Un lugar más en el que cundió el pesar por la temprana y repentina muerte de Juan Gabriel fue en la oficina de campaña de Hillary Clinton, en el Partido Demócrata, porque el Divo de Juárez representaba un valioso capital electoral.
Me explico: la campaña por la presidencia de los Estados Unidos se ha venido polarizando y ha establecido su campo de batalla más notorio en el tema de la migración, con un Donald Trump totalmente radicalizado contra las masas trabajadoras de mexicanos y centroamericanos que van a los Estados Unidos a desempeñar, con salarios bajísimos para la economía gringa, los trabajos molestos y sucios que no quieren hacer los güeros gringos y ya tampoco quieren desempeñar los emancipados negros (que allá les tienen que decir afroamericanos, porque se enojan).
Trump es con toda la razón el villano favorito de la minoría latina que sí vota y de las multitudes de mojados que apuntalan la vida cómoda de la clase WASP (White, Anglo-Saxon, Protestant), que es la que gobierna y manda en Estados Unidos. El magnate busca la simpatía de los blancos y de los negros acomodados al advertirles del “peligro” que significan para el americanway of life los millones de mojados que crecientemente llegan al país para sobrevivir a la miseria de sus naciones de origen. Y con ello, su discurso se ha polarizado hasta el extremo del insulto, con lo que ha logrado conjuntar el enojo de los cada vez más influyentes grupos latinos conformados por ciudadanos americanos, que lo son porque han logrado la nacionalidad o porque nacieron en suelo yanqui.
Hillary -que es tan inteligente como su esposo William, brillantes ambos- tomó la bandera de la minoría hispana con una postura llena de tranquilidad y madurez, y eso le ha redituado simpatías al grado de que ya lleva una ventaja de dos dígitos sobre su furibundo opositor.
Todo hace indicar que ganará con cierta comodidad en las elecciones de los primeros días de noviembre y jurará el cargo el 20 de enero de 2017, como la primera mujer presidenta en la historia.
Y Juan Gabriel andaba de gira por Estados Unidos en estos meses, con un nombre muy insinuador: “México es todo”.
Había empezado el viernes 19 de agosto en el Valley View Casino Center de San Diego, había estado en Los Ángeles el viernes 26 y el domingo 28 iba a cantar en El Paso.
En septiembre visitaría Seattle el 3; Fresno, el 9; Las Vegas, el 11; Dallas, el 16; McAllen, el 18, 22 y 23; Chicago, el 25, y Greensboro, el 29. Y en octubre tenía abiertas fechas en Miami, Salt Lake City, Nueva York, Laredo, Phoenix, y Foxwoods.
Toda una campaña que, sin hacer proselitismo, congregaba el espíritu de la mexicanidad en favor de la candidata pro-migrantes y elevaba el odio ambiental contra el exasperado candidato Donald Trump.
Las presentaciones multitudinarias ya habían congregado y lo iban a seguir haciendo a miles de paisanos que al calor de la mexicanidad reconcentrada de Juanga y sus canciones, saldrían un poco más convencidos de ir a votar por la primera mujer que podrá llegar a la presidencia más poderosa del mundo en estos momentos (si el presidente chino Xi Jinping no dice otra cosa).
Sí, doña Hillary anda desconsolada. Primero porque durante la presidencia de su esposo llegó a conocer a Juan Gabriel personalmente, y segundo porque perdió a uno de los más eficaces impulsores del voto a su favor, aunque siga manteniendo su cómoda ventaja sobre el incómodo Donald Trump.
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