El 28 de septiembre de 1976, a las ocho y media de la noche llovía en la Ciudad de México, seguramente no en todos lados porque esa ciudad es, para usar el atinado adjetivo de Monsiváis, interminable pero sí había un fuerte aguacero en el centro, específicamente en la Alameda Central. Esa noche, Dave Brubeck hizo una de sus últimas presentaciones en nuestro país. El concierto fue en el Palacio de Bellas Artes. La entrada al tercer piso tenía un costo de 60 pesos.
«El jazz es una declaración espiritual. Y aún alcanzará su mejor momento», declaró el compositor, pianista y jazzista (en ese orden) californiano en algún momento de esa gira que se cerró el 2 de octubre, en el mismo lugar pero a las siete de la tarde. Fue la última vez que Brubeck visitó nuestro país.
Estos datos dan fe de una memoria digna de una ficción borgeana, lo sé. Si me preguntaran, por ejemplo, cuál fue el programa de esa noche, cómo iba vestido cada músico o cualquier minucia insospechada, también podría decírselos pero no porque ese portento memorioso me pertenezca sino porque se lo preguntaría a Pablo Prieto (quien me proporcionó estos datos), el baterista mexicano que sabe absolutamente todo lo que hay que saber del autor de Blue Rondo à la Turk.
Dave Brubeck fue un músico genial pero controvertido, jamás logró ser aceptado en el mundo del jazz pese a que uno de sus álbumes figure invariablemente en las listas de las mejores producciones fonográficas de toda la historia del género: Time Out. Pese a que uno de los temas de ese disco esté entre los más conocidos del mundo, no solo en el ambiente jazzístico sino fuera de él: Take Five (mucha gente supone que esa partitura salió de la pluma de Brubeck pero no es así, el autor de la pieza es Paul Desmond, saxofonista del cuarteto y eterno cómplice del líder). Pese a que una de sus piezas, In Your Own Sweet Way, se haya convertido en uno de los standards más conocidos e interpretados, fue grabado, incluso, por el mismo Miles Davis, con el primero de sus históricos quintetos, en el álbum Workin’.
Dave Brubeck es el culpable de que Pablo Prieto no tenga un empleo fijo (sic), lo descubrió cuando tenía siete años y fue tal la pasión que le produjo que desde entonces decidió que la música sería el leitmotiv de su vida, o acaso no fue una decisión, quizá en ese momento supo que tenía una misión que cumplir: difundir la obra de Brubeck. En cualquier caso, desde entonces, y han pasado varias décadas, Brubeck se convirtió en ingrediente fundamental de su quehacer y, con una pasión quizá obsesiva, se dedicó a seguir sus pasos.
«Yo soy un especialista en la música de Brubeck (lo digo con toda modestia) no porque sea yo un gran músico con grandes estudios sino, más bien, por la pasión que le tengo a su música desde niño»- me dijo la semana pasada en una larga e interesante conversación telefónica que iré detallando en los próximos días-. «Tengo, prácticamente, toda la discografía de Brubeck, tengo una memorabilia muy extensa de él con datos que van desde conciertos, recortes de periódicos desde aquellos años hasta la fecha. Siempre que alguien, en México, se ocupa o piensa en Dave Brubeck, inmediatamente el referente es Pablo Prieto, me han invitado a muchos programas de radio, muchas entrevistas, próximamente creo que voy a hacer también algo en televisión, en algún programa acerca de Brubeck, en fin, ya me volví un referente y esto ha sido un parteaguas en mi carrera porque Dave Brubeck me ha dado mucha popularidad en el medio, se ha posesionado más mi carrera y he ganado el respeto del público por hacer una labor con esa dedicación, ese cariño, esa pasión».
La pasión se materializó, en 2012, en el DVD Dave Brubeck: A Celebration!, el homenaje que había rondado en su mente por varios años. Un par de notas acompañan al disco, una del propio baterista:
«Tocar la música de Dave Brubeck puede ser algo muy natural en mí debido a que he estado expuesto a ella durante muchos años y es una parte inherente a mi esencia musical, de hecho, la música del cuarteto de Dave Brubeck fue el primer concepto que tuve acerca de la estética del jazz.
«Hacer un homenaje a uno de mis artistas favoritos, y un músico que marcó mi vida desde que tenía siete años, estuvo siempre en mi mente desde los comienzos de mi vida profesional, ahora que tuve la oportunidad de tocar con tan increíbles músicos, en quienes encontré las características perfectas para poder recrear la comunicación que el cuarteto de Dave Brubeck lograba con su público, decidí hacerlo bajo el principio de que Brubeck es esencialmente un compositor que utilizó al jazz como un elemento más de su propia música.
«Son innumerables las contribuciones de este gran pianista y la idea es difundir los temas de un Brubeck que experimentó con las diferentes formas y culturas musicales del mundo».
La otra es de la pluma de Germán Palomares, una de las más reputadas en el ámbito jazzístico nacional:
«Desde 1959, año de su lanzamiento en los Estados Unidos, Time Out, del cuarteto de Dave Brubeck ha sido una importante referencia para la educación jazzística de nosotros, los mexicanos, sin embargo, por algunos años y por razones inexplicables, el trabajo de Brubeck no tenía un reconocimiento verdadero en nuestro país. Ahora, tras la muerte del gran compositor y pianista, su legado vuelve a situarse en el nivel que, por sus méritos, merece.
«En el redescubrimiento de Brubeck, Pablo Prieto tiene un mérito indiscutible pues no se conformó con tocar sus opus más conocidos una y otra vez, sino que revisitó el amplio repertorio del gran músico californiano para descubrir bellísimos temas que con frecuencia recrea con su cuarteto.
«Pablo Prieto no es un músico concesivo, defiende apasionadamente sus convicciones y, por ello, no ha dudado en divulgar la idea de que Brubeck es lo que es, un auténtico clásico de nuestro tiempo»
Pablo tuvo contacto con Brubeck, que para esas fechas ya estaba enfermo y retirado. «Le quise mandar a Brubeck este DVD el día de su cumpleaños pero se murió un día antes, cumplía años el 6 de diciembre y murió el 5 de diciembre de 2012. Se lo mandé pero ya no lo vio, lo vio su viuda, Iola Brubeck, me escribió y me dijo: Me hubiera gustado mucho que lo hubiera visto Dave, le hubiera encantado».
Aunque el homenaje no fue una promesa que Prieto haya hecho a su admirado músico, la coincidencia me remite a un texto de Borges, The unending gift, en el que el escritor argentino refiere que un pintor les prometió un cuadro y después murió, de lo que desprende la afirmación: «Solo los dioses pueden prometer, porque son inmortales». Después pensó que, de existir, el cuadro se convertiría en «esa cosa más, una cosa, una de las vanidades o hábitos de la casa». Sería un objeto atado irremediablemente a ciertas formas, ciertos colores, ciertas dimensiones. Aun siendo inmaterial, prosigue, «Existe de algún modo. Vivirá y crecerá como una música y estará conmigo hasta el fin», de lo que concluye: «También los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal».
Dave Brubeck: A Celebration! es una promesa no hecha pero cumplida y será un regalo infinito, la confirmación de que los jazzistas sí pueden prometer porque toda música tiene algo de inmortal.
VER TAMBIÉN:
Once When I Was Very Young │Pablo Prieto / I
El jazz viajero │Pablo Prieto / II
En mi propio dulce camino │Pablo Prieto / III
Dave Brubeck, ¿músico o jazzista?
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