Javier Duarte era diputado federal con licencia cuando el primer día de mayo de 2010 rindió protesta como candidato del Partido Revolucionario Institucional a la gubernatura de Veracruz.

En su discurso de entonces, el priista delineó las que serían sus propuestas para intentar convencer a los veracruzanos de sufragar por la alianza “Veracruz para Adelante” en las elecciones del domingo 4 de julio de ese año: Fortalecer la economía para elevar la calidad de vida de los veracruzanos; mejorar la infraestructura y los servicios públicos; combatir la inseguridad; elevar el nivel de la educación y la competitividad; enfrentar la pobreza y la desigualdad; atender al campo; y apoyar a los adultos mayores.

Seis años después, la realidad de Veracruz contrasta de forma dramática con el edén dibujado por Duarte de Ochoa en su discurso de toma de protesta como candidato del PRI:

La entidad tiene a 4 millones 634 mil habitantes en condición de pobreza; de ellos, un millón 370 mil, 17.2 por ciento, se encuentran en la casilla de la pobreza extrema, los pobres entre los pobres, los veracruzanos en la miseria.

La red carretera estatal se encuentra casi en el abandono y no hay obras de infraestructura importantes en el último lustro, a no ser las que fueron construidas con recursos de la federación.

En inseguridad, Veracruz sigue siendo uno de los estados con más problemas; por ejemplo, de acuerdo con datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la entidad registró, de enero a agosto del presente año, 716 homicidios dolosos y 85 secuestros.

En educación, las cuentas de Duarte de Ochoa tampoco fueron buenas: según estimaciones del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos y de la Secretaría de Educación Pública, la entidad ocupa uno de los primeros lugares en población analfabeta (más de 516 mil habitantes mayores de 15 años, lo que representa el 8.7 por ciento). Por si fuera poco, casi un millón de veracruzanos no tiene la primaria terminada (15.8 por ciento de la población).

En cuanto al desarrollo económico, Veracruz es una de las pocas entidades que prácticamente no han crecido en los últimos cuatro años, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Inegi.

Por si fuera poco, tampoco el respeto a los adultos mayores ha sido una de las principales características del actual gobierno estatal; un ejemplo de ello es la agresión que sufrieron, en diciembre de 2015, los integrantes de un grupo de pensionados y jubilados veracruzanos que exigieron el pagos de sus mensualidades atrasadas.

Por si fuera poco, Javier Duarte deja un gobierno estatal sumido en una profunda crisis financiera, casi en quiebra, con una deuda oficial que supera los 40 mil millones de pesos y pasivos extraoficiales por más de 120 mil millones.

Ese es, en términos generales, el escenario que enfrenta Veracruz.

El hoy gobernador Duarte, en ese contexto, no solicita licencia ante la evidente incapacidad para llevar las riendas de la administración estatal; lo hace por los señalamientos, las acusaciones y las denuncias contra su gobierno, mismas que podrían hundirlo en términos legales.

Devastación, ruina y violencia

Tras el paso del huracán Duarte, en Veracruz prevalece la devastación, la ruina financiera gubernamental, la violencia desatada y la pobreza extendida.

Por otro lado, sin importar el nombre del gobernador sustituto, lo cierto es que el próximo mandatario sólo estará en dicho cargo por menos de cincuenta días; es decir, llegará, soportará las manifestaciones de protesta generadas por la irresponsabilidad en el manejo de la administración; participará en la transición; entregará el gobierno y saldrá corriendo sin mirar atrás.

Lo predecible es que las protestas por las deudas del gobierno del Estado; por el incumplimiento de promesas; por la inexistencia de apoyos; y por el atraso en los pagos a maestros y burócratas, se acentúen en los próximos días, lo que profundizará aún más el caos en la capital del estado.

Javier Duarte, por supuesto, ya no tendrá que soportar el escenario de crisis del que él y sus incondicionales son responsables.

Por cierto, el rostro desencajado, descompuesto, de Duarte de Ochoa durante la entrevista con Carlos Loret, para la cadena Televisa, habló por sí solo. Todo parece indicar que la verdadera pesadilla apenas está por comenzar para el hoy ex gobernador de Veracruz, quien tiene un lugar asegurado en la historia contemporánea de la entidad, ya que será recordado como el mandatario que estuvo en funciones en la peor crisis financiera, política y de seguridad que se recuerde en las últimas décadas.

¿Y los secretarios de despacho?

Cualquiera pensaría que por dignidad o por solidaridad con quien los llevó a ocupar importantes espacios en la administración estatal, los secretarios de despacho tendrían que renunciar a sus cargos; sobre todo aquellos que han sido blancos de señalamientos o que encabezan a las dependencias más cuestionadas por el desaseado manejo de los recursos. Sin embargo, ello difícilmente ocurrirá.

Salvo alguna excepción, los secretarios se aferrarán a sus cargos hasta el 30 de noviembre. @luisromero85