Buena parte de la música del siglo XXI es difícil de definir porque generalmente es una amalgama de géneros, los nuevos creadores construyen una expresión personal y contemporánea a partir de los elementos que encuentran a la mano, desdeñando ataduras puristas u ortodoxas. En ese caso se encuentra Víctor Díaz «Manox», cancionero oaxaqueño que presentará su trabajo el próximo sábado. Él mismo nos platica la historia.

Distante instante

Yo nací en Oaxaca pero mi familia es de la Costa Chica, de un pueblo que se llama Tataltepec, también tengo familia en Tututepec y en Juquila. Todas las vacaciones nos íbamos para la costa entonces desde niño escuché chilenas y versos y siempre me llamó más la atención la letra que la música, era lo primero que oía. Mi hermano tenía un montón de casetes de Elvis [Presley] y de música en inglés de los 80, pero también tenía de Los Terrícolas, Los Pasteles Verdes, José José, Arjona y yo escuchaba a todos esos por la letra. Eso es lo que escuchaba de niño.
Tengo un tío que se llama Sergio Zavaleta, él formó la Orquesta Típica de Juquila y siempre cantaba en las fiestas familiares. También tengo unos primos que tocan la guitarra, con todo eso empezó mi cercanía con la música.
En los ochenta escuché mucho rock en español: Radio Futura, Los Toreros Muertos, Caifanes, Soda Estéreo, Enanitos Verdes, toda esta oleada. Empecé a tocar guitarra en la secundaria, en Educación Artística daban flauta pero también estaba la opción de guitarra y ahí aprendí.
En la prepa, ya en los noventa, empecé a escuchar trova, un amigo me presentó un disco de Silvio Rodríguez, luego empecé a escuchar a [Joaquín] Sabina, [Alejandro] Filio, [Fernando] Delgadillo y vi que había otras posibilidades letrísticas. También empecé a leer poesía, los primeros fueron [Jaime] Sabines y [Mario] Benedetti y descubrí otras formas de usar el lenguaje. Yo había escuchado a Chico Che y rolas de amor muy básicas y con todo esto me di cuenta de que había otras posibilidades de abordarlas y que musicalmente también eran más ricas. Me clavé a escuchar a los compositores mexicanos, a Mauricio Díaz «el Hueso» (fue al que más escuché), Gerardo Peña, el Mastuerzo, León Chávez «Texeiro», todos a los que llamaron roleros en ese tiempo. También escuché mucho a Rodrigo González, yo quería ser Rockdrigo, quería irme a vivir al DF, estaba vuelto loco con su onda letrística.

La segunda piel

Yo dibujaba bien entonces, cuando terminé la prepa en la familia dijeron si dibujas bien, debes estudiar arquitectura. Había estado en guitarra clásica pero no me había gustado la rigidez de la postura, de que todo tiene que ser muy cuadrado y me llegaba a desesperar entonces dije no, mejor estudio arquitectura. Me vine a estudiar arquitectura a Xalapa y no le agarré el gusto hasta que salí de la carrera. Hasta que empecé a trabajar supe de qué se trata la arquitectura y dije hubiera puesto más atención en las clases [risas]. Ahorita ando bien clavado en la arquitectura.
Mi generación fue la primera en la que ya no permitieron semestres de arrastre porque ya querían meter el nuevo modelo educativo, como reprobé tercer semestre, tuve que esperar un semestre para volver a entrar y en esos seis meses estuve en el ocio total, no le dije a mi mamá que había reprobado [risas]. En ese tiempo empecé a hacer mis primeras rolas, eran muy malas, quería imitar a Rockdrigo pero cuando me di cuenta de que él había escuchado huapango cuando era niño, que había escuchado rock and roll y era resultado de todo eso dije bueno, yo estuve muy cercano a las chilenas, hice una chilena y salió bien y sentí que era más sincero, el rock era algo impuesto y con el sonecito me sentí identificado. Esa chilena habla de mi familia y tópicos muy personales. Seguí experimentando y copiando algunas formas porque no pensaba mostrárselas a nadie, decía son mis rolas. Y así, componiendo una tras otra, fui agarrándole la onda.

Después me dijo un rolero, que no hay que rolear primero…

Después, un amigo me invitó para tocar en un café. Fue en el 2005, en esa época la gente sí iba a escuchar a los trovadores. Yo nada más tenía siete rolas pero fui, las canté y me sentí cobijado por los cuates. Después conocí al Hueso en persona y tomé con él un taller de composición porque cuando lo escuché por primera vez sentí que de eso se trataba, de hacer una letra muy bien trabajada y tocar la guitarra de una manera más elaborada, él me enseñó algunas cosas de armonía. Seguí pero no me lo tomaba en serio, si me invitaban, iba a tocar porque decía mientras sea para los cuates, no importa. Llevo ya como 10 o 12 años haciendo canciones y ya tengo casi 60.
En el 2010 metí un proyecto para una beca al PECDA [Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico]. El proyecto se llamaba Luz de Son y se trataba de hacer conexiones entre Oaxaca y Veracruz. Me la dieron e hice unas rolas.

…pero hay que saber rolear

Trato de experimentar, me dan flojera muchos trovadores que son mucha miel, mucho romance, yo seguí algunos compositores a los que, cuatro discos después, los seguía dejando su novia y seguían sufriendo y yo decía ¿qué onda? A mí me jala más hablar de cosas distintas o hacer canciones contemplativas sin un tema en específico, tengo una que se llama El sonido del mar que es, nada más, estar sentado allí. Hay otra que se llama Flores pa’ florecita que son imágenes del zócalo de Oaxaca o de cualquier parque. Al principio tenía conflicto con esa forma de componer, decía nada más son imágenes, no digo nada
Un día escuché una canción de Cecilia Guinea (una compositora potosina) que se llama El beso que perdí, es como una leyenda de un beso que se hace flor, me gustó la atmósfera de esa rola y quería recrear eso e hice una canción que se llama Chuparrosa. Ceci la oyó y me la pidió para grabarla. Después, cuando los del grupo La Manta (son mis amigos) estaban juntando canciones para su disco, me pidieron una que se llama Donde nace el agua, la arreglaron, la jazzearon y le hicieron otras partes pero la estructura es mía.
Seguí produciendo, me fui a vivir a Oaxaca y seguí tocando ocasionalmente. En el 2013 salió la convocatoria para la beca de composición María Grever, eran como 960 participantes, yo metí mis tres rolas y en 2014 me la dieron. Esa beca la ganó, entre otros, David Haro entonces yo dije pues no lo estoy haciendo tan mal.
Con esa beca tenía que hacer una rola al mes y revisarla con Memo Méndez Guiú, el que hacía las rolas de Timbiriche, era muy buena su perspectiva sobre las canciones. En ese grupo de becarios conocí a otros compositores como Kevin García.

Nueva canción del sureste mexicano

Este año ya me propuse asentar bien todo eso y empecé a revisar mi trabajo para grabar un disco. Fue un rollo definir el género porque no soy trovador, tampoco soy baladista, tal vez es generacional, está igual David Aguilar, él se hace llamar cantante desgenerado y yo, entre mis rolas tengo algo parecido al huapango, algo parecido a la canción sudamericana, como chacarera, Flores pa’ florecita es como joropo, tengo una que otra rola pop, es como una gama de géneros que trato de recrear con la guitarra y el hilo conductor de todo es la letra. Algunas son historias, por ejemplo, hay una que se llama El tiburón, es salsa, es sobre un portero de Veracruz, la leyenda dice que despejaba el balón con el puño y podía llegar hasta la otra portería. También tengo canciones de amor, de desamor y todo ese rollo.
A lo que yo hago le puse Nueva canción del sureste mexicano porque tengo muchas canciones que tienen que ver con esta región: Veracruz, Tabasco, Chiapas, Oaxaca.

cartelAbrón tú

En el verso costeño de Oaxaca hay mucha picardía, igual que en el son jarocho, y encontré que hay muchos versos que se cantan en los sones jarochos que también se cantan en las chilenas, muchas veces se recitan igual que las décimas de aquí entonces trato de tomar algo de eso. También intento utilizar localismos porque me gusta mucho cómo habla la gente en cada región, aquí dicen «bías de ver», «abrón» o «ves» en lugar de «ve», en Oaxaca dicen «¿qué parió?» o «¿quién sabe?», que es como para presumir, «¿quién sabe quién se acaba de comprar una camisa?», por ejemplo. También uso cositas de caló, «morro», «vato». Hay canciones que creo que se prestan para esas expresiones y las meto, y en otras canciones trabajo más la poesía, las metáforas o trato de que el lenguaje sea más cuidado.

La lluvia de mis pasos

Para el disco voy a hacer siete canciones, son muy distintas entre sí pero creo que son las que más me representan, es como una muestra de mi trabajo. Yo siempre me he presentado solo, algunas veces me acompaño con Eloy [Fernando] en la otra guitarra y Manuel López en el cajón pero para el disco voy a darle a cada canción la instrumentación que pide, va a haber algunos músicos en común y otros tocarán solamente en una rola. Es una producción independiente, vamos a empezar a grabar en enero.
Voy a dar un concierto el 10 septiembre en el auditorio de la Galería de Arte Contemporáneo [Xalapeños Ilustres 135. Centro], voy a presentar las canciones que hice en la beca y otras que ya tenía. Va a ser a las seis de la tarde y la entrada será gratuita, ojalá vayan.

VER TAMBIÉN: Esta semana: Édgar Dorantes Trío, Dúo Xibalbá y Víctor Díaz «Manox»

https://www.youtube.com/watch?v=1KvSy2dGDTM



 

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