a los colaboradores como integrantes del más cercano círculo gubernamental, es decir, aquellos que lo acompañarán desde el proceso de entrega-recepción, no significa que ninguno pueda acceder al gabinete, en especial, aquellos que gozan de una envidiable formación académica, una fuerte experiencia en la administración pública, o ambas cosas.

Pienso en particular en Pedro José María García Montañés, joven veracruzano con licenciatura en Derecho y maestrías en Administración Pública por la Universidad Anáhuac y en Derecho Internacional por la Universidad Complutense de Madrid, y quien ha sido director general en la Unidad de Desarrollo Político y Fomento Cívico de la Secretaría de Gobernación y, antes, visitador adjunto de la Dirección de Quejas y Orientación y director general de la Secretaría Técnica de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Yunes Linares lo ha nombrado su secretario particular.

O como el caso de su secretario privado, José Antonio Menéndez Galarza, quien es licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana y ha desempeñado cargos en el Gobierno Federal como subdirector de Relaciones Institucionales de la Secretaría de Seguridad Pública federal y coordinador de asesores en el ISSSTE, justamente a su lado.

Lo que le viene a Veracruz

Lo que enfrentará Miguel Ángel Yunes Linares no solo tendrá que ver con él, su equipo o su forma de gobernar. Tendrá una carga negativa que no necesariamente le corresponde. El estado se encuentra en los peores indicadores de todos los rubros, en particular, en materia de corrupción, inseguridad pública, desarrollo económico, educación, salud, empleo, infraestructura.

A nivel nacional e internacional, Veracruz es visto como sinónimo de una peligrosa zona de guerra, en que el gobierno es parte, por comisión u omisión, de las bandas criminales; los niveles crecientes de violencia, el crecimiento en la incidencia de delitos como homicidio doloso (que incluye el crecimiento en el número de feminicidios), secuestro y robo con armas de fuego, y con la peor estadística en asesinato de periodistas, más alta que en países con conflictos bélicos.

En efecto, esta entidad se ha convertido en el tema nacional de moda. Uno de los principales personajes que ha logrado esa atención cada vez más caliente desde todos los puntos del país, aunque particularmente de la capital del país, ha sido Javier Duarte de Ochoa, quien tras pedir licencia al cargo e imponer como su interino a quien fungiera como su Secretario de Gobierno, se ha vuelto color de hormiga, lo que no le evita la tunda que le han dado los principales analistas nacionales, que no lo bajan de un torpe engreído o como un chivo expiatorio del presidente Enrique Peña Nieto.

Esa imagen pervertida que se tiene de Veracruz no solo deberá ser preocupación de las diversas áreas ejecutivas de su gobierno, en particular las de seguridad pública, sino que tendrá que reflejarse en una política agresiva de comunicación social, sustentada por supuesto en hechos tangibles.

Es claro que ni al equipo de gobierno saliente ni al PRI ni al presidente Enrique Peña Nieto les conviene que en cuestión de meses, a partir del 1 de diciembre, Yunes Linares y su equipo establezcan un claro y negativo contraste, pero no queda duda (tan terrible fue la gestión de Duarte y, antes, de Fidel Herrera) de que con solo comenzar se verán estilos de gobernar y ritmos de comunicación con los gobernados tan distintos a los establecidos en los últimos doce años.

De entrada, parece que antes de que la nueva Legislatura entre en funciones el 5 de noviembre próximo, estará lista la propuesta del Plan Veracruzano de Desarrollo para los dos años de gobierno.

Ya varios colegas periodistas se han hecho eco de un supuesto pacto entre Javier Duarte de Ochoa y Miguel Ángel Osorio Chong que llevó al cordobés a pedir licencia para “enfrentar su defensa de tiempo completo”, pero a cambio de que también se lleve a proceso a Yunes Linares, inhabilitándolo para tomar posesión el 1 de diciembre.

Desde mi punto de vista, es una hipótesis desbordada, más propia de la literatura de espionaje político. No le haría bien ni a Veracruz ni al país que esa regocijada versión manejada por Duarte y sus difusores se materializara. Pero no nos queda de otra que esperar a que el tiempo transcurra y los acontecimientos tomen forma de hechos consumados.

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